Marina Bellati: “Siempre fui muy curiosa de las personas y los vínculos”

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Su sonrisa y los registros de voz de sus personajes componen la memoria de los espectadores de la tele porteña. Aquí cuenta cómo construye muchas de sus interpretaciones. 

Fotos: Juan Foglia

Una recomendación en el hogar materno fue el puntapié inicial para la exploración de nuevos mundos. Marina Bellati tenía quince años y una inquietud artística que saciaba parcialmente en el canto. Pero faltaba algo más. Fue el consejo de Inés Estévez (amiga de la madre de Marina, la diseñadora Clara Ibarguren) lo que dio el empujoncito que faltaba: “Marina tiene que ir a lo de Nora Moseinco”, sugirió. Y la rueda comenzó a girar. “Tenía ganas de probar, me daba curiosidad. Al canto quería sumarle alguna otra cosa. Siempre tuve mucho mundo lúdico”, cuenta a Convivimos

En una entrevista en la revista Planeta Urbano supo decir que le gustaría que los otros la vean “como una buena persona”. “Que tengo registro del otro, que se puede hablar conmigo… A mí me gusta mucho escuchar a los amigos”, agregó en esa nota. Su vocación frustrada fue “la de médica o psiquiatra”, pero confiesa que, si ve sangre, se desmaya. Como actriz ha construido una extensa y polifacética carrera en la que se destaca la comedia, pero incursionando también en otros géneros, tanto en la tele como en el cine y el teatro.

Tiene otra particularidad: su voz. Resulta paradójico, pero muchos de sus personajes en la tele han quedado en la memoria del público a partir de los registros y tonos de voz que les imprime.  

Desde este mes protagoniza la comedia ParaAnormales, en el Multiteatro de Buenos Aires, y viene de interpretar a la amiga de Laurita Fernández en la miniserie Inconvivencia (Telefe y Flow). 

  • ¿Con qué te encontraste al comenzar a estudiar?

En la primera clase que fui, éramos seis, creo. Hoy Nora tiene una escuela que es enorme y superimportante en la formación de muchas generaciones. En su momento, era muy chiquita. Me encontré con una aceptación inmediata y una disponibilidad para el juego que me fascinó. Había un par de personas de mi edad y gente más adulta también, de mundos muy diferentes. Me atraía mucho que no fueran ni mis compañeros del colegio ni mis amigos de otros lados, quería conocer otra gente con otras historias. Es una manera de salir de lo dado, porque a esa edad te vinculás un poco con las personas que decidieron tus padres por vos.

Uno de los primeros personajes de Marina en tele fue la doctora Lamedi, que intervenía con su desfachatez y poco apego al protocolo en los programas en vivo Mañana vemos y Laboratorios Dormevú (ambos conducidos por Mex Urtizberea). Aquel personaje nació, como tantas otras construcciones de Bellati, de la observación cotidiana que la actriz realiza de todo humano que la rodea, como si hiciera un inventario de posibles gestos y tonos, para guardarlos en un archivo personal y sacarlos a la cancha cuando sea necesario. “Siempre fui muy curiosa de las personas y los vínculos. Antes de hacer a la doctora, yo esperaba el colectivo en la puerta del Hospital Fernández, cuando era adolescente, y veía a los médicos con ambo fumando puchos, tomando una birra. Me parecía increíble. Trataba de escuchar sus conversaciones. 

“Me gusta estar atenta y permeable, porque, aunque es una frase hecha, es cierto que ‘la realidad supera a la ficción”.

Me gusta estar atenta y permeable, porque, aunque es una frase superhecha, es cierto que la realidad supera a la ficción. Es eso, ver la humanidad en todas sus formas”, explica. 

Y las formas que adopta la humanidad pueden ser desagradables. Un chat de un grupo de padres de un colegio en el que se hablaba de manera despectiva de un chico con síndrome de Asperger llegó hasta Matías del Federico. Con ese material como punto de partida, él y Daniel Veronese escribieron la comedia ParaAnormales, que desde este mes protagoniza Marina en el Multiteatro de Buenos Aires. 

“Si bien es una comedia, habla sobre la inclusión y la discriminación. Es en el contexto de una reunión de padres en la escuela donde uno de los chicos tiene Asperger, y cómo reaccionan los padres frente a lo diferente, a lo que no encaja en sus cánones de normalidad. Y cómo esa desesperación muestra las miserias que tenemos todos y esta cosa discriminadora e incómoda que nos produce lo diferente; ese terror. La verdad que me pareció necesaria, porque es como decía Shakespeare: ‘El teatro es como ponerle un espejo a la naturaleza’. Me parece que esta obra hace eso en ese contexto. Nos muestra las miserias de los humanos. Es una comedia, pero incómoda: siempre hay alguien que está padeciendo y sufriendo en escena, a la vez que eso puede generar humor”, dice la actriz.

  • Una vez dijiste “Yo aprendo cosas poniéndome en otros zapatos”.

Absolutamente. Ahora que en el elenco estamos “superempapados” con este tema, me encuentro más atenta. Es impresionante. Eso es lo que tienen también las ficciones y ponerse en otros zapatos, te afecta. Estoy metida en esa historia, que es ajena, que es ficción, que es mi trabajo, pero que me repercute a mí como persona. El otro día viajé en el colectivo con un chico con síndrome de Tourette, y veía cómo toda la gente lo miraba. Yo estaba sentada al lado y forcé naturalidad para que se sintiera cómodo. Ya estoy totalmente afectada por el trabajo, y es inevitable. Por lo menos para mí.

  • Más allá del tema de cada proyecto, ¿los personajes ayudan a resolver cosas en la vida cotidiana?

Sin dudas, absolutamente. Después, como todo con los seres humanos, dura un tiempo. Uno cuando va creciendo y evolucionando, anhela que sea permanente, para bien. Siento que ahora podría resolverlo mejor porque vi lo que sucede, lo que sufre el otro. Inevitablemente, con los trabajos, uno está muy vinculado a la persona y tengo que imaginarme qué es lo que haría. No porque tenga que pasarme, no soy una actriz metódica, pero el solo hecho de imaginármelo me hace poner en ese lugar por un rato. Atravesás esa situación, en definitiva.

RISAS Y PLAN B

En 2013, Marina participó de un experimento teatral muy particular: en Distancia, compartió elenco con actrices ubicadas a miles de kilómetros (en Hamburgo, Nueva York y París) y “salió a escena” sentada frente a una notebook, con su imagen proyectada en una pantalla, vía Skype, junto a las de sus compañeras. Una orquesta en vivo completaba el cuadro, que la tenía a ella llorando y cantándole a una cámara web durante más de una hora: “Fue dificilísimo, y también una de las cosas más lindas que hice. Era muy complejo. Cantaba en vivo tres temas, con una banda tocando, éramos cinco músicos y yo, pero ni los veía, salvo al final, que se rompía esta estructurita donde yo estaba escondida en un cuartito de dos por dos. Un desafío enorme. Estaba solísima en ese cuartito, pero eran unos viajes los que me pegaba…”.

“Estudié locución para no sentir angustia, porque este trabajo es muy inestable: a veces tenés un montón, a veces no tenés nada”.

Lo más popular de su carrera sucedió, sobre todo, en la pantalla chica y a través de la comedia, donde dio vida a personajes hilarantes en muchísimas tiras (Los únicos, Solamente vos, Loco por vos y 100 días para enamorarse, entre otros). En muchos de sus personajes rápidamente resalta un modo de hablar particular, una entonación, un timbre que los hacen inconfundibles y que definen en parte su personalidad. No es casual: oyente de radio desde chica y aconsejada por un amigo, al momento de buscar un plan B por si la actuación en algún momento no alcanzaba, Marina decidió estudiar locución. “Lo hice para no sentir angustia, porque este trabajo es muy inestable: a veces tenés un montón, a veces no tenés nada. Tardé como tres o cuatro años en ir a buscar el carné al ISER y jamás se lo presenté a nadie todavía. Por ahora nunca tuve que echar mano del plan B. Me dio tranquilidad en ese momento tenerlo como opción”, confiesa.

  • ¿La voz suele ser tu recurso inicial para encarar un personaje?

Sí, me gusta pensar cómo hablan. A veces se puede hacer algo más marcado, más creativo. Y otras veces no, y es algo más interno. Me interesa mucho.

  • Si bien hiciste muchos géneros, ¿te sentís comediante? ¿Es un terreno donde estás cómoda?

No sé qué decirte. Entiendo que el humor es una herramienta que tengo a mano si querés. Para la vida también. Pero no sé, en realidad me gusta contar historias, en general. También hay algo del humor que está ligado a la inteligencia: es una manera, muchas veces, de sortear inteligentemente alguna cosa o de decir algo. Es un recurso que se puede usar para un montón de cosas, es una herramienta más.

  • Puede ser para acercarte a alguien, para eludir momentos o para presentar un tema incómodo como el de la obra…

Totalmente. Incluso, a mí me interesa más que el humor surja de una situación. A lo mejor no es un chiste lo que te estoy contando, sin embargo, tiene una estructura de chiste y un remate. Me interesa cuando surge por otros lados también. Y a veces, incluso, no surge, porque estos días estuvimos haciendo pasadas y hay momentos que a la gente le generan incomodidad y risa, y a otro público por ahí no. No sé. Por eso no me gusta que la risa sea el termómetro de los trabajos.

  • No es la medida de lo bien que estuvo, digamos…

Claro. No me gusta que eso me defina ni que el público me dirija en ese sentido: que si se ríe, entonces tengo que ir por ese lado; y si no, debo seguir forzando. Entiendo que hay públicos que se pueden reír y otros que no, y eso no me quita el sueño. 

Lo que viene

El año comienza intenso para Marina, con el estreno de ParaAnormales. En marzo, además, comenzará a filmar la película Chau, Buenos Aires, una coproducción argentino-alemana que protagonizará junto a Diego Cremonesi.