Nos esperan

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Guillermo Jaim Etcheverry
Médico, científico y académico; rector de la Universidad de Buenos Aires entre 2002 y 2006.
En Twitter: @jaim_etcheverry

Poco antes de concluir 2018, el periodista y escritor español Arturo Pérez Reverte publicó en su cuenta de Twitter la imagen de un rincón de su biblioteca donde, de manera ordenada, atesora los libros de Las aventuras de Tintín. Difundidos en todo el mundo, esos volúmenes recogen las historietas del belga Georges Remi (1907-1983), conocido como Hergé, que se publicaron en 24 álbumes entre 1930 y 1976. Esos libros –traducidos a más de 60 idiomas y de los que se han vendido más de 200 millones de ejemplares– relatan las aventuras de un reportero que recorre el mundo acompañado por su perro Milú.
La fotografía de esos ordenados volúmenes desencadenó una serie de mensajes de quienes se asociaban al recuerdo mostrando similares estantes de sus bibliotecas con Las aventuras de Tintín en las más diversas ediciones. Casi todos evocaban la infancia, la juventud, los años pasados… Uno de entre tantos que se hicieron eco de la mención de Pérez Reverte, AitorK, acompañó la foto de su colección diciendo: “Una amiga de mi madre le dio los primeros tomos de lomo de tela. Ella los guardaba y me los dosificaba. Yo los encontraba, los leía y los volvía a dejar en su sitio sin que ella lo supiera… Ahora esperan a mi hijo recién nacido”.
Es esta una observación clave: la convicción de que los libros nos esperan. Los libros están ahí, a nuestra disposición, aguardando pacientemente ser descubiertos. En alguna oportunidad hice referencia a la sensación que se experimenta al visitar una gran biblioteca: la de ser interpelados por los libros que ella guarda. La de ingresar a un ámbito en el que las calladas voces de esos libros intentan atraer nuestra atención, piden recrear la experiencia de ser leídos. El silencio de las bibliotecas es ilusorio. Quien sabe escuchar percibe de fondo un coro de voces mudas que quieren decirnos algo, hablarnos de otras existencias, de otro tiempo, del tiempo de quienes las vivieron.

“Los libros, en realidad toda la cultura, están ahí esperando ser descubiertos”.

Por eso resulta tan sugerente la frase comentada: el padre afirma que los libros de Tintín están esperando a su hijo recién nacido. Encierra el convencimiento de que los libros, en realidad toda la cultura, están ahí esperando ser descubiertos. Recurro, una vez más en estos textos, a la definición memorable de la tarea de aprender que dio hace poco el actor y artista plástico Julio Chávez: “‘Aprender’ es la palabra más hermosa del mundo. El conocimiento no es solo algo que se adquiere, es también algo que se recupera. Cuando leo a un Pessoa, a un Shakespeare o a tantos otros pensadores, no solo estoy descubriendo algo que desconocía, sino que estoy recuperando algo que no sabía que era mío”.
Precisamente eso que no sabemos que es nuestro es el conjunto de la rica experiencia humana que perdura –en este caso, bajo la forma de libros– y que está ahí, esperándonos pacientemente. Pero es preciso reconocer que no prestaremos atención a esas voces si no hemos aprendido a reconocerlas. Si no nos han hecho comprender que ellas son, nada menos, que nuestra herencia. Para eso es preciso que los padres –AitorK en este caso– o los maestros nos las descubran, nos inviten a escucharlas. A volver nuestra mirada hacia donde, quienes nos esperan, nos ruegan que no les hagamos esperar más.