La niñez del siglo XXI contada por sus protagonistas

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Para homenajearlos en su día, les dimos el micrófono a una decena de chicos de distintas ciudades del país. Nos contaron qué piensan, qué desean y qué sienten. También cómo les influyen las redes y el bullying. Una nota para saborear.

Por: Valeria García Testa

 

Quisimos celebrar el día de los niños escuchándolos a ellos, sin nadie que los tradujera ni interpretara. Por eso entrevistamos a Sara, de 10, alumna de una escuela privada de Mar del Plata; Leandro, de 11, de una escuela pública del barrio porteño de Flores; Milena, de 10, de una escuela privada de Caballito (CABA); Lautaro, de 6, de una escuela privada de Flores; Bruno, de 7, de una escuela privada del barrio de Palermo (CABA); Lorenzo, de 12, de una escuela pública de Villa Devoto (CABA); Uma, de 8, de una escuela privada de la ciudad de Córdoba; Sofía, de 11, de una escuela privada de Escobar (Buenos Aires); Federico, de 5, de una escuela privada de Rosario (Santa Fe); e Isabella, de 7, de una escuela privada de Mar del Plata. Los invitamos a asomarse a los claroscuros de ese territorio entrañable que es la infancia, tan distinta y tan parecida a la que vivimos cada uno de nosotros.

 

En primera persona

Qué te gustaría ser cuando seas grande es la pregunta que todos escuchamos alguna vez. Ellos contestan sin demasiadas vueltas y sumando profesiones: “Quisiera ser peluquera, patinadora y cantante”, dice Milena. “Actriz, azafata y también vender en un supermercado”, contesta Uma. Sofía piensa combinar su pasión por escribir cuentos con ser veterinaria, armar un refugio donde rescatar perros y darlos en adopción. “Jugar al fútbol, ser veterinario y no me acuerdo qué más”, dice Bruno. Lorenzo ya sabe que irá a una escuela secundaria de la que egresará como técnico en programación, pero también le gustaría ser futbolista. Hay otros que imaginan un único destino, como Sara, que quiere ser bióloga marina; Federico, que promete ser paleontólogo porque le gustan “los dinosaurios de verdad”; o Leandro, que hasta pensó en sus limitaciones y le encontró la vuelta: “Quiero ser autor de cómics, no dibujo muy bien, pero yo podría escribir las historias y otro hacer las ilustraciones”.

“Antes yo era llorona y me burlaban. Ahora trato de defenderme”. Sofía

¿Y los vínculos? ¿Qué hace que los chicos consideren amigos a unos sí y a otros no? El haber compartido años anteriores parece volverlos cercanos: “Eduardo es mi mejor amigo porque en jardín ya jugábamos juntos”, dice Bruno. “Que me ayudan y me tratan muy bien y que me dieron galletitas en primer grado, cuando les pedía por favor”, responde Isabella. “Que son buenas y la mayoría viene de salita de 3”, explica Sara. También hacen foco en valores compartidos: “Que son muy confiables y no te delatan”, define Milena. “Que podemos contarnos cosas”, dice Leandro. “Que me defienden y que se arrimaron a jugar conmigo. Son justas y respetan a los otros”, explica Uma. “Que me hacen reír, me tratan bien y me aguantan los chistes”, afirma Sofía. “Que son buenas personas, me hacen reír, me ayudan y hablamos de las cosas de la vida”, resalta Lorenzo.

Así como la escuela es el ámbito donde más amigos encuentran, también puede resultar un escenario de hostilidad. La mayoría de los chicos sabe definir qué es el bullying. Y algunos se animan a contar que lo vivieron: “A mí me burlaban porque en primer grado me había hecho encima, y me cargaban por eso. Yo me sentía mal y se lo contaba a la psicóloga a la que iba. Por suerte, en cuarto grado nos habló el profe Matías, y los que burlaban dejaron de hacerlo”, comparte Leandro. Sofía relata: “A mí me hizo bullying un grupo del colegio al que iba antes; se hacían llamar ‘populares’, eran muy malos y me decían ‘mona’. Antes yo era llorona y me burlaban. Ahora trato de defenderme. Como soy adoptada, algunos me decían ‘Ya sabemos por qué te dejaron tus papás, por mona’. A mí eso me dolía un montón, así que les contestaba: ‘A ustedes los tuvieron en la panza, a mí me eligieron entre muchos chicos’”.

La psicopedagoga María Zysman, directora de Libres de Bullying y autora de Bullying. Cómo prevenir e intervenir en situaciones de acoso escolar (Editorial Paidós), dice que si bien siempre hubo niños hostigados y niños que hostigaron, eso tomaba otra forma porque la infancia estaba más preservada. “Ahora hay mucha ansiedad, frustración y ‘tolerancia cero’ a ella. Los niveles de agresión son más fuertes”. Resalta que los chicos son autocríticos y reconocen su participación, pero que los docentes y los padres suelen poner la culpa afuera. “Y no es un tema de culpas, sino de responsabilidades compartidas”, afirma.

 

 

(En) Redados

La tecnología es parte de la vida cotidiana de los niños. Quienes todavía no tienen celular se lo piden prestado a sus padres y ansían llegar a una edad en la que dispongan del propio. Isabella dice: “Quiero tener uno para mandar mensajes, jugar y hablar con mi bisabuela Lucía, porque ya no le queda mucho tiempo”. El cambio del equipo de algún miembro de la familia es una puerta de acceso para el primer celular. Eso pasó con Uma, cuando su mamá cambió el teléfono y le dio el viejo para que pudiera usar los juegos; o con Sara, que desde principios de año tiene el que era de su abuela. “Lo uso poco porque tiene pocas aplicaciones”, dice. A Lorenzo le regalaron uno nuevo el Día del Niño pasado, hasta ese momento venía usando uno que había sido de su abuela. En el nuevo puede ver videos y seguir a youtubers, igual que Milena, a quien se lo compraron el año pasado.

“Tengo Instagram. ¡Lo que nunca subiría sería una foto mía haciendo la tarea!”. Milena

Instagram es la estrella de las redes sociales: “Tengo Instagram, pero en privado. Solo lo uso para darles likes a otros. Cuando sea mayor de edad, voy a ser youtuber para mostrar mis viajes y hacer reír”, dice Sofía. “Tengo Instagram. ¡Lo que nunca subiría sería una foto mía haciendo la tarea, no me gustaría que me vieran haciendo eso! En mis contactos tengo a amigos y familia”, explica Milena. Lorenzo también hizo un perfil privado: “Yo prefiero que me siga gente que conozco. Los que tienen muchos seguidores te dicen que sos un loser, que piensen lo que quieran”. Leandro tiene Facebook, Instagram y YouTube, y se pone contento cuando lo siguen desconocidos “porque eso significa que hay otros que te están viendo”, aunque sabe de los riesgos. “A fines del año pasado, entré en un grupo de Dragon Ball en Facebook y una persona me empezó a escribir cosas que no eran para mi edad. Tenía un nombre de perfil en ruso y no la podía bloquear. Yo había visto en la tele que algunos engañaban en las redes, entonces le dije a mi hermana mayor y después se enteró mi mamá”.

La psicopedagoga María Zysman explica que los chicos tienen naturalizada la tecnología, pero que un niño no debería utilizar redes sociales, así como no le daríamos la llave del coche. “Hay que explicarles los riesgos de la hiperexposición. El problema es que los adultos, con nuestros propios hábitos, los estamos hiperexponiendo”, sostiene.

Fraternidad

La relación con los hermanos oscila entre peleas varias y mucho amor. Isabella lucha con Juan Pedro, de 3 años: “Les saca las cabezas a mis muñecas, me pega y me muerde. Igual, si lo retan, yo me preocupo”, cuenta. “Tengo un hermano de 3 años que se llama Andrés y me llevo mal, ni me acuerdo por qué nos peleamos”, reconoce Uma. A Sara le pasa algo parecido: “Tengo un hermano de 11 años, me pelea mucho y me hace trampa cuando jugamos”. Bruno dice orgulloso que le enseñó a usar el monopatín a su hermanita Gina. Y Federico confiesa que no juega mucho con Tete, de 2, y no le entiende nada cuando habla. Lorenzo y Sofía no tienen hermanos, y si antes querían tenerlos, ahora dicen estar bien así. Milena es terminante: “Con mi hermano me llevo mal, no para de molestarme”. Pero cuando le toca decir qué fue lo mejor que le pasó en la vida, no lo duda: “¡Tener un hermano!”. Para Sara, lo más lindo es “tener primitos”, Lautaro cree que lo mejor fue que el año pasado lo anotaran en fútbol y Bruno vivió su mejor momento cuando lo invitaron a un cumpleaños y había “trampolines para saltar”. Isabella sintió que tocó el cielo con las manos cuando ganó la primera estrellita de buen comportamiento en el colegio. Más filosóficas, Uma y Sofía dicen que lo mejor es “vivir”.

 

 

Intensa(mente)

La psicóloga Julieta Tojeiro, coordinadora del equipo de niños y adolescentes del Instituto Sincronía, explica que en la niñez no solo se va complejizando el pensamiento, sino también las emociones. “Primero sentimos la emoción y después le agregamos la carga de pensamiento. Todas las emociones son buenas, porque nos dan información de nuestra interacción con lo que nos rodea”. Aconseja estar atentos a que la respuesta emocional de los niños sea acorde a la situación, porque tanto la sobrerreacción como su ausencia son desregulaciones. “Para ayudarlos a recuperar la calma, la respiración es una gran herramienta, porque las emociones impactan primero en el cuerpo y desde él se puede volver al equilibrio”, dice.

Milena tiene un método para tratar de calmarse antes de una prueba: “Pienso en cosas felices y me tranquilizo”. Leandro, también: “Si estoy en el colegio, intento aguantar. En mi casa, me pongo videos con música relajante”. Y Sofía, que se reconoce ansiosa, siempre tiene presente lo que aprendió en una clase de mindfulness  que le dieron en la escuela: “Que todos somos buenos para algo, que podemos hacer lo que queramos, siempre que no rompamos las reglas o lastimemos a alguien”. ¿Cuáles son los motivos de enojo? Federico se ofusca cuando lo retan, Leandro se molesta cuando alguien burla a otro, Sara reconoce que la altera que sus amigas se digan secretos y la dejen afuera. ¿Y qué cosas los ponen tristes? “Decir qué me pone triste, soy sensible”, contesta Uma. “Que algún familiar se vaya de viaje”, dice Sara. Sofía sufre si ve perritos pisados en la ruta y Leandro lloró mucho por la muerte de su gato. 

“Yo había visto en la tele que algunos engañaban en las redes, entonces le dije a mi hermana mayor y después se enteró mi mamá”. Leandro

Cuando soplan las velitas, piden tres deseos. ¿Pero qué pedirían si supieran que se van a cumplir? “Que todos sean felices”, propone Isabella. “Que no haya perros en la calle”, confía Sara. “¡Volar y llegar hasta donde estás vos!”, se entusiasma Uma. “Que me regalen la Play”, suelta Lautaro. “Conocer a mi abuelo Federico, que murió antes de que yo naciera”, dice Sofía. “Un auto grande que es para nenes y tiene motor”, se ilusiona Bruno, y Federico quiere “un Transformer de verdad”. Leandro desea poder volar y que a las otras personas nunca les pasen cosas malas.

¿Qué creen los chicos que es lo mejor de ser adulto? Para Isabella, usar el celular; para Leandro, triunfar en la vida; y para Uma, trabajar y manejar autos. Sofía dice “tener hijos” y Milena habla sobre la cantidad de amigos o vivir en otro país. Para Sara, lo mejor sería tener todas las mascotas que se quiera; para Lorenzo, irse a vivir con amigos; y para Fede, hacer lo que quieras y cuando quieras.

¿Y qué será a su criterio lo mejor de ser niños? “Que todavía no tenés que mirar cosas aburridas”, dice Isabella. “Que no hay más responsabilidad que ir al colegio”, responde Sofía. “¡Que puedo estar en esta revista!… Dejame pensar… No sé la diferencia entre ser grande y ser chica”, reconoce Uma. “Que tenemos a alguien que nos cuida”, agradece Leandro. “Aprender”, celebra Lautaro. “Que no tenés muchos problemas”, se alivia Sara. “Tus amigos y saber que te queda mucha vida por delante”, festeja Lorenzo. “Que voy a ir creciendo y cumpliendo mis sueños”, promete Milena.

Para nosotros, que ya somos grandes y todavía tenemos mucho de chicos, fue un inmenso honor conversar con cada uno. Gracias a las familias por permitirnos el placer de conocer un poco más a sus hijos y así bocetar las aristas de la infancia de hoy. ¡Feliz día!

 

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