Bajos costos y mucha alegría

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Por: Osvaldo Wehbe

Periodista y relator deportivo.

Ilustración: Pini Arpino

 

El 21 de septiembre crecen alas. A los jóvenes, un poco más de las que tienen; y a los que no lo son, les reaparecen, para ayudarlos a volver a ser, a sentir otra vez aquellas cosquillas en la panza que nos llevaban casi levitando hacia algún lugar al aire libre para recibir la primavera y festejar el Día del Estudiante.

Momento ideal, antes porque no existían y ahora porque abundan, de dejar por unas cuantas horas las pantallas portátiles en forma de teléfonos, para correr, saltar, cantar y jugar.

Jugar a muchas cosas. Algunas que parecen inocentes y antiguas, y otras que son pasatiempos de toda la vida y lo seguirán siendo.

Los viejos relatores denominaban a la pelota “el útil”. Y no hay mejor definición para un balón. Con él es posible jugar y entretenerse de acuerdo con reglas para nada estrictas de cualquier deporte.

Un 21 de septiembre debe tener su “picadito”. O el partido de vóley. O un seven de rugby. De lo que sea. Chicas y chicos corriendo detrás de la redonda u ovalada, con el sol y el viento en la cara. Entre la incertidumbre del clima y las ganas de ponerse colorados de contentos.

Alguien dijo en un pícnic: “¡Juguemos a la carrera de embolsados o a la de la cuchara con el huevo!”. Nos pareció tan ridículo y zonzo, de arranque, que cuando en un momento se decidió hacerlo, nos vimos de repente metidos en un entretenimiento hermoso. Nos reímos tanto viendo correr embolsados a nuestros compañeros, nos sentimos tan impedidos en mantener el huevo en la cuchara durante cien metros que aquellas inocentes diversiones formaron parte de otras jornadas al aire libre sin que la primavera fuera agasajada.

La destreza para jugar al elástico o al tejo tuvo sus figuras. Había chicas que eran casi un Messi del elástico, y se sumaban los varones que desafiaban las caducas estructuras machistas para saltar y pisar el hilo, con movimientos de piernas cruzadas que en un momento los hacían caer, como si Mascherano los hubiera tocado en la mitad de la cancha.

“El último es cola de perro” o, más osado y moderno, “el último paga la gaseosa” daban para correr un trecho hasta el sauce aquel y mostrar velocidades y resistencias.

En cada juego, está también la mirada de la, o el, de afuera, que observa con amor ya establecido o desconocido por el otro, a su adorada o predilecto.

El 21 de septiembre tiene música, baile, en ocasiones, lamentablemente, excesos.

Pero es una cita ineludible con los juegos. Con arrimar en las bochas o volver un rato a una cancha de bolitas; con remontar un barrilete o armar una “mancha venenosa”, con buenas prendas para el que pierde, al final.

Pongo la firma bajo el título: “No se trata de nostalgia”. Es diversión sin tiempos.

21 de septiembre. Una excusa para que entre el viento y el sol juguemos y riamos mucho. Es tan bueno para el cuerpo y el alma como necesario será que los más grandes les expliquen a los chicos que están leyendo los juegos aquí nombrados. Con los que no se van a aburrir. Con costos muy bajos y alegrías múltiples.