La importancia del patio de la escuela

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Lugar de encuentro e intercambio, espacio de expresión y fundamentalmente de juegos, el patio escolar reclama mayor protagonismo. 

Fotos: iStock

El patio es un espacio recreativo para el descanso y esparcimiento de los alumnos entre clase y clase donde liberan energías. Debe brindar posibilidades de juego ricas y variadas. La presencia de elementos invita al juego en equipo, a la negociación entre los niños. Allí aprenden a comunicarse”. De esta manera define Ester Gallardo, directora del Centro Educativo N° 28 Dr. René Favaloro, de la ciudad de San Luis, el valor que tiene este espacio dentro de una escuela. 

Allí transcurre el recreo, se producen el encuentro y el juego, y se aprende a convivir con la diversidad. El patio representa el primer tejido social y urbano, donde se diluyen y aceptan las diferencias y donde, en su esencia, todos tienen un lugar. Es (o debería ser) un espacio educativo inclusivo, democrático, un escenario bien humano con dimensiones emocionales e ideológicas. 

Sin embargo, la definición conceptual se corre con algunas realidades. Abunda la bibliografía que revela que los patios escolares en la Argentina no siempre son valorados en su total dimensión.

EL VALOR DE LO PÚBLICO

Hace años que Víctor Pavía –profesor de Educación Física y magíster en Teoría y Políticas de la Recreación– sostiene que el patio escolar “es el espacio más público de la escuela pública”, el único lugar que muchos niños tienen para jugar, para compartir y expresarse.

En su libro El patio escolar, Pavía remarca que, pese a la centralidad simbólica del patio como lugar comunitario y de aprendizaje social, en ciertos establecimientos es tratado con indiferencia. 

“Un patio de recreo amplio, seguro y bien equipado constituye hoy, como nuestro huemul, una especie en vías de extinción”, graficó Pavía, hace tiempo, durante una videoconferencia sobre espacio escolar y juego. El patio, explicó en aquella oportunidad, suele ser la variable sobre la que se avanza cuando es necesario construir aulas. 

También, aun a riesgo de generalizar, los nuevos edificios escolares le otorgan al patio una escasa valoración pedagógica. “El tamaño del patio ha sido reducido desde el momento mismo de concebir su diseño”, asegura Pavía. 

Ya en los 90, el educador insistía en que la construcción y el mantenimiento de patios de juego amplios, seguros y confortables para todas las escuelas públicas no entraba “en las preocupaciones de la sanidad, la educación o el urbanismo”. Treinta años después, la sentencia sigue vigente.

“El patio debe brindar posibilidades de juego que sean ricas y variadas”.
Ester Gallardo

La arquitecta e investigadora española Sabrina Guadino plantea que el patio escolar, como espacio público, se equipara en importancia a una plaza o a un parque. “Un niño o joven pasa cerca de un 70 por ciento del año en la escuela (…), y la estancia en el espacio escolar representa en un día cerca de un 25 por ciento”, sostiene en su artículo “El patio escolar, espacio de aprendizaje”.

Los minutos de recreo en la escuela, dice, representan más tiempo al aire libre del que muchos niños disponen para ir a un parque cada día. “Pensemos en el potencial del patio escolar y su repercusión en la vida de cada niño. Entonces, ¿por qué la mayoría de los patios escolares carecen de las bondades de un espacio lúdico?”, se pregunta.

Hace años, el patio perdió protagonismo en la Argentina bajo el argumento de que correr en el recreo era “peligroso” y podía causar accidentes. Hay generaciones de niños, hoy jóvenes y adultos, a las que no se les permitió la actividad física libre en el patio.

PROMOVER EL MOVIMIENTO

El programa Escuela en Movimiento, impulsado por la Fundación Arcor, nació con la idea de promover la vida saludable en los niños a través del movimiento en el ámbito escolar. La iniciativa acompaña a las escuelas en el rediseño de espacios recreativos y zonas de juego activos, con el patio como escenario vital y comunitario. 

La Escuela Primaria N° 8 de la localidad de Inés Indart, a 45 kilómetros de la ciudad de Salto (Buenos Aires), participó de esta iniciativa. Karina Fimia, su directora, explica que buscaban mejorar la propuesta educativa con más movimiento y comida saludable. Esta escuela rural, a la que asisten 100 alumnos en tiempo completo, ya disponía de amplios terrenos para juegos (hasta un polideportivo que se levantó en un baldío). 

El proyecto se desarrolló bajo la guía de la profesora de Educación Física en la media hora de descanso después del almuerzo. Los alumnos inventaban juegos y sus reglas. “Aprendieron a respetar las normas, porque estaban creadas por ellos”, remarca Fimia.

La escuela puntana Dr. René Favaloro también se sumó a este proyecto con la idea de aprovechar mejor el gran patio de la institución. Hasta entonces, la mayoría de los varones jugaban a “la pelota” en el recreo, en grupos pequeños y en un mismo espacio. Los más pequeños, de primero a tercer grado, corrían.

“Muchas veces se producían accidentes, discusiones por el uso de los espacios, por desacuerdos en las reglas y por juegos bruscos. Los conflictos disminuían cuando los docentes ayudaban a organizar las actividades”, explica Gallardo. 

Con la refuncionalización del patio se potenció el uso de los espacios abiertos y se generó una propuesta de juegos y actividades de movimiento que complementaron las rutinas cotidianas. “Se conformó una comisión de diseño de actividades integrada por niños y adultos encargados de elaborar los nuevos espacios; se diseñó, construyó e instaló un circuito deportivo, la pared de palestra y juegos; y se organizó el rol de los adultos y los alumnos en las actividades”, detalla la directora. 

Como dice Guadino, “la cuestión piramidal en la calidad de los patios no es solo la cantidad de metros cuadrados disponibles, sino cómo se pueden aprovechar, reformular y dinamizar para que el espacio se adapte a las necesidades de los usuarios”.