Cristina Solórzano: Defensora del parto humanizado

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Obstetra y ginecóloga, defiende desde hace décadas el parto natural y consciente, con todos los cuidados para la madre y la participación del padre. En su libro La magia de nacer, reeditado hace poco, compila y teoriza su trabajo de toda una vida.

Foto Patricio Pérez

Existe otra forma de ejercer la obstetricia que incorpora una mayor conciencia de lo que significa el acto mismo de parir. Este pensamiento guía el quehacer profesional de la médica obstetra y ginecóloga Cristina Solórzano. En su convicción de que los métodos habituales son poco amables y hasta agresivos para la mujer, propone una práctica diferente que consiste, entre otras cosas, en llevar a cabo el parto en una postura más libre y elegida por la madre, y que puede ser sentada o en cuclillas. 

“Por desgracia, en nuestros hospitales y sanatorios todavía subsisten prácticas casi vejatorias. Así vemos que en el momento en que una mujer está a punto de parir, cuando necesita de mayor apoyo, ternura y seguridad, se la violenta en muchos sentidos. Por ejemplo, se la obliga a permanecer acostada o a adoptar posturas antinaturales como levantarle y atarle las piernas a un barral”, explica. 

En cambio, ella se autodefine como defensora del “parto humanizado y natural”, “parto respetado” o “sin intervención”, que se puede llevar a cabo en el hogar o en sanatorios, y con la participación del padre. Desde hace varias décadas lo pone en práctica a través del equipo interdisciplinario que dirige y que incluye a un médico neonatólogo, una psicóloga y una partera. También publicó el libro La magia de nacer, reeditado recientemente por la Editorial Antroposófica, que compila y teoriza su esfuerzo por humanizar la obstetricia.

Cuenta que desde que ella misma fue madre, después de padecer en carne propia lo que ahora critica, empezó a preguntarse y a investigar si se podía evitar la forma tradicional de parir. En este camino, fue convocada a formar parte de un equipo interdisciplinario junto al célebre pediatra Florencio Escardó, la psicóloga Eva Giberti y Tucho Perrusi (1918-1977), creador en 1962 de un sillón de partos para dar a luz sentada. 

Entre otras cosas, se enteró de que en otras épocas el parto se realizaba en posición vertical: “Las mujeres parían sentadas o de pie, nunca se acostaron espontáneamente. Esto es algo que se puede ver representado en esculturas de hace muchísimos siglos halladas en distintos lugares del mundo y muy lejanos entre sí, como Perú, el norte de África y Medio Oriente. Incluso existen referencias bíblicas que lo confirman. Es evidente que los obstetras que introdujeron la posición horizontal, en el siglo XVII, no buscaban facilitar la experiencia de la paciente, sino poder observar mejor ellos el proceso del parto”, explica. 

Además, Cristina es partidaria –aunque aclara que jamás trata de imponerlo– de que la mujer viva el momento del parto en su propia casa. “De esta forma, ella está en su atmósfera y puede moverse libremente, sumergirse en la bañera, comer, dormir o pasar un momento a solas con su compañero. Es el estado ideal para que el trabajo de parto se desarrolle naturalmente”, cuenta. Incluso muchos de sus partos se llevan a cabo en el agua, para lo cual ella lleva una pileta especial que se arma en el lugar: “El bebé, que está habituado a la inmersión en el líquido amniótico, entra directamente en contacto con un medio que le resulta familiar de una forma no violenta y sin traumas”. 

En cuanto a la participación del padre en el momento del parto, Cristina aclara: “No se trata de forzar nada, sino de ayudar al hombre a que pueda elegir la forma de ser partícipe activo del nacimiento de su propio hijo. Lo más habitual es que se siente detrás de su mujer y la abrace por la espalda. Pero, además, alentamos a que ambos asistan a las consultas obstétricas y participen en el curso preparatorio. Incluso organizamos salidas a una isla en el Tigre con varias parejas, para que se conozcan y realicen ejercicios anticipando el parto”, cuenta. 

Cristina asegura que el nacimiento del bebé es parte de un proceso más abarcador, el de ser padres, que empieza mucho antes de la concepción y no termina nunca. “El objetivo de nuestro trabajo es el de humanizar el nacimiento y propiciar el vínculo amoroso entre los padres y el bebé por nacer. Hablamos de un lazo de amor que comienza mucho antes de que nazca el nuevo ser y dura para siempre”, cuenta. Y concluye: “La vida intrauterina es una escuela por la que todos pasamos”.