Que el cuento no sea cuento

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Enrique Macaya Márquez

Comentarista, periodista, maestro. Cuenta con el extraño récord de haber cubierto todos los mundiales de fútbol desde Suecia 1958.

La pequeña historia de los juegos y los entretenimientos nos relata el origen de muchas prácticas deportivas. Claro está, el fútbol no podía faltar. Hoy es el deporte cultural de los argentinos, más allá de ser el más popular e importante en el mundo. Piense usted que una quinta parte de la población mundial lo practica.

Volviendo al recuerdo de sus principios en nuestro país, casi todo se remite a la llegada de los ingleses, fundadores de una segunda colonia en lo comercial y estableciendo las pautas para transportar nuestras riquezas desde el interior del país hacia los lugares que facilitaban su salida internacional. Puerto y estaciones de trenes se incorporaron con un movimiento inusual.

Y precisamente desde allí nos llega el puntapié de una tendencia futbolística. Los criollos, interesados, observaban y analizaban los pormenores de una iniciación en ese juego extraño, casi exótico, que con un balón privilegiaba el uso del cuerpo, fundamentalmente de los pies.

Así se fueron arrimando. Alejados de la práctica académica de las escuelas fundadas por profesores ingleses, y alternando con su modestia en los lugares abiertos. El potrero y los campitos albergaron y alentaron la inquietud de muchos que terminaron por adoptar las reglas llegadas desde afuera para escapar a su cumplimiento, guiñando un ojo con picardía.

Así aparecen la destreza, la predisposición creativa, la sutileza del engaño…

Ya no solamente la Argentina daba una patada revolucionaria en el fútbol. También Sudamérica. Con Brasil, con influencia africana. Con Uruguay, privilegiando la guapeza…

Todos fueron creciendo, alimentados por un fervor inigualable y una ventaja extraordinaria para la práctica: una pelota, solamente una pelota podía entretener a tantos.

“¿Habrá llegado el momento del acierto de quienes eligen a los que elegirán?”.

Después llegan las épocas de la organización. Dejar el amateurismo. Convertir al aficionado que juega en un profesional que trabaja.

Y este desarrollo imprescindiblemente necesita de seriedad y orden. Hoy miramos aquel pasado con la nostalgia de una novela. Hoy miramos aquel pasado desde el lugar de las conquistas mundiales. Del prestigio ganado. Pero hoy estamos enfrentados con una crisis, que entendiéndola como cambio o transformación, nos para de frente a la imprescindible tarea.

Y cuando el pasado reciente se aleja, cerrando la puerta de un fútbol exitoso y brillante, el futuro inmediato golpea con su necesidad para inventarse de nuevo.

Arrancar de cero. Insólito. Plantear una nueva metodología que sepa nutrirse de decisiones viejas y exitosas.

Alguna vez hablamos de instruir a los que instruyen. Hoy volvemos a tomarle examen al conocimiento de quienes eligen a los que elegirán. Hoy tenemos proyectos que se valorizan a sí mismos. Hoy tenemos comisiones de estudio de este nuevo fenómeno. “Proyectos” y “comisiones”, palabras devaluadas por el incumplimiento de quienes tienen que sostenerlas.

Llegó el momento de los PROYECTOS y de las COMISIONES.

¿Habrá llegado el momento del acierto de quienes eligen a los que elegirán, de los proyectos serios y de las comisiones capaces de sumar inteligencia al desarrollo…?

Esta historia comenzó en el potrero… como un cuento infantil. Esperemos “que el cuento no sea cuento”