Comunidades de aprendizaje: La educación más allá del aula

0
395

Tejen lazos invisibles con los que arman redes. En ellas siempre hay una escuela de puertas abiertas y organizaciones comprometidas con la infancia. Su fortaleza está precisamente allí, en la trama de voces con la que sostienen sus proyectos.

Fotos: Gentileza Roxana Ramírez

En la profundidad de los vecindarios periféricos de las grandes ciudades suelen latir “comunidades de aprendizaje”, redes intangibles de voluntades y almas que trabajan juntas para sostener y promover a sus habitantes; en especial, a  niños y adolescentes.

Las fronteras simbólicas que cruzan las metrópolis impiden que estas barriadas asomen, pero quienes habitan esos territorios, castigados por la pobreza y el olvido, saben que la mejor manera de vivir y sobrevivir es unidos en un lazo solidario y colectivo, en simbiosis con la educación pública. 

En tiempos de emergencia sanitaria y calamidad colectiva a causa de la pandemia del coronavirus, el sostén comunitario es la vara que mantiene erguida la delgada línea que separa la vida y la muerte. 

En barrio IPV Argüello –en la zona norte de la ciudad de Córdoba–, la maestra Alicia Medrano es un eslabón en una enorme red que funciona desde hace más de diez años. 

Alicia vive en el barrio y trabajó en la escuela Hugo Leonelli. En la actualidad, es docente en la Ricardo Nassif. Ambas instituciones integran la Mesa de Organizaciones de IPV de Argüello, un colectivo del que también participan la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), la radio comunitaria Rimbombante, la copa de leche La Casita, el Centro de Salud Municipal N° 57, el colegio secundario Ipem 18, el jardín Garabatos y el centro educativo Juana Azurduy. 

La maestra cuenta que los alumnos, en épocas de «normalidad», participan todas las semanas de las jornadas del Centro de Actividades Infantiles (CAI), un programa provincial de gran aceptación en las escuelas estatales. 

El CAI funciona como una pieza del engranaje comunitario al que, en 2015, se sumaron profesionales de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC con un proyecto de extensión para acompañar las trayectorias de los chicos dentro y fuera de la escuela. 

“Decidimos darle sentido comunitario al lugar donde viven los chicos”.
Alicia Medrano

“La potencia del trabajo comunitario es enorme”, dice Paula Basel, coordinadora de la iniciativa de la que participan docentes, egresados y estudiantes de Ciencias de la Educación y Geografía. “La universidad se suma a ese trabajo para pensar la infancia, con experiencias educativas dentro de la escuela que puedan contagiar y continuar en las familias”, indica Basel. 

En ese sentido, para construir puentes con el reconocimiento de los niños en su realidad, decidieron “que la escuela saliera al barrio, darle sentido comunitario al lugar donde viven los chicos. Valorarlo. Volver a mirar”, agrega Medrano. 

A LA CAZA DE COLORES 

Mariana y Juan Pablo Dávila son papás de tres alumnos de 7, 10 y 11 años de la escuela Nassif. “Empezaron a ir todos los sábados al CAI. Estaban contentos por la forma en que los trataban y por las cosas nuevas que aprendían”, cuenta Juan Pablo. “Hacían juegos, salían a la calle y a recorrer las ferias. Cada uno en el camino de su casa al colegio iba marcando los postes con una estrella de color para que se guiaran. Sacaban fotografías y leían cuentos”, enumera Mariana.

La intención, cuenta Alicia, era recorrer los lugares estigmatizados, incluso aquellos considerados “zonas rojas”, para descubrir el entramado vital que late en estos sitios.

Se realizó un mapeo del vecindario para armar una nueva cartografía y reconstruir los sitios significativos, ponerles nombre, darles identidad. Para ello fue fundamental el trabajo previo de investigación de la licenciada en Geografía Carla Pedrazzani sobre segregación residencial socioeconómica de IPV de Argüello, 2 de Septiembre, Granja de Funes II, Villa Hermana Sierra y asentamientos aledaños. 

En paralelo, comunicadores sociales impulsaron trabajos con “imágenes potentes” (en oposición a “las negativas que publican los diarios”), que mostraran las riquezas de la barriada, la vida, el trabajo y los encuentros. La intención era la construcción de una alianza fraternal en búsqueda de lo común, de lo que los une.

Así, los chicos tomaron fotografías en la feria sabatina del playón, donde las familias venden comida, ropa usada o artículos de limpieza. “Salimos a cazar colores en la feria, a hacer zoom y elegir un detalle. Con esas fotos hicieron un mapa del playón”, puntualiza Basel. 

Las caminatas se realizaban después de un acercamiento literario. El libro Cómo atrapar una estrella, de Oliver Jeffers, por citar un caso, sirvió de puntapié para conocer lugares cercanos que brillaran como las estrellas que marcan el camino y para producir conocimiento vivo y sensible en espacios poéticos. 

¿Qué lugares brillan en el barrio? El comedor, la cancha de fútbol, la iglesia… “Fuimos hasta el fondo de la villa, donde hay un potrero, ese lugar es muy significativo para muchos chicos. Pintaron estrellas en el recorrido, dejaron sus huellas”, cuenta Basel.

La lectura compartida de libros-álbum abre el juego a la sorpresa y la imaginación.

ABRIR HORIZONTES

“La escuela decidió salir al barrio, al playón, a buscar las copas de leche, a ver a dónde les gustaba estar a los chicos, qué lugares les llamaban la atención. Recorrimos dando la idea de que viven en un lugar lindo”, subraya Medrano.

Para la maestra, la experiencia fue extraordinaria. Los chicos transmitían lo vivido en sus hogares; percibían la compañía y la protección de una comunidad que abría horizontes de posibilidades, de justicia y de cuidado. “Buscamos darle sentido al lugar donde están. Dejar de lado el miedo o los tiros, que sí existen, pero darle el sentido comunitario”, refiere Medrano.

“Las maestras dicen que quieren ‘darlo vuelta’; es decir, no pensar a los chicos y al barrio desde las carencias, sino desde todo lo que pueden”, plantea Basel sobre una iniciativa que fue posible porque Carina Garay, directora de la Escuela
Nassif, le hizo lugar en su institución. 

De esta manera, el proyecto extensionista de la UNC –que incluyó el seminario “Infancias y territorios en movimiento” para universitarios y las maestras del vecindario– motorizó un proceso artesanal, creativo y sensible de arte y literatura para que la palabra circulara libre. 

“En las comunidades de aprendizaje todos somos responsables en la relación con la infancia”.
Paula Basel

En este entretejido territorial con base en la reciprocidad y la solidaridad mutua, también se abrieron talleres para las mamás solas, víctimas de violencia de género, con dependencia económica o con hijos con adicciones. “La idea nació en la Mesa de Organizaciones de IPV Argüello para ayudar a cuidar desde lo comunitario a quienes tienen la tarea de cuidar. El cuidado como algo colectivo. Esta dimensión es fundamental para sostener la trama de la escuela y de las familias”, remarca Basel.

INTERVENCIONES POÉTICAS 

La experiencia de la comunidad de aprendizaje y el reconocimiento de las historias cotidianas ayudó a que los niños se animaran a hablar y a que los adultos estuvieran más atentos a lo que tenían para decir. Los libros y sus relatos se convirtieron en imprescindibles.

Así, se llevaron a la práctica las ideas teóricas de la antropóloga francesa Michèle Petit, quien asegura que mientras más difícil es el contexto, más necesarios son los “espacios poéticos” (para el pensamiento y los sueños) que permitan salir de uno mismo para reconocerse y comprender la propia historia.

Con esa imagen como norte, la invitación fue imaginar intervenciones poéticas desde la biblioteca escolar como lugar para anidar comunidades de lectura. 

De a poco, las comunidades de lectura se fueron ampliando y el trabajo de enseñar fue traspasando la escuela, fortaleciendo lazos en familias golpeadas por crisis y rótulos que, al fin, encontraron herramientas para posicionarse desde otro sitio. 

Cuando los saberes se enlazan, la fragmentación se esfuma y asoma la esperanza. “El aprendizaje no es individual o al interior del aula. En las comunidades de aprendizaje, que vamos tejiendo, todos somos responsables en relación con la infancia, en la búsqueda de estrategias situadas y en la complejidad de enseñar en espacios de profundas desigualdades sociales”, concluye Basel.