2020: Annus horribilis

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La expresión latina que da título a estas líneas se utiliza con frecuencia para señalar que un año se ha caracterizado por grandes infortunios. Este que concluye lo ha sido para todas las actividades humanas a escala planetaria. Obviamente también fue desastroso para la educación, porque, según la acertada expresión de António Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, nos ha enfrentado “a una catástrofe generacional que podría desperdiciar un potencial humano incalculable, minar décadas de progreso y exacerbar las desigualdades arraigadas”.

El mundo atravesaba antes de la pandemia una seria crisis educativa de la que nos hemos ocupado reiteradamente en estas páginas, ya que es muy evidente en el caso de nuestro país. Esto es particularmente grave porque la educación proporciona nada menos que la llave para el desarrollo de las personas y, por ende, de las sociedades en las que actúan. La educación es la mejor herramienta para intentar disminuir las desigualdades y brindar a los recién llegados al mundo una percepción de sus posibilidades como humanos. A nuestra realidad, ya tan preocupante en materia educativa, la pandemia que estamos atravesando le asestó un golpe sin precedentes que justifica la observación de Guterres.

Para tratar de compensar los efectos del cierre de las aulas, se hicieron importantes esfuerzos entre nosotros. Pero a esta altura es evidente que no fue posible sustituir la actividad presencial por diversas razones, algunas inherentes a la naturaleza misma de los medios utilizados y otras vinculadas con la situación económica y cultural de las familias. Se han descripto déficits manifiestos en los aprendizajes, interferencia con el normal desarrollo de la personalidad de niños y jóvenes privados del ámbito social que representa la escuela y, lo que es particularmente serio, el abandono de muchos estudiantes por la pérdida del contacto con las actividades formativas. 

“La educación es la mejor herramienta para intentar disminuir las desigualdades”.

“Salvar nuestro futuro” es el título del documento de las Naciones Unidas en el que la organización formula un llamado a la acción en cuatro áreas principales y al que las observaciones de Guterres sirven de presentación. Considera prioritario reabrir las escuelas cuando la transmisión local del virus esté controlada, determinando el equilibro correcto entre los riesgos para la salud y los peligros que genera la falta de educación. Esto debe ser acompañado por un incremento de los presupuestos destinados a la educación para cerrar las brechas de todo tipo que se han agudizado en este período, ubicando a la educación en el centro de los esfuerzos internacionales de solidaridad.

Propone también orientar la acción educativa hacia las personas a las que es más difícil llegar, es decir, a quienes están en emergencia social y educativa. Por último, señala la importancia de tomar medidas audaces para construir hoy la educación del futuro creando sistemas educativos novedosos, inclusivos y de calidad.

La experiencia recogida durante este annus horribilis debería impulsarnos a reubicar a la educación en el centro de las preocupaciones sociales, ya que ella permitirá intentar disminuir la desigualdad en un mundo en el que esta brecha crece de manera escandalosa.