La espada de Damocles

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Agustina Boldrini

Lic. en Comunicación Social. Correctora de textos.

 

Sobre él pende la espada de Damocles”, se suele decir en aquellos casos en los que una persona se encuentra en una situación límite. De cara a esta frase, es inevitable imaginar una enorme espada que cuelga sobre la cabeza, que nos lleva a figurarnos lo terrible del caso. Ahora bien, la espada podría ser de Mario, de Horacio, de Damocles… ¿Qué les parece si revisamos los orígenes de este dicho e investigamos quién fue este señor? Adelante.

Si buscamos “Damocles” en el Diccionario de la lengua española, inmediatamente se nos remite a la expresión “espada de Damocles”: “Amenaza persistente de un peligro”. Es decir, que se trata de una frase consolidada en nuestro idioma.

“Los invito a ponerse cómodos y a disfrutar de la función”.

Pero ¿de dónde viene? Aunque nuestra habla se compone de muchísimos dichos que repetimos por la vida a tontas y a locas, a veces es interesante sentarse a pensar sobre algunas historias y descubrir algunos porqués. Los invito a ponerse cómodos y a disfrutar de la función.

LA LEYENDA

Marco Tulio Cicerón fue un gran filósofo de la República romana. Dos años antes de morir, pasaba mucho tiempo en su finca rural de Túsculo, donde escribió Disputaciones tusculanas, que son cinco libros de reflexiones sobre distintos aspectos de la vida. Una de las cuestiones abordadas es la autosuficiencia de la virtud para la vida feliz.

Para desarrollar este tema, tomó como ejemplo al tirano Dionisio. De él contaba que era un hombre terriblemente desconfiado, lo que iba en desmedro de su felicidad.

Dionisio contaba con un grupo de cortesanos aduladores cuya función era resaltar sus bondades. Un día, se encontraba Damocles, en su rol de adulador, hablando sobre las riquezas, la grandeza, los dominios, el poder de su rey. Dionisio lo escuchó y le hizo esta propuesta: “¿Quieres tú, Damocles, puesto que te agrada tanto esta vida, gustarla tú mismo y probar mi fortuna?”.

En ningún libro consta, pero seguramente Damocles se habrá sentido tocado por la varita mágica. Así las cosas, aceptó sin dudar. El tirano le hizo preparar el lecho de oro, con vajilla de plata y oro cincelado. Además, dispuso para él un conjunto de esclavos dispuestos a atenderlo ante la más mínima señal. Todo era maravilloso.

Pero charararaaaaaán…, hizo descender del techo una espada que estaba sujeta por una crin de caballo, de modo que pendiera sobre el cuello de Damocles. Se le hizo la noche a nuestro amigo, quien no pudo disfrutar de absolutamente nada de todo lo dispuesto para él por el temor a que aquella espada se desprendiera. Llegado un momento, le suplicó al tirano que lo dejara ir, que ya no quería tanta felicidad para él.

Ante esta historia, Cicerón se preguntaba: “¿No te parece que Dionisio ha mostrado con claridad suficiente que no puede haber felicidad para el hombre que se halla amenazado siempre por algún terror?”. Y claramente aquí reside la clave de la leyenda (se dice que es una leyenda porque no se sabe con certeza si estos hechos fueron reales o si están deformados por la fantasía), pero el tiempo hizo que simplemente pasara a la historia la expresión “espada de Damocles”.

Así, decir hoy que tenemos la espada de Damocles encima es referirnos a un muy mal augurio. Y vaya si lo fue también para este muchachito que creyó haberse convertido en rey.