Cohetes en el espacio serrano

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Chicos y chicas de un club de ciencias del barrio El Talar, en Mendiolaza, Córdoba, lograron con éxito lanzar cohetes que diseñaron con materiales descartables. La iniciativa fue saludada desde Cabo Cañaveral por los responsables del SAOCOM.

Foto: Bibiana Fulchieri

Todavía se palpita la emoción y el entusiasmo en quienes relatan lo ocurrido en agosto pasado sobre la Plaza de la Memoria. Fue en el corazón del barrio El Talar de Mendiolaza, localidad de las Sierras Chicas cordobesas.

Allí, al mismo tiempo que se vivía la tensión de espera por la puesta en órbita del satélite argentino SAOCOM 1B en la base estadounidense de Cabo Cañaveral (Florida), los chicos y las chicas integrantes del Club de Ciencias del Espacio Sayana lograban con éxito lanzar sus cohetes vibrantes de colores y diseños aerodinámicos. Recubriendo las botellas de plástico recicladas, le dieron cuerpo a esta experiencia educativa que busca estimular el pensamiento y el accionar científico desde la niñez.

Guillermo Villavicencio es diseñador industrial, ejerce como docente de Tecnología, pero fundamentalmente es el “profe Guille”, el que armó la sede del Club de Ciencias en el Espacio Sayana, donde funciona una biblioteca popular y el Centro Cultural El Talar. “Llegué a vivir a Mendiolaza e inmediatamente empecé a pensar en proyectos a partir de reciclados. Justamente, mi tesis universitaria fue un prototipo de adoquines con botellas de plástico fundidas que muy bien servirían para realizar nuestras inexistentes veredas”, cuenta con detalles el profesor. Ese fue el inicio de la experiencia, denominada “Cohete”. “En el 2017 participé de una convocatoria a diez profesores desde el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Provincia para crear –en algún lugar comunitario habilitado y con las medidas de seguridad necesarias– un club de ciencias que fomentara en los chicos la ciencia de manera lúdica, en el que fueran partícipes de proyectos donde explicar fenómenos a través de aplicar conocimientos científicos”, remarca Villavicencio.

Así fue como con el visto bueno y el auspicio económico del ministerio, el apoyo de la biblioteca popular, del centro cultural y de las familias vecinas, salieron a “volantear” la iniciativa por los negocios del barrio. A través del boca en boca convocaron a una quincena de chicas y chicos desde los 7 hasta los 14 años, para reunirse una vez por semana y crear diversos artefactos donde poner en práctica conocimientos vinculados a los saberes científicos. 

“Jamás imaginamos lo lejos que llegarían las imágenes de nuestra experiencia”.
Guillermo Villavicencio

“Empezamos con una mano robótica en cartón donde explicamos cómo funcionan los tendones y los robots en la industria, y también hicimos teléfonos con vasos y con hilos”, relata el docente. “Y debido a la curiosidad y el interés de los chicos por un tema trascendental como el que la Argentina figure entre los países que tienen satélites nacionales, los impulsé a crear sus propios cohetes”, agrega. En dos semanas, los artefactos estaban listos para ser propulsados.

INSPIRACIÓN

Los elementos con los que se les dio vida fueron obtenidos de reciclados caseros: botellas descartables de PET, cintas aisladoras, tapas plásticas, papeles, pegamentos, tijeras y, como dice Villavicencio, muchísima creatividad. El profe cuenta que los chicos y las chicas del club se fueron a la biblioteca de Sayana y miraron allí buscando inspiración, y que, al final, cada uno tomó la forma y el vuelo estético con la impronta original de cada participante.

La pandemia de COVID-19 impuso un protocolo general para la mayoría de las actividades colectivas, y así fue como, con estrictas medidas sanitarias y al aire libre, se fijaron el día y la hora del evento de lanzamiento. Villavicencio lo recuerda y no puede disimular la emoción que le produce rememorar a todos los integrantes del Club de Ciencias y sus familias, en prudente distancia, pero aunados en una algarabía contagiosa. “Para disparar los cohetes –explica– también tuvimos que realizar una plataforma de lanzamiento, que básicamente la fabricamos con un conector rápido, un par de caños de polipropileno, mangueras y una base de madera. Con un compresor inyectamos aire a la ‘botella-cohete’ que tenía algo de agua y que, por efecto de acción y reacción, despidió el agua y el cohete fue impulsado hacia arriba. Fue muy impresionante ver cada trayectoria particular… algunos alcanzaron unos veinte metros de altura, con otros tantos metros de trayectoria hasta caer en las inmediaciones de Sayana”, rememora.

Ese lanzamiento, así como los que se sucedieron en la “base espacial” de El Talar de Mendiolaza, fueron registrados en un video. “Jamás imaginamos lo lejos que llegarían las imágenes de nuestra experiencia –exclama el profesor–. Resulta que tomé contacto, en una reunión de la Red de Clubes de Ciencias de Argentina, con Alberto ‘Tito’ Fernández y Paula Kramer, que son los organizadores de estos encuentros. Ellos me propusieron hacer llegar al equipo técnico argentino que estaba en Cabo Cañaveral el video de nuestros lanzamientos y un saludo de aliento. Así lo hicimos, y nuestro envío les llegó en un momento de sensibilidad especial. Sabemos el impacto que les causamos, porque Raúl Kulichevsky, director ejecutivo de la CONAE, desde Florida nos envió un mensaje de agradecimiento que decía: ‘Recibimos el video que nos mandaron, que nos emocionó muchísimo. También nos da fuerzas para seguir trabajando y la justificación de ustedes, que son el futuro’”. 

Cómo comunicarse:

Red de Clubes de Ciencias

011-4899-5000 (int.1355)

clubes.mincyt.gob.ar 

[email protected]