Cuestiones de carnaval

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El carnaval, una celebración que tiene lugar inmediatamente antes de la cuaresma cristiana, se origina, sin embargo, en las fiestas paganas. Combina algunos elementos como disfraces coloridos, desfiles callejeros y el uso de máscaras. La moral y las buenas costumbres tienden a relajarse durante este breve período y abundan las bombitas de agua, todo lo cual escandaliza a cronistas, viajeros y políticos.

En 1827, Thomas George Love, agente de firmas inglesas en Buenos Aires y funcionario del consulado británico, llamó la atención sobre lo que hoy pueden considerarse elementos precursores de las bombitas de agua.

“Llegado el carnaval se pone en uso una desagradable costumbre: en vez de música y disfraces y baile, la gente se divierte arrojando baldes de agua desde los balcones y ventanas a los transeúntes, y persiguiéndose unos a otros de casa en casa. Se emplean huevos vaciados y llenos de agua que se venden en las calles. A la salida del teatro, el público es saludado por una lluvia de esos huevos. Las fiestas duran tres días y mucha gente abandona la ciudad en ese tiempo, pues es casi imposible caminar por las calles sin recibir un baño. Las damas no encuentran misericordia, y tampoco la merecen, pues toman una activa participación en el juego. Más de una vez, al pasar frente a un grupo de ellas he recibido un huevo de agua en el pecho. Quienes por su ocupación deben transitar por las calles, salen resignados a tomar un baño. Los diarios y la policía han tratado de reprimir estos excesos sin obtener éxito. Las damas abandonarían este juego si supiesen cuán poco se aviene con el carácter femenino”.1

“Sarmiento nos ha dejado esta semblanza carnavalera de los tiempos en que ejercía la presidencia”.

Don Domingo Faustino Sarmiento nos ha dejado esta semblanza carnavalera de los tiempos en que ejercía la presidencia de la República (1868-1874): “… Recién llegado a Buenos Aires, me fui a ver el corso. La primera persona que encontré fue un exministro de relaciones exteriores. Llevaba muy serio de la brida un petiso encajado con flores, en que estaba sentado su hijito de cinco años disfrazado de salvaje. Desempeñaba esa misión con tanta gravedad, como si hubiera redactado un protocolo, y la cosa parecía sumamente natural a todos. El presidente de la República acertó a pasar en coche descubierto y lo mojaron hasta empaparlo. El presidente, el exministro, el chiquitín y los concurrentes se destornillaban de risa. El presidente aquel era Sarmiento… (…) ¡Qué hombre de Estado ni qué niño muerto! En aquel momento, el presidente había tirado su presidencia a los infiernos. Sentado en una carretela vieja que la humedad no pudiese ofender, abrigado con un poncho de vicuña, cubierta la cabeza con un sombrero chambergo, distribuía y recibía chorritos de agua, riéndose a mandíbula batiente”. 2 

1.  Thomas George Love, Cinco años en Buenos Aires, Editorial Claridad, Buenos Aires, 2014.

2. Testimonio de Alfredo Ebelot, en León Benarós, “El desván de Clío”, en la revista Todo es Historia, Nº 31, noviembre de 1969.