VIVERO NIÑOS DEL LAGO

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Estudiantes de la Escuela Rural de Villa Futalaufquen, ubicada en el Parque Nacional Los Alerces (Chubut), aprenden desde muy chicos a cuidar el ambiente. Mantienen un vivero y producen plantas nativas con las que reforestan un bosque devorado por los incendios.

Foto: Gentileza Boris Sáez

Un incendio en 2005 devoró miles de hectáreas en el bosque andino de la provincia de Chubut, en inmediaciones de la Escuela Rural Nº 25 dentro del Parque Nacional Los Alerces. A raíz de este episodio, un grupo de estudiantes pensó en producir árboles nativos para colaborar con la recuperación ambiental. 

Con el paso del tiempo y el entusiasmo de la comunidad escolar, esta iniciativa se convirtió en un vivero al que denominaron “Vivero Niños del Lago”, cuyo principal interés es colaborar con el ambiente donde está inserta la escuela.

En la actualidad hay 55 estudiantes entre nivel inicial, primario y secundario, ya que se trata de una Unidad Educativa Multinivel (UEM), y una docena de docentes. Las actividades en la escuela comienzan a las 8.30 y culminan a las 15.30. Durante la jornada, los alumnos de los distintos niveles asisten al vivero ya sea para desyuyar, regar las plantas, almacenar las semillas, realizar alguna tarea básica de carpintería o preparar los suelos. También hacen salidas de identificación de flores que después les darán semillas. 

“El proyecto del vivero genera contenidos que se relacionan con todas las disciplinas que ven en el aula”, explica a Convivimos Boris Sáez, maestro rural en orientación agraria y coordinador del vivero escolar.

Además de las especies nativas como alerces, ñires, lengas, coihues, notros, maquis, lauras, cipreses, maitenes, arrayanes, natres, chilcos, michays y calafates, los estudiantes producen verduras para el comedor escolar y plantines de hortalizas para abastecer a una red de 25 huertas familiares de Villa Futalaufquen. 

“Siempre digo que no formamos técnicos, sino niños con espíritu de respeto hacia el ambiente y el bosque”, añade el maestro. “Es despertar conciencia, hacernos mejores personas, mejores habitantes, ser solidarios. Para nosotros un árbol es una gran fábrica de oxígeno, un refugio para aves, un enorme filtro de agua subterránea. No significa riqueza en dinero, sino en vida, en oxígeno”, afirma.

Entre 40 y 50 veces por año, de marzo a noviembre, los alumnos van al bosque con plantas cargadas en sus mochilas para colocarlas en los sitios más afectados por los incendios. Las jornadas de plantación se realizan en grupos e implican una caminata de una hora y media hasta llegar a la zona afectada. “Son el resultado del esfuerzo realizado durante el año”, resume Sáez. En toda su trayectoria escolar, un egresado culmina habiendo plantado alrededor de 600 ejemplares. 

“Actualmente producimos 6500 plantas por año, de las cuales 5500 van al bosque y el resto a las familias y donaciones”, explica el docente. Sin embargo, el número no se acerca a la cantidad de especies arrasadas por el fuego, que se calcula en 800.000. “Nosotros nos damos cuenta de esa diferencia. Por eso decimos que nuestro trabajo es despertar conciencia, pero no nos consideramos salvadores del bosque. Nuestro trabajo es importante en las aulas en lo formativo y concientizador”, señala.

El día que les toca a los niños de 4 y 5 años, se invita a las familias a que los acompañen. El coordinador asegura que a los más chiquitos les encanta caminar por el bosque. “Inculco trabajo en equipo, colaborativo, lo importante que es amar un trabajo, amar el planeta desde muy chiquitos, para que crezcan con esa imagen de ser parte de un entorno y no dueños de un entorno”, asegura el docente.

“Antes de plantar, nos dedicamos a comer unos sanguchitos, porque después no hay agua. Cantamos, contamos cuentos y anécdotas, vamos identificando las aves por su sonido… es un momento muy lindo, y luego nos abocamos a plantar. Las salidas son enriquecedoras”, apunta. 

En algunas oportunidades, reciben a otras escuelas u organizaciones cercanas. Por ejemplo, en noviembre, en conmemoración del Día de la Soberanía Nacional, compartieron la jornada con el grupo de veteranos de Malvinas de Esquel. 

AUTOSUFICIENTE 

El vivero se sostiene sin aportes del Estado ni privados. Gracias a que ganaron en dos oportunidades el Premio Presidencial Escuelas Solidarias, pudieron equiparse para producir plantas orgánicas y suelos de buena calidad. “Yo soy un gran defensor del trabajo orgánico, del suelo como fuente de vida, y trato de inculcarles eso a nuestros alumnos. No usamos ningún químico”, asegura Boris. Si bien no son un vivero comercial, hay una venta al público de unas 700 especies que generan un sustento al proyecto. “No nos mueve lo comercial”, explica el docente. 

PRODUCIR PARA COMER

La Escuela Rural Nº 25 tiene una hectárea y media con mucho espacio verde. El vivero de nativas se encuentra en un sector, y para la producción de hortalizas hay dos invernáculos grandes. Allí los chicos trasladan a sus huertas familiares lo que aprenden. 

En el predio cuentan además con un espacio específico para la preparación del suelo, ya sea para vivero o cultivos especiales. “La persona que prepara un buen suelo puede producir una flor, un tomate o un árbol nativo”, ejemplifica. En la escuela, los chicos realizan abono de caballo, de lombriz, de oveja, aprenden a realizar mezclas de arena volcánica o cortadura de pasto (para incorporar el nitrógeno del césped), entre otros elementos. 

“Los alumnos se llevan un conocimiento concreto y práctico de lo que es el bosque, de las interrelaciones que en él cohabitan, de la relación que existe entre seres vivos… se llevan mucho conocimiento porque trato de compartirles todo eso”, concluye. 

CÓMO COMUNICARSE:

Escuela Rural Nº 25 de Villa Futalaufquen 

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En Facebook: Vivero Niños del Lago