Sarmiento, educación y democracia

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n numerosos pasajes de sus escritos, Domingo Faustino Sarmiento –cuya muerte
conmemoramos el 11 de este mes celebrando el Día del Maestro– advierte acerca de la importancia de la educación para lograr construir una democracia sólida. Señala con acierto que “la igualdad de derechos acordada a todos los hombres… es en las repúblicas un hecho que sirve de base a la organización social. De este principio imprescriptible hoy nace la obligación de todo gobierno de proveer de educación a las generaciones venideras ya que no puede compeler a todos los individuos a recibir la preparación intelectual que supone el ejercicio de los derechos que le están atribuidos”.

Percibió con claridad que “los derechos políticos, esto es, la acción individual aplicada al
gobierno de la sociedad, se han anticipado a la preparación intelectual que el uso de tales derechos supone. Nada habría parecido más conforme a razón que preguntar al que va a expresar su voluntad en la dirección de los negocios públicos si esa voluntad estaba suficientemente preparada y dirigida por una inteligencia cultivada y por la adquisición de todos los hechos que autorizan a prejuzgar sobre el bien o el mal público que puede producir la línea de conducta que haya de adoptarse”.

“El 40 por ciento de los entrevistados no pueden responder de quién se independizó la Argentina“.

Pero tal interrogante resulta impracticable, ya que “los acontecimientos históricos se han anticipado y la ley no se atreve ya a poner por condición del uso del derecho que pertenece al hombre –por nada más que ser persona, racional y libre– la capacidad en que se halla de ejercerlo prudentemente”.

Como es natural, el derecho de los ciudadanos a decidir sobre el destino de la sociedad no reconoce limitación alguna y, por eso mismo, el Estado está obligado a garantizar que todos quienes lo ejercen estén en condiciones de hacerlo responsablemente. Para ello debe ocuparse de la educación de los ciudadanos, para que, al ser convocados a decidir sobre el destino de todos, sea la suya una “voluntad suficientemente preparada y dirigida por una inteligencia cultivada” que le permita advertir la razonabilidad y las consecuencias de esa decisión.

En instancias electorales como las actuales es cuando se pone claramente de manifiesto, una vez más, la clarividencia de Sarmiento al formular las observaciones que comentamos. Se han conocido recientemente encuestas realizadas a la población adulta general que señalan que el 40 por ciento de los entrevistados no pueden responder de quién se independizó la Argentina; el 60 por ciento no puede nombrar ni un solo ministro del gobierno; un 25 por ciento es incapaz de calcular el 10 por ciento de 100; el 20 por ciento cree que se evitarían los accidentes aéreos si en las pistas de los aeropuertos se colocaran semáforos y así se podría seguir. Obviamente, todos pueden nombrar sin titubear cinco futbolistas famosos…

Esas mismas personas deciden el destino de nuestro país. Por eso, en circunstancias como las actuales, resulta evidente la importancia que tiene para la sociedad el contar con ciudadanos lo suficientemente instruidos como para tomar con responsabilidad decisiones fundamentales para nuestro destino común. La tarea de asegurar que todos ellos tengan niveles aceptables de educación, anticipada por el maestro que recordamos, sigue aún pendiente.