Pospandemia: ¿Cómo será la vuelta a clases?

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Todavía sin rumbo claro, la educación se reinventa. La revalorización de los vínculos aparece como un motor fundamental del aprendizaje.

Fotos: AFP

Quizás es prematuro especular sobre las transformaciones de la escuela pospandemia, aunque seguramente es cierta la sensación generalizada de que nada volverá a ser igual. Habrá cambios en lo pedagógico, el sistema perderá algunos alumnos, la tecnología será amigable, las desigualdades serán mayores, los vínculos sufrirán una metamorfosis… 

¿Cómo imaginar la educación del futuro? ¿Será un virus el que pasará a la historia como el principal motor de un nuevo modo de enseñar y aprender? 

“No solo es complejo vaticinar cómo será la escuela del futuro, sino que además conlleva algunos riesgos anticipar escenarios, conjurando y clausurando rápidamente el detenimiento prudente que la situación actual impone. Tengamos presente que hay cosas que ya eran complicadas en relación con lo escolar y ahora se hacen mucho más visibles, quedan más expuestas. Vaya como ejemplo de expresión de las condiciones de desigualdad preexistentes la referida al acceso a recursos tecnológicos y conectividad”, plantea Dora Niedzwiecki, doctora en Ciencias Sociales e investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).

Perla Zelmanovich, directora académica del Programa de Psicoanálisis y Prácticas Socio-Educativas, también de Flacso, coincide en que no es posible aventurar hoy un pronóstico sobre “cómo va a ser la escuela del futuro” porque, sostiene, se corre el riesgo de “producir ideales desprovistos de anclajes territoriales, habida cuenta de las diversas y desiguales realidades y experiencias” que transitamos en este tiempo.

Zelmanovich se inclina por “conjugar la escuela en el ‘futuro imperfecto del modo subjuntivo’ en tanto es la que ‘pudiéremos o pudiésemos’ estar construyendo mientras inventamos hoy cómo hacer con lo inédito que se nos encarga”. En otras palabras, el subjuntivo “es un modo que trasunta, sub-junta anhelos, deseos y esboza horizontes posibles”. El imperfecto, en tanto, “es el futuro de aquello que podrá ser, mientras se revisa y relee lo ya transitado”, plantea. 

Los tiempos de la cuarentena y el aislamiento son aciagos, complejos. Con los vínculos presenciales ausentes, la escuela se reinventa para convertirse en presencia detrás de una pantalla. 

«Hay cosas que ya eran complicadas en relación con lo escolar y ahora se hacen mucho más visibles, quedan más expuestas».
Dora Niedzwiecki

María Riera, directora de una escuela primaria en Bariloche, relata en la página de Flacso (http://psicoanalisisyeducacion.flacso.org.ar/lazos-virtualizados/) su vivencia en la escuela mutante. “Lo único que calma mi angustia hoy es pensar que es provisoria, pero que, a la vez, si sigo pensándola, puede dar indicios para otras nuevas escuelas cuando vuelva, pistas para seguir profundizando el cambio de la enseñanza, del aprendizaje. (…) Presencia. Me armo y me desarmo todo el tiempo”, apunta.

Sin gestos ni miradas cara a cara (indispensables en el proceso de aprendizaje), el contacto irremplazable de los sujetos va reconstruyendo la trama social con palabras. 

“Solía definir a las escuelas como territorios de encuentro. Esto es, como territorios de lazo, de presencia y enseñanza. Solía… Sin embargo, en esta temporalidad de distanciamiento físico en que las referencias con que contábamos para explicarnos la vida y el mundo colapsan y quedan en ‘suspenso cuarenteno’, mi pregunta por las formas de armar territorio y de sostener (pero no de cualquier modo) el tejido entre presencia, lazo y enseñanza redobla una apuesta política”, apunta Niedzwiecki.

PRESENTE EN LA AUSENCIA

Desde que la pandemia irrumpió en la vida escolar con la suspensión de clases presenciales, la propuesta tácita fue continuar con los contenidos mientras se sostenían los vínculos. Estar presente en la ausencia. 

“Mi anhelo es que los chicos no se vayan de la escuela. La currícula es muy importante, pero creo que hoy lo imprescindible es que permanezcan con nosotros. Esa es la prioridad, y es difícil porque no les podemos hacer un seguimiento a todos”, dice Marianela Ramírez, maestra de una escuela pública de la ciudad de Córdoba. “¿Cómo será la escuela del futuro? Es difícil imaginarla, pero me animaría a decir que con más afecto y emociones. Por primera vez escucho a mis alumnos decir que extrañan ir a clases”, agrega la docente.

Dora Niedzwiecki sostiene que, en estos tiempos de educación virtual, las escuelas intentan configurar ese lazo que permita crear presencia. “Eso, para comenzar, ya es enseñanza. De todas maneras, si bien es necesario, obviamente no es suficiente, y en este mientras tanto incierto corresponde continuar sosteniendo alguna institucionalidad posible por demás necesaria e indiscutible”, opina.

En aislamiento, con impacto diverso en los individuos y en el tejido social, surgen necesidades por atender en el corto plazo. “De un lado la dilución tan extrema de los bordes entre el ámbito doméstico y el escolar, entre la vida íntima, personal y profesional laboral; y de otro, los efectos de la supresión de lo que [la antropóloga] Rita Segato denomina de ‘la comunicación física no verbal’ haciendo referencia al cuerpo del otro, a los encuentros entre los cuerpos, sus diálogos, sus gestos, sus movimientos, cadencias, silencios”, remarca Niedzwiecki.

En este tiempo de “lazos viralizados” que construyen el futuro mientras resignifican el pasado, Perla Zelmanovich se pregunta: ¿qué lugar hay para los cuerpos? ¿Qué leer en lo que se extraña y se rechaza? ¿Qué potencias recoger de la escucha singularizada al calor del hilo en el teléfono? ¿Para qué contar con un lugar, “otro”, que trascienda lo familiar? ¿Qué contenidos (cuántos y qué manera de ofrecerlos) hacen soportable lo traumático de la escena a la que asistimos? ¿Qué sentido tiene evaluar? Estos interrogantes, sostiene, conjugan desde el presente un pasado resignificado que puede dibujar un futuro posible y deseable. 

Los encuentros cambian y se trasladan de la escuela a la casa. Eso quizá perdure, como se empieza a percibir en testimonios de padres, maestros y alumnos. 

“Mi anhelo es que los chicos no se vayan de la escuela. La currícula es muy importante, pero creo que lo imprescindible es
que permanezcan”.
Marianela Ramírez

En “Algo nuevo bajo el sol del otoño cordobés”, publicado en Memorias de la Pandemia (https://memoriadelapandemia.ucc.edu.ar/), Cristina Zanotti, magíster en Educación y asesora pedagógica voluntaria de la Escuela Jerónimo del Barco de Villa Parque Siquiman, en Córdoba, cuenta el caso de un niño de tercer grado aún sin alfabetizar que recibe clases personalizadas por video de parte de su maestra. “Su mamá le cuenta [a Romina, la docente] entre lágrimas que su hijo está muy contento, se prepara para recibir el llamado a diario de la maestra porque ella no puede ayudarlo con las actividades escolares: es analfabeta. Un día [Romina] le pidió a Tobías que escribiera el nombre de algunas imágenes, entonces Tobías llamó a su mamá y le pidió que se sentara junto a él. ‘Vení, mamá, vení acá conmigo, que yo te voy a enseñar a leer y a escribir. Juntos vamos a aprender las letras, la seño me va a enseñar y yo te voy a enseñar a vos’”.  

NADA SERÁ IGUAL

¿Cómo cambiarán los escenarios en el corto y mediano plazo? “Literalmente no lo sabemos. En tanto protagonistas de un momento de interrupción de certezas, lo desconocemos; esa es una de las pocas afirmaciones que podemos sostener, junto, también, a que regresaremos a algo diferente, nunca a lo mismo”, remarca Dora Niedzwiecki.

En ese nuevo y todavía difuso escenario habrá que barajar y dar de nuevo: tomar lo bueno, descartar lo malo. Modificar mucho y repensar todo. 

“Será tiempo de registrar qué diferencias enriquecen en su nueva versión el pentagrama de la anterior normalidad. Será el tiempo de elegir justo las palabras para nombrar lo nuevo en su potencia, en su riqueza, y de atreverse a inventar lo que sea necesario y, por qué no, a descartar lo que confirme su desuso”, subraya Dora Niedzwiecki.