Los beneficios de ir caminando a la escuela

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La actividad física regular ayuda a la concentración. Algunas investigaciones confirman que tiene un impacto directo en el desempeño académico.

Fotos: IStock

Si un niño, niña o adolescente camina todos los días desde su casa hasta la escuela y desde la escuela hasta su casa, probablemente no solo tendrá cubierta su cuota diaria de ejercicio físico, sino que también estará dándole un empujón a su rendimiento escolar. 

Caminar, dicen los expertos, es una bocanada de aire fresco para las neuronas. Miriam Hidalgo, especialista en inmunología, confirma que la caminata “mejora la cognición, la función cerebral, la conexión entre los hemisferios y la sinapsis”.

En este sentido, el estudio “La práctica de actividad física y su relación con el rendimiento académico”, de la Universidad Cardenal Herrera (España), publicado en el journal Revista de Educación Física (2016), concluye que se ha observado que a medida que aumenta la práctica de actividad física, los alumnos obtienen mejores calificaciones en todas las asignaturas; en especial, en matemáticas. 

“Se piensa que muchos beneficios cognitivos están muy relacionados con los procesos que se utilizan para la realización de operaciones matemáticas, resolución de problemas, memorización de fórmulas, así como la velocidad de razonamiento y el procesamiento de la información”, indica el informe, que además advierte sobre la necesidad de ampliar las investigaciones para confirmar los datos de la muestra.

“Está demostrado científicamente que los chicos que logran un desarrollo físico con una inducción de estímulos psicomotores, alcanzan coeficientes intelectuales mayores y mucho más desarrollados. Les mejora la capacidad de concentración, les permite canalizar sus ansiedades motoras y los impulsos hormonales en forma acorde y adecuada, posibilitándoles tener mayor atención en las clases”, subraya Fernando Ulloque, pediatra y deportólogo.

La investigación norteamericana “Contribution of Walking to School to Individual and Population Moderate-Vigorous Intensity Physical Activity”, publicada en Pediatric Exercise Science, indica que caminar hasta el colegio y regresar a casa, distante a uno o dos kilómetros, cubriría entre un 23 y un 36 por ciento del total de la actividad física diaria indicada por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El organismo recomienda andar una hora cada día.

“La actividad física en el niño es una parte vital en su desarrollo cognitivo y psicomotor”.
Fernando Ulloque.

“La actividad física en el niño es una parte vital en su desarrollo cognitivo y psicomotor”, insiste Ulloque. Explica, además, que las experiencias de movimiento en la infancia son acumulativas y contribuyen a la “memoria motora” que acompaña a lo largo de la vida. 

PANDEMIA SILENCIOSA

El sedentarismo infantil se ha convertido en las últimas décadas en una pandemia silenciosa, que ha estallado durante el confinamiento a raíz de la propagación del COVID-19. No es casual, entonces, que los Estados y las organizaciones de salud mundiales impulsen cada vez más acciones para prevenir el sobrepeso en la infancia, la obesidad y otras enfermedades asociadas.

En España, la Asociación de Pediatría (AEP) promueve una campaña de movilidad que incluye la sugerencia de caminar al colegio –en los casos en que se pueda– para mejorar la salud física y emocional de los chicos. En el país ibérico, la prevalencia de sobrepeso y obesidad en niños de 6 a 9 años es del 40 por ciento. 

En la Argentina es del 42 por ciento, según datos oficiales de 2018. Además, nuestro país ostenta la segunda tasa más alta de sobrepeso en menores de 5 años de Latinoamérica y el Caribe: 9,9 por ciento (datos del último Panorama de Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Organización Panamericana de la Salud, la OMS y la Organización para la Agricultura y la Alimentación).

“Después de dos años de encierro y de aislamiento, estamos viendo un crecimiento exponencial tanto del sobrepeso como de la obesidad mórbida en niños cada vez más chicos, con comorbilidades asociadas, hipertensión, diabetes y distintos trastornos relacionados con el déficit de actividad física”, apunta Ulloque. 

El médico, miembro de la Sociedad Argentina de Pediatría y presidente de la Sociedad de Medicina del Deporte de Córdoba, y que participa del Programa de Obesidad Infantil del Ministerio de Salud de Córdoba, explica que la sobreexposición a las pantallas y la mala alimentación con falta de nutrientes son dos factores de alto riesgo. 

“Cada vez es más difícil desarraigar estos hábitos que se han incorporado. Es el desafío al que hay que apuntar no solo con políticas sanitarias y educativas, sino en cada casa; hay que ver cómo estimular y retomar la actividad física reglada”, opina Ulloque, en relación con el alto porcentaje de chicos que abandonaron por completo la actividad física regular que realizaban antes de la pandemia. 

PATIO O PANTALLAS

Estadísticas oficiales prepandemia indican que en la Argentina solo uno de cada cinco niños o adolescentes realizaba algún tipo de actividad física antes de la irrupción del COVID-19 en el mundo. 

El Barómetro de la Deuda Social Argentina del Observatorio de la Universidad Católica Argentina (UCA) revela alarmantes niveles de inactividad física en la niñez y adolescencia en el país. El último estudio disponible (2018) indica que el 60 por ciento de los niños de entre 5 y 12 años no realiza actividad física (el 57 por ciento en adolescentes de 13 a 17). La cifra aumenta entre las niñas y en los estratos socioeconómicos más bajos.

Según datos del Ministerio de Salud de la Nación, además, antes de la pandemia el 80 por ciento de los adolescentes de entre 13 y 15 años no alcanzaba a cubrir las recomendaciones diarias de actividad física, y más de la mitad pasaba más de tres horas diarias en estado sedentario frente a pantallas, cifra que se habría duplicado o más durante el confinamiento.