Daniel Márquez: Un trotamundos en patineta

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El skate fue la herramienta con la que Daniel Márquez construyó las alas que lo llevaron a recorrer el mundo y descubrir otras culturas, hasta llegar a representar a la Argentina en campeonatos mundiales.

Por: Juan Pablo Calviño

Foto: Gentileza Daniel Márquez

 

Para andar en skate básicamente se necesitan dos cosas: una patineta y cemento. Algo difícil de encontrar en el Chaco Salteño hoy en día, pero Daniel Márquez tuvo la fortuna de estar en el lugar indicado en el momento preciso durante el final del siglo veinte. “El skate, cuando empecé a andar, solo estaba en Buenos Aires, Mar del Plata y Córdoba. Soy de Tartagal, que es un pueblo petrolero. Es una zona inhóspita entre el Chaco Salteño y una pequeña yunga que limita con Bolivia”, relata el deportista de 34 años.

Allí, en los 80, se instalaron muchas empresas extranjeras, y los hijos de los norteamericanos llevaron las primeras tablas, lo que hizo que el skate se desarrollara en ese recóndito lugar de una forma muy peculiar. “Yo conocía chicos que andaban, conseguí una patineta y comenzamos a ‘patear’ aislados de todo; era un verdadero oasis. Cuando acabó el boom petrolero, se fueron todos, pero quedó la infraestructura y el cemento por todos lados”, explica Daniel, que cuando salía con su patineta hace veinte años se sentía un extraterrestre y aún hoy lo siguen viendo raro. “Acá la gente toca la guitarra, el bombo y canta folklore”, agrega el skateboarder que se crió rodeado de gauchos y pueblos originarios.

De adolescente, Márquez tenía tantas ganas de expandir su horizonte andando en skate como de dejar el terruño. “Creo que me llevó más allá de lo que imaginaba”, admite. Primero se mudó a Salta Capital para ir a la universidad y luego a Buenos Aires, donde durmió un tiempo en el sillón de la casa del dueño de una fábrica de tablas, para dedicarse de lleno a su carrera como skater profesional.

El skate lleva 50 años de vida, pero comparado con el atletismo y la natación es un deporte nuevo. Recién en Tokio 2020 será olímpico por primera vez, y a diferencia de otras disciplinas, no tiene reglas preestablecidas. “Yo comencé andando de una forma más bien salvaje, en la calle. Ahora que estoy grande empecé a tomarme en serio el método –entrenamiento, nutrición y descanso–. Si lo hubiera implementado de chico, seguro que habría llegado muy lejos”, dispara. “Debí aprenderlo todo solo; no conté con nadie que me lo explicara. El año pasado competí en Austria y estuve con los máximos exponentes de la actividad. Volví con una experiencia enorme, aprendí cómo llegar a las grandes citas y hasta qué es necesario hacer para ganar un Campeonato del Mundo. El tema es que después vuelvo y hablo con chicos de 18 años con la frescura y el potencial físico, pero no tienen idea de qué se trata un Mundial”, añade quien se cree eslabón de una cadena y proyecta construir una pista en su pueblo para transmitir sus conocimientos.

La Argentina tiene una gran proyección en este deporte. En la última década se construyeron muchos parques y pistas de skate en todas las provincias. Recién en estos años se comenzaron a crear las federaciones, lo que se traduce en falta de estructura. “Estamos atrasados. Hay mucho potencial perdido. Acá hay de todo, pero, en general, por la calle a la gente no le gusta vernos”, explica. “Brasil posee una confederación hace diez años, Estados Unidos tiene profesionalizado el deporte hace décadas. Francia, Alemania y Australia llevan veinte años en este proceso; nosotros recién uno. Es la ventaja de ser libre, pero después te viene en contra, porque no hay un camino”, reconoce el salteño.

Sobre cuatro diminutas ruedas y una tabla de madera, Márquez recorrió el planisferio y abrió su cabeza más allá del skate. “Hablo portugués, inglés y entiendo francés gracias a los viajes. Me gusta la historia y me interesa preguntar, no solo sacar una postal. Hay países en los que entienden completamente lo que uno hace: una foto artística, expresiones, sin molestar a los demás. Por ejemplo, en Cataluña está el Museo de Arte Contemporáneo, ahí hay una estructura para andar en skate y dentro hay exposiciones relacionadas con este deporte, porque se lo toma como una forma de arte. Te reciben como artista, no es algo marginal”, describe el máximo exponente del skate en el NOA, que durante nuestro invierno partirá a Europa con la intención de mejorar su performance en un nuevo Mundial.