Mariana Volpi: Enseñar el diálogo entre rejas

0
396

Con muchos años de experiencia en recorrer cárceles, ideó el programa Probemos Hablando, para que los presos aprendan a resolver sus conflictos a través de la palabra y sin violencia. La iniciativa fue reconocida por las Naciones Unidas (ONU).

Foto: Lucía De Armas Volpi

En octubre pasado, la abogada y mediadora Mariana Volpi se dio el gusto de presentar en la mismísima sede de las Naciones Unidas, en Nueva York, el programa Probemos Hablando: Formación para la convivencia colaborativa. Desde 2015, coordina esta actividad que se lleva a cabo dentro de las cárceles y cuyo objetivo es “enseñar a los presos a resolver por medio de la palabra situaciones que suelen terminar en violencia”, según explica por teléfono desde su domicilio en el barrio porteño de San Telmo. 

“Fue una gran emoción: un proyecto ideado con colegas y amigos entre cafés y medialunas en los bares de Congreso llegó hasta un ámbito tan importante”, cuenta. El programa fue seleccionado por la Cancillería argentina para postularse a recibir financiación del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), lo cual motivó la presentación en la ONU. 

Volpi lleva siete años en la Procuración Penitenciaria de la Nación (PPN), organismo dependiente del Congreso cuya función es velar por los derechos de las personas detenidas o presas en la órbita del gobierno nacional. Su trabajo consiste en recorrer las cárceles e interiorizarse de las condiciones de vida de los reclusos: “Cuando los entrevistamos, lo más habitual es que reclamen por la falta de condiciones mínimas de salubridad”, explica. 

Sin embargo, desde hace unos años empezó a llamarles la atención otro tipo de queja cada vez más frecuente: “Nos manifestaban la dificultad que tenían para expresarse y el ambiente de violencia extrema que vivían, con conflictos permanentes entre reclusos que podían empezar por cualquier nimiedad. Lo que intentamos es trabajar sobre eso. Se trata de remover una cultura de la supuesta hombría muy arraigada que lleva a resolver los diferendos por la fuerza”, cuenta Mariana.

Así fue como, junto a su colega Alberto Volpi (con quien no tiene relación de parentesco), idearon este programa con el objetivo de “rescatar el valor del derecho humano a la palabra”, como lo define Mariana. “Si el conflicto se genera por un déficit en la comunicación, también se puede desarmar trabajando sobre la forma de comunicarse”. Para eso, con los voluntarios seleccionados entre los mismos presos, se llevan a cabo distintas actividades lúdicas y didácticas en las que se ejercita el diálogo y se compite en equipos. 

“La primera vez que entramos a un pabellón no tuve miedo, sino que más bien sentí pena por esas personas viviendo en un espacio de castigo”, cuenta Mariana, líder de un equipo conformado por “facilitadores del diálogo capacitados en métodos pacíficos de resolución de conflictos”, tal como los describe. Agrega que durante las charlas en grupo suelen surgir inquietudes comunes a todos, como la paternidad en la situación de encierro. 

El trabajo de Probemos Hablando con reclusos fue documentado en un cortometraje realizado por la productora 100 Bares, del cineasta Juan José Campanella –muy entusiasmado con la propuesta–, en el que se muestra a los mismos reclusos ponderando sus efectos tangibles: “Ahora sé que si me encuentro con una persona conflictiva, puedo llegar a tener antes una charla tranquila”, dice uno. “Aprendimos a escuchar qué es lo que el otro necesita, a decir ‘Hablá primero vos y después hablo yo’”, agrega otro. Toda una lección.

El programa ya funciona en las cárceles federales de Marcos Paz y Ezeiza, tanto en las unidades de hombres como de mujeres. Durante 2019, se realizaron más de 300 encuentros de Probemos Hablando, en los que participaron mayormente reclusos de entre 18 y 21 años que aceptaron el reto de aprender a dirimir sus diferencias mediante la palabra. “Ahora, en tiempos de pandemia y cuarentena, al menos se mantiene la relación telefónica con los participantes”, aclara Mariana.

Sabe que también tiene una tarea para hacer hacia afuera de las cárceles: “Esta experiencia busca cambiar la mirada prejuiciosa que muchas veces la sociedad tiene sobre las personas detenidas o presas, y poder construir mejores condiciones para su reinserción; porque la prisión debe tener por objetivo recuperar para la sociedad a quienes cometieron delitos en lugar de continuar con el círculo de violencia que genera la marginalidad, porque eso no le sirve a nadie”, concluye.