El año 10

0
49

En España, el año 1810 se abrió con un acelerado avance del invasor francés por Andalucía, que llevó a la Junta Central a huir de Sevilla para finalmente buscar refugio en Cádiz. Allí, el 29 de enero, siguiendo la “recomendación” de los ingleses, cuyos buques protegían la bahía gaditana, la Junta decidió disolverse y delegar la suprema autoridad “de España e Indias” a un fantasmagórico Consejo de Regencia.

Como era habitual en esos tiempos, las novedades tardaron meses en llegar a América, donde ya el clima era más que agitado. El mismo día que la Junta Central se disolvía en Cádiz, en La Paz eran ejecutados los revolucionarios altoperuanos de 1809, Pedro Domingo Murillo, Gregorio Lanza, Mariano Graneros y Juan Bautista Sagárnaga. 

No todos se daban por enterados. Mientras sus mariscales avanzaban a paso de vencedores en la península ibérica, poniendo sitio a Cádiz y alcanzando las líneas defensivas del general Wellesley en torno a Lisboa, en abril Napoleón se casaba con la princesa María Luisa de Austria, en busca de una alianza dinástica con sus enemigos y de un heredero. El 10 de enero de 1810, le había hecho anular al papa su matrimonio con Josefina, que no podía darle hijos. Al enterarse de la boda, el “cautivo” y “deseado” Fernando VII –cuyo nombre invocaban quienes luchaban a muerte con los franceses– le envió a Napoleón sus más cálidas felicitaciones y celebró el acontecimiento con una fastuosa fiesta en el castillo de Valençay, desde donde denunciaba a aquellos que habían montado una operación para liberarlo. Como recordará años más tarde Napoleón: “Apenas estaba guardado y no quería escapar en modo alguno”. El historiador catalán Josep Fontana agrega que “pasó los cinco años de cautiverio aburrido, en compañía de su hermano Carlos, que se dedicaba a rezar, y del obeso tío Antonio, cuyas ocupaciones favoritas eran bordar y cultivar legumbres en el jardín, sin que a ninguno de los tres se les ocurriese entretenerse con los libros, que abundaban en el palacio”.

“Como era habitual en esos tiempos, las novedades tardaron meses en llegar a América”.

Entretanto, en Berlín, Humboldt fundaba la universidad y, en Viena, Beethoven trabajaba arduamente para completar su Obertura y música incidental para Egmont, el drama de Goethe que estrenaría en la ópera en junio. Pero en ese abril todavía se daba un respiro y anotaba la dedicatoria “Para Elisa” en la partitura de una sencilla pieza para piano que acababa de componer. Y como para acompañar ese hecho, en marzo y junio, respectivamente, nacían dos de los músicos que tomarían la posta en la generación siguiente: Federico Chopin y Robert Schumann.

Las noticias tardaban en cruzar el Atlántico, pero finalmente llegaban. A medida que lo hacían, en gran parte de América se producían hechos similares: la formación de Juntas de Gobierno que rechazaban la autoridad del Consejo de Regencia e iniciaban la revolución; abril en Caracas, mayo en Cartagena de Indias y Buenos Aires, julio en Cali y Santa Fe de Bogotá, septiembre en Santiago de Chile y Quito. En México, donde los peninsulares y criollos sí reconocieron al Consejo, en septiembre de 1810 el cura Miguel Hidalgo lanzó el llamado “Grito de Dolores”, que levantó a indios y mestizos contra las autoridades coloniales. Era el comienzo de la lucha independentista continental.