El mundo como posibilidad

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Días atrás tropecé inesperadamente con un párrafo en el que el gran filósofo Emilio Lledó define la educación. Quien a los 95 años es considerado por muchos “el sabio de España” dice: “La esencia de la educación es mostrar el mundo como posibilidad”. 

En varias oportunidades he citado en estas páginas la frase atribuida a Hesíodo, poeta griego contemporáneo de Homero y activo en la segunda mitad del siglo VIII a. C. acerca de la educación: “Educar a una persona es ayudarla a aprender a ser lo que es capaz de ser”. Ambas ideas, separadas por 29 siglos, se complementan de manera admirable y caracterizan muy acertadamente la tarea de educar. De lo que se trata, pues, es de introducir a los “recién llegados” –como considera Hannah Arendt a las nuevas generaciones– a un universo de significados que ya existen en ese mundo antes de que ellos se incorporen a él. Lo que los mayores deben hacer es descubrirles las posibilidades de ser que ofrece ese mundo al mismo tiempo que develarles las capacidades que cada uno encierra para poder ser en ese mundo.

Mostrar a niños y jóvenes el mundo como posibilidad es la tarea de padres y maestros. Y eso se logra exhibiendo ante ellos lo mejor que los seres humanos hemos podido concretar a lo largo de nuestra prolongada historia sobre el planeta. El esfuerzo por enseñar está estrechamente relacionado con la acción de poner a esos “recién llegados” en posesión de una herencia que les pertenece y a la que tienen derecho por la sola razón de haber desembarcado inesperadamente en nuestro mundo.

Los mayores no siempre somos conscientes de la responsabilidad que nos cabe en esa tarea crucial de introducir al mundo a los recién llegados mostrándoles las posibilidades que este les ofrece, guiándolos al mismo tiempo en el descubrimiento de sus capacidades como humanos. Mostrándoles la realidad mediante el ejercicio de sus potencias intelectuales, logramos que los chicos se incorporen al mundo provistos de las herramientas para intentar comprenderlo y, de ser posible, mejorarlo. 

“La educación debe estar basada en una imprescindible alianza entre las generaciones”.

Por eso, la educación debe estar basada en una imprescindible alianza entre las generaciones. Vuelvo a citar al papa Francisco cuando hace unos años señaló: “Para que los niños crezcan bien, háganlos hablar con los abuelos. Los dos extremos de la vida. Porque los abuelos tienen memoria, tienen raíces y serán quienes se las den a los niños. Por favor, que no sean niños sin raíces, sin la memoria de su pueblo, de la fe, de tantas cosas bellas que ha hecho la historia, de los valores. ¿Y quién ayudará a los niños a tenerla? Los abuelos. Por eso, hablar siempre con los ancianos”. 

Esta dimensión histórica que proporciona el hoy debilitado vínculo entre las generaciones es fundamental en el proceso educativo, porque contribuye a dar sentido a la propia existencia. Jorge Luis Borges expresó admirablemente esta idea en su poema dedicado a Francia. Dice así: “El frontispicio del castillo advertía: ‘Ya estabas aquí antes de entrar y cuando salgas no sabrás que te quedas’”. 

Es nuestra misión ayudar a los recién llegados a apropiarse de su herencia descubriendo sus vínculos con el pasado, porque así advertirán la trascendencia que su vida puede tener en la construcción del futuro.