Salud y educación física

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Entre las asignaturas escolares que más influyen en la salud integral, resalta la Educación Física. Son los propios niños y niñas los que, de poder elegir, prefieren aprender a través del movimiento.

Sin embargo, y a pesar de que la materia sigue siendo parte de los Núcleos de Aprendizajes Prioritarios, la carga horaria que se le asigna es exigua.

Con modalidad presencial o virtual, el sistema determina que los chicos permanezcan en el aula quietos y atentos durante toda su primaria y secundaria, mientras el cuerpo debe conformarse con breves períodos de actividad física, justamente durante los años con mayor capacidad para aprender rutinas corporales, tanto de cuidado como de gestos deportivos. 

Desde la medicina, esta realidad se observa a través de las numerosas oportunidades perdidas durante la infancia y la adolescencia para prevenir enfermedades asociadas al sedentarismo.

Si bien muchos escolares compensan con movimientos (juegos y deportes) fuera de la escuela, la incoherencia está planteada: el tiempo destinado a Educación Física es ínfimo comparado con el de Matemática, Lengua o Ciencias Sociales; una explícita desvalorización.

En documentos oficiales se declama para los escolares “La participación en prácticas corporales y ludomotrices saludables que impliquen aprendizajes significativos, disfrute, inclusión, cuidado de sí mismo, de los otros y del ambiente”. Su aplicación real dista de dichos objetivos.

En tanto, las restricciones sociales en pandemia –hoy más relajadas– aumentaron la inmovilidad física de chicos y chicas, que tuvieron más exposición a pantallas y menos actividades al aire libre. Las consecuencias son notables: hoy predominan los trastornos de sueño, de alimentación, de concentración y afecciones visuales que demandan ser solucionados por médicos, cuando en realidad todo se podría haber evitado con más movimiento corporal sostenido.

“Son los propios niños los que, de poder elegir, prefieren aprender a través del movimiento”.

En los escenarios educativos pospandemia será imprescindible pensar en la revalorización de la educación física como disciplina fundamental, no solo para prevenir enfermedades, sino para enmarcar a los chicos en entornos de aprendizaje de la inclusión, de jerarquías y de aceptación de las diferencias. 

Las actividades físicas alivian la contenida necesidad de movimiento infantil, al tiempo que enseñan reglas de respeto, de espera y de aceptación por las limitaciones propias y ajenas. Y cada desafío deportivo estimula la competencia leal, esa que enseña a ganar y a perder, y a reconocer el valor de ambos resultados.

Es urgente que la educación física recupere la consideración oficial si se pretende que los chicos aprendan a cuidar de su cuerpo y el de los otros, eviten dañarlo con alcohol o tabaco, y consideren el movimiento como parte esencial de su vida.

Tal vez no alcancen más módulos, sino incluirla en otras asignaturas, permitiendo al cuerpo memorizar experiencias. Las clases al aire libre, caminatas o bicicleteadas mientras se dicta lengua, geografía o un idioma dejan registros musculares indelebles que incrementan el rendimiento escolar, además de entrenar a los chicos en afrontar situaciones cotidianas.

Toda educación impacta en la salud; y esta, inevitablemente, en la libertad.