El poder del ajedrez en la escuela

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El ajedrez educativo permite, entre otras cosas, que los chicos produzcan conocimientos, busquen soluciones y aprendan de los errores. Santa Fe es la provincia más avanzada del país en este tema.

Fotos: AFP

Frente al modelo escolar de copiar en el pizarrón, el ajedrez hace otra cosa. Cuando les enseñás a los chicos a mover las piezas, les das conocimiento significativo, que es aquel que permite aplicar lo aprendido, con éxito, en situaciones diferentes. En el ajedrez, cada vez que el otro cambia la jugada, te obliga a pensar de nuevo. Esa dinámica se da a una velocidad impresionante que no se puede comparar a una maestra frente a un pizarrón”. De esta manera resume Juan Jaureguiberry, coordinador pedagógico del Plan Provincial de Ajedrez en Santa Fe, el valor del ajedrez educativo.

Jaureguiberry, también vicepresidente de la Asociación Argentina de Ajedrez, grafica que mientras un docente es capaz de desarrollar cuatro o cinco situaciones matemáticas en una hora de clase, en el tablero de ajedrez se pueden presentar 40 problemas en 15 minutos.

“Cada vez que el chico hace una jugada, deja unas 30 posibles sin hacer. Elige, descarta. El que corrige es el otro. Hay autoaprendizaje colectivo. Tratamos de que las maestras y los chicos aprendan a aceptar caminos diferentes, investigaciones distintas para resolver los problemas”, señala el coordinador pedagógico santafesino. 

El ajedrez educativo reúne cualidades maravillosas: permite que los niños produzcan conocimientos, que busquen soluciones a los problemas, que todos aprendan por igual y de los errores. También mejora la autoestima.

Santa Fe es la provincia más avanzada del país en la implementación universal de un programa educativo de ajedrez obligatorio, que está vigente, por ley, desde hace 31 años. En esta jurisdicción, 40 mil alumnos de cuarto y quinto grado de 238 escuelas estatales de 76 localidades se benefician de esta práctica.

MAESTRAS AJEDRECISTAS

En la ciudad de Carlos Paz, en la provincia de Córdoba, 15 jardines de infantes estatales incorporaron el ajedrez pedagógico a todas las disciplinas de las salas. La idea nació 15 años atrás en el nivel inicial de la escuela Presidente Sarmiento, ubicada en un barrio obrero de la villa serrana, con el proyecto “Trebejitos”, que impulsó la entonces directora Elizabeth Riart en su búsqueda de estrategias para mejorar el clima escolar. 

“Para mi asombro, los niños con mayores dificultades de integración fueron atraídos por el juego, lo que favoreció la convivencia en la sala”, recuerda Riart, hoy directora del jardín Nueva Latinoamérica, una de las instituciones que utilizan el ajedrez educativo.

De a poco, aquella propuesta socioeducativa se convirtió en el eje vertebrador de los jardines, con maestras ajedrecistas que usan tableros de mesa, murales imantados y otros, gigantes, pintados en el patio con piezas hechas por los niños.

“Es la misma maestra de sala quien enseña, integrándose al tiempo, al espacio y a las condiciones de los jardines de infantes. Con un fuerte enfoque interdisciplinar y transversal, de manera tal que influya positivamente en la adquisición de conocimientos de otros espacios curriculares como matemática, lenguaje y literatura, ciencias, arte y música”, apunta Riart, referente nacional e internacional del ajedrez pedagógico en la primera infancia y docente invitada en la Universidad de Alcalá de Henares, de España.

El programa hoy está consolidado en las salas de 3 a 5 años de las escuelas estatales de esta localidad cordobesa. Y su impacto ha sido tan fuerte en Carlos Paz que el Instituto de Enseñanza Secundaria y Superior (IESS) se convirtió en la primera institución del país en incorporar el ajedrez en la currícula de la formación docente de nivel inicial. 

RESULTADOS SORPRENDENTES

El ajedrez educativo es diferente a un taller para aprender a jugar. Es una estrategia pedagógica que abarca todas las disciplinas, con resultados sorprendentes. 

Riart indica, en este sentido, que los niños ajedrecistas desarrollan el pensamiento estratégico, la inteligencia emocional, el espíritu crítico, la anticipación, la capacidad de buscar soluciones y tomar decisiones. Ejercitan la memoria, desarrollan el razonamiento lógico-matemático, identifican problemas y potencian la capacidad de concentración. Todas estas tácticas y estrategias –subraya la docente– se construyen primero “al servicio” del juego, pero luego se transfieren a la vida. 

«El ajedrez es patrimonio de todos, solo basta con brindar la oportunidad de aprendizaje.»
Elizabeth Riart 

El juego de batallas medievales borra las fronteras, los mandatos sociales preestablecidos y las marcas iniciales de la desigualdad. Por eso, piensa Riart, la educación pública debería incorporarlo de manera masiva. 

Juan Jaureguiberry remarca que el ajedrez es una práctica democrática. “A nivel deportivo no importa la ropa que tengas. Todos poseen las mismas piezas, sin diferencias socioeconómicas, la misma alternancia de juego, el mismo reglamento. No importa de quién sos hijo ni tu fuerza física, no podés poner el cuerpo, esperás que el otro juegue, jugás vos, y si te equivocás, sonaste. Eso también promueve la autocrítica”, puntualiza, y explica que los niños, cuando pierden, saben cuál fue la equivocación y reclaman que se les enseñe más. 

“No se estudia para zafar, quieren jugar mejor y aprenden del otro. Construimos una cabeza diferente en el niño ajedrecista, la condición de ciudadanía. El chico que es víctima de una jugada incorpora todo lo bueno que ve en el otro. Es maravilloso: respeta el tiempo del adversario, empieza a admirar intelectualmente al rival que le gana, busca enfrentarse a jugadores más difíciles para tener más dificultad y aprender más. Estos procesos muestran un modelo educativo de autoaprendizaje, de esfuerzo, de humildad y de socialización respetuosa. Son condiciones únicas”, apunta Jaureguiberry.

MANIPULAR EL INFINITO

En las escuelas de Santa Fe, el modelo de enseñanza combina la teoría (a través de un cuadernillo de descarga gratuita) y la práctica. Pronto el ajedrez marca la diferencia, porque, sin darse cuenta, y entre otras cosas, los niños aprenden la matemática implícita en el juego. 

En esta provincia, desde la primera clase, dos maestras en pareja pedagógica (de ajedrez y matemáticas) trabajan con tableros, filas, columnas en paralelo, perpendiculares, casillas alfanuméricas, sistema cartesiano, intersección de rectas en el plano a través del movimiento de las piezas. En definitiva, geometría y aritmética. 

“El niño proyecta mentalmente los recorridos posibles, se fija en las intersecciones entre las piezas que atacan y defienden, y toma decisiones”, sostiene Jaureguiberry. Es capaz de construir metacognición de su práctica matemática mientras aprende a jugar. “Deja de ser una actividad para pequeños genios, y logramos un emprendimiento escolar masivo importante”, apunta. 

El coordinador pedagógico del Plan de Ajedrez de Santa Fe explica que a pesar de que el ajedrez tiene reglas estrictas, un espacio pequeño y pocas piezas, existe la posibilidad de manipulación casi al infinito. 

“El matemático [Claude] Shannon calculó que el número de posibilidades en una partida de ajedrez es de 40 movimientos y es 10 a la 125 potencia. La Nasa estima que la cantidad de átomos en el universo conocido es 10 a la 85. No estamos hablando de 40 veces más que los átomos del universo, sino de 40 ceros más. Es lo más próximo que tenemos a la manipulación del infinito. La cantidad de posibilidades es tanta que la creatividad es inmensa, solo comparable con la combinación de la música y de las palabras. Pero se hace en un tablerito de ocho por ocho y con 16 piezas cada uno”, concluye Jaureguiberry.