Nuestra asignatura pendiente

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Un fragmento exclusivo de la novela Nuestra asignatura pendiente, de la escritora Karina Costa Ferreyra, conocida por su seudónimo, Brianna Callum.

Encuentro en Marruecos.

Kyle se colgó la mochila al hombro, recogió la maleta y salió de debajo de la sombra del árbol, fue entonces cuando sus miradas por fin se encontraron. Se reunieron a mitad de camino, sonriendo con amplitud y con los ojos brillantes de emoción, detenidos frente a frente sin saber muy bien qué hacer.

—Hola —la saludó él. 

—Hola —replicó ella y se mordió el labio inferior.

—Aquí estamos por fin —dijo Kyle—. ¿No te parece increíble? 

—Mucho… 

Kyle se inclinó hacia ella como para besarla en la mejilla. En contra de su voluntad, Emily alzó el brazo para detenerlo sin llegar a apoyar la palma en la camiseta gris claro de mangas cortas que él vestía y que, sin ser ceñida, destacaba sus músculos atléticos. 

—Lo siento, Kyle, pero en Marruecos no están bien vistas las demostraciones de afecto en público entre un hombre y una mujer. No puede haber contacto físico, de lo contrario, la policía nos llamará la atención y hasta puede que nos multen. 

—¿De verdad? Solo quería besarte en la mejilla. 

—Lo sé, pero aquí no se puede. No en público. —Se encogió de hombros y suspiró—. Son sus costumbres y, mal que nos pese, debemos respetarlas.

—Por supuesto, Milly —aceptó, aunque de inmediato sus labios se curvaron con picardía, como cuando de adolescente se le ocurría alguna travesura, entonces los ojos se le entrecerraban y un hoyuelo se le marcaba en la mejilla. Emily reprimió los deseos de besarlo justo ahí, en ese hoyuelo, y después tal vez en la comisura de los labios y que entonces él la capturara en su sonrisa. Volvió a suspirar y Kyle avanzó un paso hacia ella. Aunque no se tocaban, la distancia entre ellos se había vuelto la mínima indispensable—. Entonces está prohibido un beso en la mejilla. 

—Ajá —señaló ella con un sonido. Él, con su cercanía, no solo le había robado el aliento, también las palabras.

—¿Y en la frente? 

—También. 

—¿En los ojos? —Ambos se recorrían con la mirada las partes del cuerpo que Kyle mencionaba. Ella asintió con la cabeza—. El cuello, definitivamente debe de castigarse con la horca —bromeó él y le arrancó una carcajada. Volvieron a quedarse callados hasta que Kyle señaló—: ¿Y la boca…? ¿Qué condena habrá que pagar por ello? Porque muero por besarte la boca. 

Alguien que pasó junto a ellos carraspeó con intención, seguro que por la proximidad en la que se encontraban. Fue entonces que cayeron en la cuenta de que seguían en medio de la gente, aunque habían logrado abstraerse al punto de ignorar al resto. Desafiándolo todo, Kyle eliminó la distancia entre ellos, aunque se mantuvo así por espacio de unos segundos, lo justo como para poder decirle con determinación: 

—Luego. 

—Te tomo la palabra —respondió ella y él asintió.

Se disponían a avanzar, en ese sitio ya habían llamado demasiado la atención. 

—Estuve estudiando los alrededores y nuestro hotel queda subiendo por esa callecita a unos doscientos metros —indicó Kyle en tanto señalaba hacia el lugar. 

—Mmm, de nada sirve ir ahora; todavía tenemos que esperar para poder hacer el check-in. En tanto aguardamos que se haga la hora, podríamos ir a almorzar, ¿qué dices? 

—Perfecto entonces —aceptó él—. ¿Quieres que cargue tu maleta? 

—Claro que no, Kyle, yo puedo hacerlo —le aseguró. 

Caminaron sin hablar demasiado, pero siendo conscientes de la cercanía. Esta vez, el juego del roce accidental tomaba mayor relevancia pues además de ponerlos piel con piel, tenía el gusto de la restricción, de lo prohibido, y los hacía sentir osados. Y cuando estuvieron sentados a la mesa, frente a frente, pudieron contemplarse una vez más y besarse con el pensamiento y la mirada. 

Les llevaron los platos y comenzaron a comer. Kyle alzó su bebida y propuso un brindis:

—Por un nuevo comienzo. Por nosotros.

—Por nosotros —secundó ella y chocaron los vasos.

Kyle deseó acariciarle la mejilla y abrazarla fuerte. En su vida jamás había sido consciente del efecto que tiene en el cuerpo la necesidad de algo tan simple y al mismo tiempo tan profundo como lo es un abrazo. 

Karina Costa Ferreyra

Autora argentina de relatos y novelas románticas contemporáneas e históricas, conocida por su seudónimo Brianna Callum. Ganó certámenes de literatura en la Argentina y España, fue jurado en concursos literarios y cuenta con más de una decena de libros publicados. En 2018, en reconocimiento a sus novelas ambientadas en Escocia, la fundación Highlands Titles Nature Reserve le obsequió una parcela souvenir en el bosque de Glencoe, y el título de “lady de Glencoe”. Actualmente vive en Capilla del Monte, Córdoba.