La dama del vino

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Felipe Pigna
Historiador, profesor de Historia, escritor; director de la revista Caras y caretas y de elhistoriador.com.ar

En los años en que Melchora Lemos vivió, la mayoría de las mujeres no tenía acceso a la educación ni tampoco propiedades productivas. Si una mujer contaba con la suerte de heredar, le tocaba ropa, joyas, muebles, esclavos y la casa de la ciudad. Era, por lo tanto, muy poco lo que una mujer podía hacer fuera del ámbito doméstico. Acceder a una educación y poder trabajar eran privilegios de los varones.
La familia de Melchora pertenecía a la elite cuyana y se dedicaba a la industria vitivinícola. Cuando sus padres murieron, a ella le tocó heredar con su hermano una estancia en Uspallata y la bodega que había construido su padre. Obviamente, para producir necesitaba la viña, y al poco tiempo, cuando surgió la oportunidad, se la compró a su cuñado, junto con la botijería donde se hacían las vasijas y los hornos en los que se cocinaban. Con esto empezó su labor empresarial: cultivaba en sus viñas, hacía el vino en su bodega y lo envasaba en las vasijas que fabricaba. Pero con su aguda visión empresarial, Melchora hizo algo más: empezó a fletar parte del vino a Buenos Aires, donde podía venderse mucho más caro, y se animó a ser la primera mujer en Mendoza en comprarse una pulpería, donde vendía el resto de su producción al público local.
El negocio marchaba muy bien y Melchora decidió subir la apuesta: en 1730 comenzó a construir un molino harinero, que era único en la zona.
Tanto emprendimiento y tanto progreso logrado a costa de mucho trabajo generó envidia en su hermano Juan de Lemos, que no le perdonaba que, siendo una mujer, hubiese alcanzado tanto éxito, mientras que él, con bienes equivalentes, no había conseguido casi nada.

“Melchora se animó a ser la primera mujer en Mendoza en comprarse una pulpería”.

Comenzó, por lo tanto, a hostigarla y a intentar debilitarla psicológicamente en un enfrentamiento que tuvo varias instancias y en medio del cual Juan de Lemos fue nombrado alcalde.
Abusando del poder que le daba su nuevo cargo, Lemos aprovechó para presionar a Melchora y afectar su producción recurriendo a todo tipo de argucias: hizo que un grupo de indios se instalase en medio de la hacienda, frente a la casa de su hermana; se apropió de la bodega; y, como máxima expresión de hostilidad, mandó a demoler el molino.
Harta de tantas agresiones, Melchora decidió que la disputa debía salir del contexto familiar y llevó a su hermano a juicio. Durante el proceso, el alcalde alegó que los bienes eran de su propiedad y la mujer tuvo que explicar que había avanzado “mediante la industria y sudor personal”, mientras que su hermano, además de dedicarse a la vida política, se había destacado siempre por su “ineptitud y negligencia personal”. Sin embargo, como era previsible, Juan de Lemos tenía mucha influencia, y también por el hecho de ser mujer, Melchora perdió. Pero luego, en una segunda instancia, sin dejarse doblegar, la valiente Melchora presentó un escrito en el que describía las maniobras oscuras de su hermano, y la Real Audiencia falló a su favor.
La resolución le hizo ganarse el respeto de los mendocinos y también le permitió seguir adelante con la bodega y el viñedo, pero ya no reconstruyó el molino harinero. En los años siguientes, sus emprendimientos crecieron cada vez más y construyó incluso una nueva bodega, con mayor capacidad que la primera y donde siguió sumando innovaciones, entre ellas, usar recipientes de madera para guardar el vino. Murió en 1744 y dejó sus bienes a la Iglesia católica.