Silvina Escudero: “Cuando bailo, soy muy feliz”

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Se dedica a la danza desde los tres años. En el camino, actuó, cantó, condujo programas y fue panelista en otros. Tuvo un pico de popularidad que le dio tantas satisfacciones como sinsabores. Hoy elige un perfil más bajo para disfrutar más del trabajo que ama.

Fotos: Nico Pérez 

Fue una de las principales animadoras del prime time en un momento en el que la televisión prácticamente no tenía competencia. La exposición por su trabajo en el show más visto del país hizo que explotara su popularidad y, con ello, que la necesidad de los medios por ofrecer contenido nuevo relacionado con su figura dinamitara su intimidad. Disfrutó del trabajo y sufrió las consecuencias de exponerse a más de lo que hubiera preferido, pero Silvina Escudero encontró la manera de tomar distancia de lo negativo, aferrarse a su arte y asumir un perfil y un rol diferentes en sus trabajos actuales.

Durante el último tiempo integró el equipo de uno de los programas más vistos del país, Los Mammones, donde desplegó su frescura y empatía secundando a Jey Mammon. Este año lo comienza actuando, bailando y cantando en Sex, el espectáculo versátil y osado que dirige José María Muscari. Silvina es una de las figuras del elenco porteño (la compañía también se presenta en Villa Carlos Paz), junto a Celeste Muriega, Christian Sancho, Benito Cerati y Felipe Colombo, entre otros.

Su camino artístico comenzó prácticamente con su vida, ya que desde muy chica se inclinó hacia la danza: a los tres años ya iba a clases junto a su hermana Vanina, dos años mayor que ella. “Siempre fui bailarina, de toda la vida. No sé si me acuerdo mucho de mis primeros pasos, pero con mi hermana pasamos por todos los estilos, siempre juntas. Hacíamos participaciones en teatros, en comedias musicales. La danza es el camino que me acompañó a lo largo de toda mi vida y es lo que me enseñó un montón de valores, como la disciplina que tengo, el ser tan puntillosa, tan detallista”, cuenta.

  • La disciplina es una de las claves para esta profesión…

Sí, hay que ser muy disciplinado, cumplir muchos horarios y tener mucho aguante. Ensayaba, y ensayo, todo el día, hasta muy tarde, y de chica al otro día debía ir al colegio. Era un montón. Te tiene que gustar mucho para hacerlo. Si no, no hay manera de que lo puedas llevar adelante.

  • ¿Nunca te pesó?

No, porque siempre me hizo muy feliz. Cuando bailo, soy muy feliz. En la adolescencia quizá me pesaba que todas mis amigas salían y hacían otras cosas, mientras que yo iba a contramano en ese sentido. Pesaba eso, pero siempre me dio mucha satisfacción la danza. Y siempre, gracias a Dios, me ha ido muy bien. Estudié para que eso suceda. La danza me dio perseverancia, disciplina, el tirar siempre para adelante. No importa la cantidad de caídas que tengas, siempre te tenés que levantar. Y esa es una característica de mi persona.

A los 13 años comenzó a trabajar. “No lo necesitaba económicamente, no lo hacía por una cuestión monetaria. Era lúdico, divertido. Me lo tomaba con esa responsabilidad, pero sin presiones”, dice. Como siempre, fue con su hermana como compañera: en pleno auge de los desfiles de verano organizados por Roberto Giordano, ambas se presentaron a un casting para ser las bailarinas de las marcas comerciales que realizaban pasadas cada noche. Fue el puntapié inicial para una carrera que no paró de crecer. Al año siguiente, las hermanas Escudero ya eran, con 14, las coreógrafas de esas mismas pasadas, y hacer temporada de verano se convirtió en una constante. No tardó en llegar la televisión y, por su carisma natural, su desfachatez y su belleza física, a Silvina se le abrieron oportunidades en roles más destacados. “Nunca paré de trabajar, pero siempre me costó, porque no tuve la ayuda de nadie ni soy hija de artistas. Todo fue a pulmón, con esmero, esfuerzo, perseverancia y sacrificio, por amor y pasión”, destaca Silvina.

Luego le llegó la posibilidad de trabajar en Bailando por un sueño, el ciclo de Showmatch que en aquel entonces arrasaba con todo lo que se le pusiera enfrente. Con picos de rating, el show era tan popular que se creó un ecosistema de programas satélite que hablaban no solo de lo que sucedía al aire, sino de los entretelones de cada emisión. La gran cantidad de horas dedicadas al ciclo hizo que sus protagonistas tuvieran que mostrar cada vez más de sus vidas, generar de alguna manera el contenido necesario para satisfacer la demanda. Peleas, encuentros amorosos, rupturas, todo se exacerbaba con la presencia constante de la cámara. Llegó un punto en que todo aquello fue demasiado para Silvina. 

“Como todo trabajo, esa época tuvo su parte luminosa y su parte oscura. Así como el público siempre me ha elegido y los productores me siguen llamando, y gracias a Dios sigo vigente y trabajando, hubo momentos en los que la pasé mal y me relacioné con gente no muy buena, que me ha hecho pasar experiencias no demasiado agradables. Pero así y todo, siempre seguí por el mismo camino. La danza y el arte no tambalearon, al contrario: son un gran eje en mi vida”, confiesa.

  • ¿Te llevó un poco puesta toda esa vorágine?

No, para nada. Aún hoy mis mejores amigas son las de mi infancia, por ejemplo. Toda la vida seguí siempre conectada con mi grupo de pequeña, con mi familia, que fue mi cable a tierra en todo.

  • En un momento decidiste alejarte un poco de la exposición, ¿no?

Sí. Creo que cuando uno tiene mucho éxito, se le acercan muchas personas. Algunas tienen intenciones positivas y otras no tanto, y yo nunca supe discernir muy bien eso. Siempre soy benevolente con todos, y creo que me relacioné con personas que no me hicieron bien. Eso me afectó. Ahí fue cuando empecé terapia y tuve un proceso largo, de un año o más, en el que decidí alejarme un poco de los medios, de tanta exposición. Eran 24 horas expuesta, porque tenía muchos trabajos: tele, radio, teatro. Todo. Era estar en boca de todos siempre. Nunca dejé de trabajar, pero empecé a bajar mi perfil.

“La danza me enseñó un montón de valores, como la disciplina, el ser tan puntillosa, tan detallista”.

  • ¿Fue difícil decidir alejarte un poco?

Tuve que empezar a decir que no a varias propuestas. Eso llevó a decisiones económicas, a reducir algunas cosas, pero también a una vida más saludable con mis relaciones sociales. Cuando uno está tan abocado a su trabajo, por más que le encante –porque yo disfruto de trabajar–, es inevitable alejarse un poco de la vida social. Empecé a conectar más con eso. Igual, hoy el trabajo sigue teniendo un papel superimportante en mi vida, pero creo que aprendí con el tiempo a poder bajar el perfil a nivel prensa.

  • ¿Cómo te sentiste con el cambio?

Fue bárbaro. Ya no hago trabajos donde me sienta incómoda. Ahora, más de grande, gracias a Dios puedo elegir qué trabajos quiero hacer y son todos superplacenteros, con compañeros hermosos. Estoy muy contenta con cada trabajo que hago, los elijo a conciencia.

  • Bailás, actuás, cantás, condujiste, fuiste panelista. Si tuvieras que elegir un trabajo ideal, ¿cuál sería?

No existe nada ideal. Las cosas solo pueden ser ideales en la cabeza, pero no en la realidad. Si esperamos lo ideal, vamos a sufrir siempre. Pero donde quiero seguir trabajando es en todo lo que tenga que ver con el arte. Es lo que estudié, donde me formé toda mi vida y lo que me acompañó siempre. El arte es para lo que nací.

No solo el arte acompañó siempre a Silvina: desde chica le inculcaron en su familia el amor por los animales. Su abuela rescató un gato de la calle, que unos chicos apedreaban, lo curó y le dio un hogar. Pupé vivió 19 años y Silvina lo consideró siempre un hermano más. Ese es el nivel de amor que siente por los animales y por ello estudió la carrera de Veterinaria durante cinco años. Sus trabajos no le permitieron continuar, pero ella no cierra la puerta a retomar los estudios en otro momento de su vida: “Podría volver a la facultad a los 60 perfectamente. Me imagino a mis 85, 90 años, siendo hiperactiva como ahora”, afirma.

En el camino del cuidado animal, colabora con todos los refugios que puede y divulga permanentemente un mensaje de reconocimiento de los derechos de los animales. “Siempre mi familia y yo difundimos la conciencia del derecho y el respeto animal. De que todos los seres vivos somos sintientes y, desde ese lugar, merecemos los mismos derechos. No vale más la vida de un animal humano que de un animal no humano, según mi punto de vista. Todas las vidas valen igual”, dice. 

A LA DISTANCIA

La unión con su hermana Vanina siempre fue tan intensa que cuando el año pasado decidió mudarse junto a su marido y sus hijos a Uruguay, a Silvina le costó asimilarlo. Durante una semana no pudo dormir pensando en la distancia que las separaría. Y no solo por Vanina, sino, sobre todo, por sus sobrinos: “Al ser adultas, nosotras podemos tener otro tipo de comunicación. Pero me costó asumir que me voy a perder el día a día de los chicos. A un niño no lo ves tres meses y ya creció un montón y te perdiste su primer partido de fútbol, su primera caída de un diente… Hoy lo acepto, obviamente, pero fue como un gran duelo. Me encantaría que la realidad fuera otra, pero trato de amoldarme a lo que tocó. Desde que abrieron las fronteras, de hecho, ya viajé tres veces a Uruguay”, cuenta.