Familias y escuelas: nuevas configuraciones

0
203

Repensar la relación entre familias y escuelas –tantas veces idealizada, y, otras tantas, denostada– es un verdadero desafío. Cómo posicionarse ante las configuraciones familiares actuales, la tecnología y las nuevas infancias y juventudes.

Por: Viviana Lorente
Fotos: AFP

Que las familias de ahora no son como las de antes y que la escuela ya no es la misma son frases que se escuchan con frecuencia y cargan con la idea de que otros tiempos fueron mejores.
Para Isabelino Siede, licenciado y doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y autor de diversos libros vinculados a la relación familias y escuelas, “uno de los problemas que tenemos es esa aproximación bastante mecánica que encubre cierta imagen mítica donde las familias de antes acompañaban a las escuelas, respetaban a los maestros, educaban a los chicos. En cambio, en las de ahora, aparece una visión de contraste como defectuosas, que no educan, no respetan, no acompañan, no reconocen la autoridad, etcétera”.

“Pensar la relación escuela y familia a esta altura de la historia, inevitablemente requiere pensar qué es la familia y qué es la escuela”.
Eduardo Corbo Zabatel

En el recorrido histórico que realiza el académico, revela que “a principios del siglo XX la situación de los grupos familiares no era ordenada, armónica, estable ni nada de lo que se supone”, y las escuelas en “muchos casos trataban de ser parámetros morales de homogeneización de los grupos familiares y, en otros casos, intentaban presentar un modelo al cual las familias debían acercarse”.
En esa línea, Eduardo Corbo Zabatel, licenciado en Psicología y docente de la carrera de Ciencias de la Educación de la Universidad de Buenos Aires, señala que “pensar la posible relación de escuela y familia a esta altura de la historia inevitablemente requiere pensar qué es la familia y qué es la escuela”. Zabatel, además de dictar clases en la UBA, conduce diversas iniciativas cuyos orígenes se encuentran en el proyecto “Padres + Maestros = Éxito en la Escuela”, que comenzó funcionando en el asentamiento Los Piletones de la ciudad de Buenos Aires, y luego se extendió a otras villas de emergencia de la capital, entre ellas, Fátima y San José.
“Hoy los pibes se forman en tres espacios con distinto peso. La familia, que va mutando hacia formas novedosas y complejas; la escuela, que va mutando de una manera bastante lamentable; y el espacio de los medios masivos y las tecnologías, que con la lógica del mercado no tienen ni la inquietud ni el menor interés de pensar qué pueden aportar de formativo a los sujetos, en la medida en que estos sujetos infantiles son visibilizados en el sistema público de educación como clientes. Corbo Zabatel explica que “la escuela en su formato clásico está en retirada. Los chicos en la actualidad se preguntan para qué ir a la escuela”.

“Cuando se logra generar un aprendizaje colectivo de participación, los resultados son mucho más sólidos”.
Isabelino Siede

El especialista realiza, además, una crítica al sistema educativo al sostener que este promete que por el camino de la educación se asegura un trabajo. “Cada vez somos más conscientes de que esto no es así y tenemos que hacernos cargo y saber que estamos vendiendo humo”, asegura.

 

VIENTOS DE CAMBIO
¿Es posible entonces pensar en una relación ideal entre familias y escuelas? Para Isabelino Siede no existe un modelo ideal al cual haya que llegar, porque no “se trata de rigidizar las respuestas, sino de ir pensando cómo nos posicionamos ante lo nuevo que aparece con las nuevas configuraciones familiares, con las nuevas tecnologías, con las nuevas infancias y juventudes”.
Por su parte, Carla Paparella, coordinadora del proyecto “Comunidades de Aprendizaje” que lleva adelante desde hace cinco años en la Argentina el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), cuenta una de las experiencias que se vienen realizando en algunas de las 64 instituciones de los niveles inicial, primario y secundario en las provincias de Salta, Santa Fe, Buenos Aires, Corrientes y Chaco.
Se trata de los grupos interactivos y los describe con un ejemplo: “Se explica algo de geometría y se hacen cinco problemas matemáticos que se distribuyen en cinco mesas, y los alumnos tienen entre cinco y diez minutos para resolverlos. Padres y madres que asisten como voluntarios a esas clases ayudan a que circule la palabra para que los chicos discutan y así empiecen a ayudarse entre ellos”.
Si bien reconoce que medir los resultados es complejo, lo que se ha visto a través de los años en los países donde se aplica este mismo proyecto es que “cuantas más interacciones, mayor es el rendimiento”.
Otras de las maneras en que es posible que las familias participen en la comunidad educativa es a través de acciones que parecen insignificantes. Eduardo Corbo Zabatel menciona que a veces recomienda a los adultos mirar el cuaderno de sus hijos todos los días o que liberen un espacio de la casa durante un horario determinado para que los chicos puedan hacer la tarea. De esta manera, se encuentra un momento y un lugar para el estudio.
Para Siede, la participación de las familias en el gobierno escolar muchas veces puede empeorar la relación, aunque al mismo tiempo reconoce que “cuando se logra generar un aprendizaje colectivo de participación, los resultados son mucho más sólidos porque van más allá de las decisiones personales de cada uno”.
Corbo Zabatel, que lleva alrededor de 14 años trabajando con grupos familiares, cuenta que hoy hay chicos del asentamiento que están estudiando en la UBA. “Uno podría decir cómo estos pibes de la villa cuyos padres apenas tienen educación primaria, y en algún caso secundaria, pueden ingresar a la universidad. Estos padres tienen una alta valoración de la educación y hacen por sus hijos unas cosas verdaderamente excepcionales”.
Relata además la anécdota con una de las jóvenes que participa en el proyecto y que el año que viene ingresará a estudiar Psicología en la universidad: “Yo le decía que le iba a ser muy cómodo, porque tiene que tomarse el colectivo en la esquina y la deja a dos cuadras de la facultad. Entonces ella me respondió con estupor y con una cosa soñadora: ‘¡Ah, voy a conocer el mundo!’”. A Corbo Zabatel se le quiebra la voz y pide disculpas a Convivimos. Respira profundo y prosigue: “Ella va a conocer algo que está a 25 minutos de su casa. Es triste, es doloroso y me enoja profundamente que así sea, y también me parece maravilloso que nosotros tengamos la posibilidad y la responsabilidad con un grupo de gente joven, de estudiantes, de profesionales voluntarios, que estemos en este lugar para que Camila piense que vamos a descubrir el mundo”.

EDUCACIÓN EN LA ARGENTINA

Según el Observatorio Argentino por la Educación, que realizó un análisis de la cohorte 2011-2016 de los estudiantes que ingresan a la secundaria, cada ocho minutos uno se queda en el camino. Es decir que el 39,3 por ciento de los estudiantes que ingresan en primer año no llegan al último en el tiempo esperado.
Cuando los datos se dividen por sexo, se observa que es mayor el porcentaje de mujeres que llega al último año del secundario que el de varones, siendo de 68,3 y 53,5 por ciento respectivamente. Entre las hipótesis planteadas: que los varones acceden antes al mercado laboral, que los estudiantes perciben que terminar la escuela no les significa tener mejores oportunidades laborales en el futuro y, por último, que al tener las mujeres un mejor desempeño académico, esto las motive para quedarse.