Cómo diseñar una huerta urbana

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En el marco de la pandemia, la posibilidad de disponer de vegetales cultivados en casa cobra un nuevo significado: el de asegurar la provisión de alimentos frescos y saludables. 

Además del placer que conlleva cosechar y consumir lo cultivado con las propias manos, organizar una huerta resulta en estos momentos una solución para encaminarse hacia el autoabastecimiento alimenticio con productos libres de agroquímicos.

Si bien en las grandes ciudades la falta de espacio dificulta instalar una quinta tradicional, la agricultura urbana permite adaptar los procesos productivos a ese escenario, con estrategias de asociación y rotación de plantas, para agilizar y aprovechar al máximo su rendimiento (la asociación se refiere a combinar correctamente las especies para un mejor aprovechamiento del espacio y de los nutrientes; y la rotación, a alternarlas para conservar la fertilidad del suelo y así mejorar la calidad de la tierra).

¡A EMPEZAR!

Una cuestión por considerar son los elementos que se precisarán para llevar a cabo la huerta urbana; y aquí es necesario agudizar el ingenio y echar mano a los recursos que hay alrededor para que la propuesta sea económica y accesible: todo recipiente debidamente perforado en la base para el drenaje sirve para futuras macetas o contenedores (tachos de pintura, potes de helado de plástico o telgopor, latas de conserva, cajones, neumáticos, etc.); y las semillas, los bulbos y las raíces se pueden comprar o bien obtener de las frutas y verduras que hay en casa.

El lugar indicado para instalar la huerta debe reunir características tales como: recibir buena luz natural (de acuerdo con el tipo de hortaliza, precisará entre tres y seis horas diarias de sol) y disponer de grifos o mangueras cercanos para garantizar el riego. De emplazarla en la terraza, se debe crear una barrera con plantas altas o cañas que paren el viento y protejan a las plantas del calor; lo mismo rige en el caso de erigirla en un balcón, para resguardarla de la polución.   

La calidad de la tierra es esencial para obtener buenas plantas; y eso, en la ciudad, es un bien que escasea, amén de que no siempre se sabe el tipo de suelo que se podrá obtener. 

Afortunadamente, para eso hay una prueba sencilla que consiste en hacer una masa homogénea con una porción de tierra –libre de durezas y piedras– y agua, y formar un cordón: si queda bien, pero se rompe al apretarlo, se trata de un suelo limoso, compacto y poco permeable, no aconsejable para el cultivo de hortalizas; si se desarma, es un suelo arenoso, demasiado permeable y con pocos nutrientes; si se forma el cordón sin problemas, se trata de un suelo arcilloso, alto en nutrientes, pero con limitada capacidad de drenaje.  

La mejor opción sería comprarla, pero cuando ello no es posible, se la puede enriquecer mezclando una parte de tierra negra con otra de arena (también puede ser cascarilla de arroz o viruta), y a ello agregarle tres partes de abono orgánico. Este sustrato proveerá los nutrientes y el agua necesarios, y permitirá un correcto drenaje.

El control de plagas es una parte destacada del proyecto, ya que se deben repeler los insectos dañinos sin emplear agrotóxicos. Incluir plantas como la ruda, el copete, la ortiga o la caléndula ayudará a mantener la huerta a salvo y a atraer bichitos benéficos, como libélulas, vaquitas de San José, tata dios y crisopas, entre otras.

EL CULTIVO

Algunas especies crecen en otoño-invierno, mientras que otras lo hacen en primavera-verano; es importante respetar su tiempo de siembra para que se desarrollen con plenitud.

Existen diferentes técnicas para comenzar a cultivar:

• la siembra directa, cuando las plantas se colocan en el recipiente definitivo, que está indicada para las semillas grandes, como las de melón o zapallo, y para hortalizas como habas, rabanitos, acelgas, zanahorias, porotos, perejil y maíz.

• la siembra por almácigos, conveniente para las semillas pequeñas, como las de repollo, tomate, brócoli, puerro y lechuga, que primero se plantan en un recipiente (como vasos plásticos, cajones, latas de dulce, macetas de papel, etc.) y se trasplantan al definitivo una vez germinadas.

Para los que no tienen mucha experiencia en estas lides una buena opción la constituye apostar por plantas como la rúcula, la lechuga, el rabanito y la radicheta, cuyo cultivo y cosecha son sencillas; o aromáticas, como el orégano, el perejil y el romero.

Si deseamos empezar ahora, deberemos escoger hortalizas encuadradas dentro del período primavera-verano del calendario agrícola, tales como: albahaca, batata, berenjena, lechuga (excepto la “gallega”), choclo, melón, pepino, perejil (excepto la especie “gigante”), chaucha o poroto, puerro, radicheta, tomate, zanahoria, zapallo y zapallito.

Fuente: INTA 

EJEMPLOS DE ROTACIÓN Y ASOCIACIÓN DE PLANTAS

Planificar adecuadamente la huerta implica que las especies crecerán bien, no se disputarán los nutrientes y no agotarán el sustrato. Una forma de hacerlo es, en un mismo recipiente, asociar plantas que no compitan por los recursos de la tierra, como amalgamar especies de hoja (que consumen nitrógeno) con otras de raíz profunda (que absorben potasio). Un ejemplo de ello sería combinar lechuga, zanahoria (o rabanito) y alguna planta repelente (como el copete o la caléndula), y, una vez cosechadas, rotarlas con especies de bulbo, de raíz y de hoja. 

También se pueden asociar choclos con porotos (que le suministran nitrógeno) y zapallo; el maíz le servirá de soporte al poroto, mientras que el zapallo ejercerá como cubresuelo para frenar el crecimiento de malezas. Este “combo” deberá alternarse con legumbres como las habas, para que el suelo no se agote.