Atucha

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Dos de las tres centrales nucleares con que cuenta nuestro país –Atucha I y II– se encuentran en la localidad bonaerense de Lima, en el partido de Zárate. Viaje al corazón atómico argentino.

Fotos Vera Rosemberg  

Uno dice “central nuclear” y automáticamente se dibuja la imagen de una cúpula de cemento. Es como la manzana de Apple o el óvalo de Ford. La cúpula que pesa miles de toneladas impresiona como un gigante al verse a la distancia. Y es una mole que mide más de media cuadra de ancho y varios pisos de altura al quedar frente a frente. 

Semejante jaula de acero y cemento es así de enorme para contener en su interior a un reactor que desencadena energía a partir de un proceso físico llamado fisión nuclear controlada. La fisión consiste en “bombardear” con un neutrón un pequeñísimo átomo de uranio para que, al dividirse, libere dos o tres neutrones, y estos, a su vez, fragmenten nuevos núcleos del combustible. Esa reacción es la que dispara calor para calentar agua y producir vapor, que luego se encarga de mover una turbina, que es, en definitiva, quien convierte la energía nuclear original en eléctrica. 

Del mismo modo funcionan las que utilizan carbón, fueloil o gas. La diferencia entre la energía atómica y la que se genera por la combustión de combustibles fósiles es que no origina gases de efecto invernadero.

Atucha se llama Atucha un poco por las vueltas que tiene la vida. El lugar fue propiedad de los jesuitas hasta 1767, cuando fueron expulsados del Virreinato del Río de la Plata por la Corona española. A partir de allí, las tierras en cuestión pasaron por distintas manos, entre ellas, las de Toribio Lima y José Atucha, este último en razón de haberse casado con Justa, hija de Toribio. Precisamente, cuando se decidió instalar las centrales nucleares en Lima, sobre una de las márgenes del río Paraná, a unos 100 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, estas fueron bautizadas con el nombre de Atucha (I y II). 

El 17 por ciento de toda la energía eléctrica producida en el mundo proviene de centrales atómicas. Mientras que, en la Argentina, ese porcentaje es del 11 por ciento, una cantidad que permite abastecer el consumo de 11 millones de personas. 

La cúpula del reactor de Atucha I.
El cerebro de la operación de la central.
Un trabajador de la central siguiendo el estricto protocolo de seguridad camino a su uniforme de trabajo.
La energía nuclear se convirtió en eléctrica y parte rumbo al Sistema Interconectado Nacional.
Un medidor de radiactividad.

VERA ROSEMBERG

Vera Rosemberg nació en Buenos Aires en 1975. Se dedica a la fotografía editorial. Fue editora fotográfica de Rolling Stone Argentina (2009), Brando y Living (2010-2016). Publicó, entre otros medios, en los diarios La Nación y El Mundo (España), y las revistas Lugares, Ohlalá!, Gatopardo (México), Soho (Colombia) y Closer (Francia). Web: www.verarosemberg.com