Diego Golombek: ¡No somos bichos tan conscientes como parece!

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Lo afirma Diego Golombek, biólogo, investigador del Conicet, divulgador científico y autor de numerosos libros. Conversación sobre el cerebro y todos sus recovecos.

Por: Fabián García

Fotos: Sebastián Salguero

 

Diego Golombek (53) confiesa que le gustan muchas cosas además de investigar. Se enfoca en cada detalle de lo que va relatando. No se le escapa nada, habla como si estuviera escribiendo y se toma con humor las torpezas humanas y las propias. Como cuando dice: “Las funciones más importantes que tenemos están fuera de la conciencia. Respirar, que el corazón lata, que se secreten hormonas, están fuera, como si la evolución no hubiera confiado en nosotros, como si hubiera pensado: ‘Estos giles se van a olvidar de respirar, lo saco de la conciencia, que sea automático, porque en estos nabos no puedo confiar’”.

La que sigue es una extensa conversación sobre el reloj biológico, es decir, el reloj que los seres vivos llevamos dentro y que se regula con la luz; y también hablamos sobre el cerebro, sus mitos y secretos.

¿Cómo afecta a nuestro organismo la contaminación lumínica por las noches?

Estamos preparados para un mundo que ya no existe, para un mundo donde hay días y noches; ahora, llega la noche y prendés la luz. En ese sentido, el reloj biológico tiene algo de fósil, de una vida pasada por los humanos. Dentro de esto hay algunos factores que desde hace muy poco se están estudiando y son muy preponderantes en el cambio. Uno es el de la luz a la noche, no solo sobre nosotros, sino sobre el ecosistema, ya que está cambiando en algunos casos la floración de las plantas, los insectos o los animales nocturnos no tienen idea de qué hacer. Es muy raro para un bicho tener tanta luz en la oscuridad. En el caso de los humanos hay correlaciones, que quiere decir que se relacionan dos variables que no necesariamente tienen causa-efecto entre el grado de incidencia de luz a la noche, la falta de sueño y los trastornos que acompañan la falta de sueño, y también trastornos específicos como la obesidad, metabólicos como la diabetes e, incluso, ciertos tipos de cáncer. De nuevo: no podemos decir que es una causa, que la luz a la noche causa cáncer, eso no es cierto; pero sí que hay una relación muy intrigante entre el aumento de la luz a la noche y el aumento de enfermedades que antes no eran tan comunes.

“Para definir al cerebro, tenemos que pedir ayuda a otras mentes, por ejemplo, a los poetas”.

¿Cómo funciona el cerebro?

Es muy complejo, tenemos que pedir ayuda a otras mentes para definirlo; por ejemplo, a los poetas. Una gran definidora de cerebros ha sido Emily Dickinson, que tiene un poema que empieza diciendo: “El cerebro es más amplio que el cielo y más ancho que el mar”. Claro que sí, porque ahí entra todo. En el cerebro entran nuestras emociones, nuestras memorias, nuestras decisiones, la moral, todo de nosotros, por eso es tan amplio y ni siquiera tiene límites precisos, porque eso amplio se va corriendo. A medida que uno va teniendo experiencias, el cerebro cambia. Eso se llama “neuroplasticidad”.

¿Cuán distinto es nuestro cerebro hoy respecto del de nuestros antepasados?

Nosotros tenemos un cerebro cavernícola. La estructura es la misma. El cerebro continúa evolucionando, porque nosotros continuamos evolucionando, pero la evolución sigue tiempos geológicos, no humanos. Tarda muchísimo. Sin embargo, lo curioso es que el tamaño craneano y el peso son los mismos. El cerebro pesa un kilo y pico, y con ese kilo y pico llevás tu experiencia a cuestas, tenés la evolución cultural que les donás a tus hijos y a tus amigos. Es un gran misterio que todas nuestras experiencias nos entren en la cabeza.

“Es un gran misterio que todas nuestras experiencias nos entren en la cabeza».

¿Qué produce más cambios: las emociones o la interacción con dispositivos que muchas veces sustituyen actividades humanas?

Sí, sustituyen actividades, pero eso no nos hace perder las funciones. Usar el GPS no nos quita el sentido de la orientación. Puede ocurrir que tengan menor actividad las áreas del cerebro relacionadas con la orientación, pero no es que se perdieron, simplemente descansan y están ahí para cuando se necesite usarlas. El caso de las emociones es distinto. Ellas esculpen nuestro comportamiento permanentemente. Tu cerebro es distinto si estás deprimido, maníaco, más contento, más triste o lo que fuera. Te cambia la memoria, vos vas a recordar las cosas de una manera diferente de acuerdo con el estado emocional, se modifica la percepción del tiempo. Si la estás pasando bomba, el tiempo pasa rapidísimo; si vos estás en la sala de espera del dentista, el tiempo se expande y no termina más. Eso es una muestra de la influencia de las emociones sobre las funciones de todos los días, que son inconscientes. La percepción del tiempo es un poco inconsciente. Muchas de las cosas que ocurren en el cerebro tampoco son conscientes, y después de eso, sale algo que vos llevás a la conciencia. Cuando decidís algo y pensás que estás en absoluto control de esa decisión, es más o menos así. No es una decisión tan racional como a vos te parece, se basa en un montón de procesos inconscientes que de pronto afloran como una decisión. Y si te cambio el enunciado de un problema o las opciones, por ahí decidís lo contrario. Lo que quiero decir es que no somos bichos tan conscientes como parece.

¿El cerebro funciona distinto frente a un problema matemático, una obra literaria o una obra de arte?

Hay muchos “neuromitos” que se basan en exageraciones sobre las funciones cerebrales. Uno de esos mitos dice que no tenemos un cerebro, sino dos, el izquierdo y el derecho. Digo que es un mito, no que es falso, porque se monta sobre algo real, extremadamente exagerado, que se llama “lateralización cerebral” y se refiere a que hay ciertas funciones que tienden a activar más el hemisferio derecho o el hemisferio izquierdo. Pero tenemos uno solo y funciona siempre en conjunto, y sus hemisferios siempre dialogan entre sí. A su vez, las funciones más racionales están localizadas, en general, en el hemisferio izquierdo, al que suele llamárselo “hemisferio dominante”, que también tiene que ver con el habla. Y las funciones más abstractas, también más emocionales, por ejemplo, de apreciación artística o de creación artística, tienden a activar más a regiones del hemisferio derecho. Aun así, funcionan siempre en paralelo. Por ejemplo, si uno quisiera cantar una canción, necesita ambos, porque el izquierdo te va a dar la letra, la métrica de la música; y el otro, la posibilidad de cantarlo sentimentalmente o de no hacerlo de una manera muy ploma. El hemisferio izquierdo, por ejemplo, también es medio buchón, puede llegar a inhibir funciones del hemisferio derecho.

“El estado inicial de enamoramiento es un caso bastante patológico para el cerebro, estamos bastante diferentes, bastante nabos en general”.

¿Se puede entrenar el cerebro?

Por un lado, lo estamos entrenando todo el tiempo, porque el cerebro es plástico y cambia. Sin embargo, otro de los mitos del cerebro es la gimnasia mental. El deterioro cognitivo es algo natural, todo cerebro va envejeciendo igual que el resto del cuerpo. Tenemos problemas con la memoria, con la atención, problemas físicos con el rendimiento, etcétera; por lo tanto, es interesante poder trabajar no para revertirlo, sino para enlentecerlo. Y ahí surgen estos kioscos de gimnasia mental, que dicen que si vos estás muy activo en una actividad determinada, todo el cerebro se va a beneficiar. Por ejemplo, si hacés muchos sudokus, tu cerebro no va a envejecer tan rápido. No es cierto. Vas a ser un experto sudokólogo, pero no necesariamente esto se va a extrapolar a otras áreas del cerebro, o al menos no hay pruebas de que esto vaya a ser así. Si vos querés mantener el cerebro bien y enlentecer el deterioro cognitivo, tu neurólogo te tendría que decir exactamente lo que dice tu cardiólogo: que tu cuerpo esté sano, con actividad física moderada, dieta balanceada y una cantidad adecuada de horas de sueño.

¿Qué pasa en el cerebro con el enamoramiento?

El estado inicial de estar enamorado, que llamaríamos “enamoramiento”, es un caso bastante patológico para el cerebro. Estamos bastante diferentes, bastante nabos en general. En ese momento tenemos mala memoria, mala atención, las hormonas en cualquier verdura, y tomamos decisiones malísimas. Por suerte, dura poco. Evolutivamente, si el enamoramiento durara toda la vida o años, no podríamos hacer nada. Nuestras emociones son una expresión del cerebro y del resto del cuerpo. Y a su vez, así como nuestro cerebro puede producir cosas, el mundo produce cosas y nos cambia permanentemente, y los amores son de los casos más claros.

Hay personas a las que comúnmente denominamos “pecho frío”, y otras, más pasionales. ¿Cuánto tiene que ver el cerebro en esto?

Muchísimo. El cerebro es el que rige nuestro comportamiento o la combinación entre cerebro y ambiente. El cerebro es fundamental. ¿En qué se basa? En lo que traemos de fábrica. Debe haber familias “pecho frío” y familias pasionales, pero además se basa muchísimo en nuestra experiencia, nuestra educación, nuestros amigos, depende de las dos cosas, por lo tanto, no hay dos cerebros iguales. Entonces, si estamos hablando de un comportamiento en una actividad determinada –en el deporte, por ejemplo–, este tiene dos componentes, el más cerebral y el más ambiental. Como buena metáfora, necesitamos la combinación adecuada de ambas cosas, de pechofriísmo y de pasión, tanto para un deporte como para cualquier cosa que hagamos.