“¡SILENCIO, ESTAMOS LEYENDO!”

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Desde esta página insistimos con frecuencia en la importancia de la lectura. Tal vez la intención quede bien expresada en este comentario de Antoine Compagnon, reconocido profesor de Literatura del College de France, París, y de la Universidad de Columbia, Nueva York: “Escribir y tal vez aún más leer sean en sí mismos actos de resistencia al no-pensamiento, a la ausencia de juicio, a la modernidad ciega. Por eso, leamos, es lo mejor que podemos hacer para asegurar a la literatura su lugar en nuestra vida y en la sociedad”.

En ese sentido resulta trascendente la iniciativa que surgió hace quince años en el liceo Tevfik Fikret de Ankara, Turquía, y que se ha extendido a otros países. Todos los días a la misma hora las personas que se encuentran en la escuela –alumnos, profesores y personal administrativo– hacen una pausa y durante quince minutos, en total silencio, leen un libro de su elección. Para difundir la idea en Francia surgió la organización “¡Silencio, estamos leyendo!”, cuyos promotores señalan que en los intercambios que luego se generan en los que cada uno manifiesta sus gustos y reflexiones se evidencian los efectos benéficos de este tiempo dedicado a la lectura por alumnos y adultos. No solo mejoran la expresión escrita y oral, y los vínculos entre los alumnos y sus docentes, sino que también se estimulan la curiosidad y el espíritu crítico. Ese grupo, que brinda asesoramiento a quienes desean llevar adelante la iniciativa en sus escuelas (www.silenceonlit.com), destaca: “La lectura nos permite ampliar nuestro conocimiento del mundo, de los demás, de lo que está lejos de nosotros, así como de lo que hay en nosotros. En definitiva, enriquecer nuestra cultura”.  

“Todos los días a la misma hora y durante quince minutos, en total silencio, leen un libro de su elección”.

La idea es que se lean libros, no periódicos, revistas o textos, y, por supuesto, que no se utilicen pantallas. Se debe leer un libro de papel cualquiera sea su tema, idioma o estilo literario. Están permitidas las historietas, aunque, curiosamente, muchos estudiantes que parecían estar exclusivamente interesados ​​en ellas finalmente optaron por los libros. Cada persona puede leer el libro que desee y se los proporciona a quienes no los tienen, atendiendo a sus intereses. Se buscó comprometer al personal de la escuela, cualquiera fuera su función, instruyéndolo a respetar el silencio absoluto durante esos minutos, inclusive si no sentían deseos de leer. Muy pronto todos se plegaron a la experiencia y se hizo innecesario que los maestros recorrieran la clase para asegurar que todos tuvieran un libro. Aun sin supervisión, las personas se concentraron en la lectura durante los quince minutos previstos. 

El vicepresidente de “¡Silencio, estamos leyendo!”, Olivier Delahaye, mencionó algunos problemas que surgieron al impulsar la iniciativa en las escuelas francesas: “Ha sido preciso superar la resistencia al cambio así como la adicción a las pantallas, que capturan nuestros ojos y nuestra mente afectando el desarrollo emocional y relacional. Leer a diario es una filosofía, un arte para vivir, una lucha”.

Sería una buena idea promover entre nosotros una experiencia similar, accesible y económica, para intentar superar la alarmante pérdida de la capacidad de lectura que afecta a las nuevas generaciones.