Luis Felipe Noé: “Me fascina el eterno fluir de la vida”

0
1077

Artista incansable, sus obras llegaron a los principales museos del mundo. Cada año inaugura una nueva muestra, y a sus 88 años prepara un libro donde plasma sus indagaciones sobre el “caos”. 

El caos es la vida misma”, dirá una vez más Luis Felipe Noé, “Yuyo”, como prefiere que lo llamen. Está interesado en entender el caos como teoría desde los inicios de su carrera y, a sus 88 años, lo reconoce como una obsesión. 

Nació el 26 de mayo de 1933, en una familia donde la literatura era el entorno, con una gran biblioteca y un padre que, entre otras actividades, era crítico literario. Sin embargo, al pequeño Yuyo le atraían las imágenes más que las palabras, y su pasión por el arte fue creciendo con él. “Siempre quise ser pintor, pero no sabía si podía aspirar a eso, porque antes no se sabía aproximar a los chicos a la pintura, como en la actualidad”, cuenta. Entonces, recuerda que su juego favorito de la infancia era mirar libros con cuadros y pintores. Fue un niño tímido y algo nervioso al que le gustaba jugar en soledad. “Soy de géminis, entonces no me siento solo. Es como estar permanentemente en diálogo con otra persona”, reconoce mientras conversa por teléfono con Convivimos

Llegó tarde a su primera exposición individual, en 1959, en la cual se asumió pintor y conoció a los artistas Alberto Grecco, Rómulo Macció y Jorge de la Vega. Dos años más tarde, con Macció, de la Vega y Ernesto Deira formó el grupo Nueva Figuración, que marcaría la escena artística nacional.  

La del 60 fue una década intensa para Noé. Sus cuadros tuvieron una gran repercusión y obtuvo becas en el exterior, pero el éxito lo incomodó. Se alejó por un tiempo de la pintura, y con sesiones de terapia se fue amigando con el pincel. Expuso otra vez un año antes de radicarse en Francia, tras el golpe de estado del 76. Regresó en 1987 y se instaló en su casa-taller en Buenos Aires, a la que define como su lugar en el mundo.

Todos los años trabaja sobre cuadros inéditos para concluir con una nueva muestra antes de que llegue diciembre. En 2020, inauguró Tiempo sin edad en la Galería Rubbers de la ciudad de Buenos Aires. “Me parece bueno porque me desafío a mí mismo. Soy un poco hijo del rigor”, reconoce quien colgó sus cuadros en museos de Nueva York, París, Ámsterdam, Río de Janeiro y Madrid, entre otras ciudades. También recibió premios a su trayectoria, como el Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes, y representó al país en la Bienal de Venecia de 2009.

Siempre quiso ser pintor, pero la escritura también terminó siendo parte de su vida. Dice que prefiere los ensayos donde expresar sus pensamientos, como lo hizo con Antiestética, su primera publicación en 1965. Le siguieron cinco títulos que incluyen una novela dibujada. Actualmente está concentrado en la escritura de La asunción del caos, un libro complejo y profundo sobre su gran tema. 

Habla del arte como una aventura y su vida lo parece. Estudió Abogacía, ejerció el periodismo, fue docente y tuvo un bar llamado “Bárbaro”. 

  • ¿Cómo se manifiesta el caos en su proceso creativo?

Es como una obsesión. No creo en la frase común “Hay que poner orden en el caos”, porque poner orden en el caos es venir con prejuicios de ideas anteriores de lo que es orden-desorden. Y yo no creo que el caos sea sinónimo de desorden, sino que es la vida misma, con todo lo que va cambiando y se va gestando. Entonces, eso es lo que me fascina, el eterno fluir de la vida. Si bien la pintura es un arte estático, para mí es un desafío, como quien saca una fotografía de algo instantáneo dentro de lo que bulle. Lo he manifestado en mi obra a lo largo del tiempo de maneras muy distintas, por ejemplo, las instalaciones, las cuales me llevaron a situaciones de desborde con la pintura. Para mí, el caos es un tema profundo de pensamiento. 

  • Está escribiendo el libro “La asunción del caos”, ¿qué significa?

Es la asunción de sí mismo. Hablar del caos como estructura parece un sinsentido; no digo que el caos tenga estructura, lo que es difícil es estructurarse a uno mismo en el medio de la situación del caos. Entonces, en relación con las múltiples facetas del caos, uno toma algo y entiende la estructura de eso al menos para sí mismo. Es una manera de poder ser uno en función de todo ese marasmo que a uno lo supera. Asumir el caos es, ante todo, aceptarlo, entender que no es algo que sucede a pesar nuestro, está en nosotros mismos, que lo constituimos y nos es constituyente, a todos en conjunto. El problema es que, como no podemos responder por todos, cada uno responde por sí mismo dentro de ese todo. Todos es todo el que está vivo, en cualquier parte del mundo, desde el inicio de la humanidad hasta la que vendrá.

  • ¿Por qué, en su momento, dejó la pintura? 

Porque me desbordó. En cierto modo digo que yo no dejé la pintura, sino que la pintura me dejó a mí, en el momento que más la quería. Luego tuve una crisis y a raíz de eso hice terapia y allí empecé a dibujar. Así fui volviendo. 

  • ¿Por qué volvió?

Porque la necesitaba como lenguaje, como proyección de mí mismo. Eso lo sentí mucho en mi terapia. Mientras hablaba, dibujaba en los papeles que había en el escritorio con birome; lo cual es una cosa interesante, porque uno está hablando, que es un lenguaje, y está dibujando, que es otro lenguaje. No hacía ilustración de lo que decía, era otra cosa. Simultáneamente, me proyectaba en dos sentidos o lenguajes complementarios. Ese tipo de dibujo me sirvió mucho como clave para volver a pintar. 

  • ¿Dibuja en servilletas? 

Lo hacía más antes, ahora no tanto, porque lo hago permanentemente en casa. 

  • ¿Qué hace cuando no está pintando o escribiendo?

Leyendo o pensando. A veces veo películas, hablo con amigos. Siempre estoy muy rodeado de personas, mis colaboradores, gente que viene, no estoy solo. 

  • ¿Qué añora de otros tiempos?

No sé. Yo tuve la suerte de pertenecer a la generación del 60. Mucha gente habla de esta época, así como se habla de los 20, tanto desde el punto de vista internacional como local. Y me alegra haber pertenecido a esa generación. 

  • ¿Cómo describe su momento actual?

Estoy muy bien, porque pese a la edad, me siento en plenitud de trabajo. Y creo que estoy trabajando bien, tanto en lo que escribo como en lo que pinto. 

  • ¿Cómo es esa plenitud? 

Para mí es como un juego. Es un desafío. No me asusta la tela en blanco. Comienzo con una mancha cualquiera y ahí empieza el juego.

  • Pinta con el lienzo apoyado en la mesa, ¿qué cambió en la perspectiva? 

Cambió. Me ha servido para entender más la interrelación entre el dibujo y la pintura, el casamiento de la línea con el color. Es una mezcla de dibujo con pintura lo mío, de tinta china con acrílico, por eso me interesa la horizontalidad, me ayuda. 

  • ¿Cómo se lleva con las nuevas generaciones?

Estoy rodeado de jóvenes. ¡Para mí, casi cualquier persona es joven! Tengo un montón de amigos que tienen entre 30 y 60 años. Sobre todo me gusta mucho el contacto con las mujeres. No hay que hacer ninguna interpretación picaresca de lo que acabo de decir, sino real. Me entiendo bien con ellas, me gusta. Cuento con más amigas mujeres que hombres, a pesar de que tengo unos muy buenos. 

  • ¿Queda mucho de quien fue o va renaciendo? 

La respuesta está en el medio de las dos posibilidades. Uno está permanentemente cambiando y en el fondo nunca cambia, pero siempre está cambiando. Son maneras de ser de lo mismo. 

  • ¿Su mejor obra existe?

La estoy esperando, creo que no llegó todavía. He leído que hay pintores que consiguieron su mejor obra de viejos, como Tiziano, Monet, Matisse o Goya. No me quiero comparar con ellos, que son un ejemplo. Estoy contento con mi última exposición. Cuanto más complicados los desafíos, mejor me sientan. 

PING PONG

Un libro: El desierto y su semilla, de Jorge Barón Biza. 

Si fuera una herramienta de pintor: Un pincel.

Si fuera un cuadro: La ronda nocturna —que es en realidad diurna—, de Rembrandt.