Marcela Cristina Gómez: El talento inevitable

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Se alejó del atletismo en la adolescencia, pero correr fue siempre su lugar seguro. Volverse atleta de elite resultó una consecuencia lógica de sus condiciones, que la llevaron a clasificarse a los Juegos Olímpicos.

Ninguna mujer argentina corrió jamás un maratón a la velocidad que ella lo hizo. Marcela Cristina Gómez se apoderó del récord nacional en la distancia en febrero del año pasado y con su marca de 2 horas 28 minutos y 58 segundos obtuvo también la clasificación a los Juegos Olímpicos de Tokio. Nacida en Tres Isletas, provincia de Chaco, hace una década vive en Maringá, una pequeña localidad brasileña. En su pueblo comenzó a correr cuando era chica; en Brasil se convirtió en atleta.

Tres veces campeona provincial a nivel intercolegial, entre los 13 y los 16 años, el talento de Marcela para los deportes era indiscutible (además de correr, jugaba vóley, handball, fútbol y a todo lo que se le cruzara). El comentario entre sus amigos y la gente que la veía correr era automático: “Un día vas a llegar a los Juegos Olímpicos”. Sin embargo, ella sabía de las escasas posibilidades que hay en el interior del país para desarrollar una carrera deportiva y ni siquiera soñaba con esa opción. De hecho, cuando terminó el secundario, puso en pausa el atletismo. “Pero nunca dejé de correr. Siendo estudiante, por ejemplo, cuando llegaba la época de exámenes y estaba muy estresada, salía a correr 15, 20 o 30 minutos. Volvía otra persona. Correr era mi antiestrés, aunque no lo hacía de manera competitiva. No me gustaba entrenar. Los veía a mis amigos y no me gustaba el esfuerzo que hacían durante la semana”, cuenta.

  • ¿Y qué te llevó a convertirte en atleta?

Me iba bien en las carreras recreativas, y mis amigos –entre los que estaba mi esposo, al que conocí corriendo– comenzaron a alentarme para que me dedicara a esto. Mi esposo me decía que me animara a vivir del atletismo, que tenía el talento necesario.

En 2012, entonces, se hizo cargo de su don y comenzó a vivir como atleta a tiempo completo. Los resultados hicieron que su nombre comenzara a sonar en el ambiente del atletismo nacional. Era una novedad: prácticamente nadie había visto correr a esta mujer que consiguió meterse entre la elite. Ahí sí tomó forma aquel futuro olímpico que le auguraban en Tres Isletas. “Decidí que quería ir a un Juego Olímpico en 2016, antes de los Juegos de Río. Ya llevaba cuatro años corriendo a un nivel profesional, venía con una muy buena evolución de resultados y tenía ganas de correr maratón. Iba a intentar clasificar a Río, pero hubo algunos inconvenientes y no dio para que lo intentara. Pero me puse el objetivo de ir a Tokio”, afirma.

  • ¿Volviste a Chaco después de la clasificación?

No pude. Cuatro días después de clasificar llegué a Brasil y ese mismo día se detectó el primer caso de COVID-19 ahí. Después comenzaron las restricciones y todo se hizo más difícil. Vine el año pasado a la Argentina a competir en el campeonato nacional, pero solamente a eso, y volví a Brasil. Igual, estamos siempre en contacto con mi familia.

  • ¿Te dijeron algo sobre cómo se recibió tu clasificación allá?

Mi familia, supercontenta, y me contaron que la gente en general también. Yo soy una persona muy competitiva, pero no emotiva. Muchas personas me preguntaron por qué no lloré, pero yo lo tomé como que fui a hacer un trabajo: hice lo que tenía que hacer y ya. Trabajé muchísimo para eso, renuncié a muchas cosas, me esforcé. Solo mi familia y Dios saben todo lo que tuve que sufrir para llegar, así que cuando vi que lo había conseguido, me puse muy feliz, pero no lloré. Pensé: “Uf, trabajo cumplido, ahora vamos por un escalón más”.

  • ¿Qué vuelve a cambio de ese esfuerzo?

Es más una satisfacción individual que otra cosa. Uno tiene que trabajar para superarse a sí mismo, para demostrarse que puede. Durante mi preparación, todo fue costeado por mi esposo y por mí. Yo no tenía patrocinios, club, equipo, beca, nada. Fue un trabajo hecho a pulmón. Haberlo conseguido para mí fue una satisfacción personal y una demostración de que sí se puede. Muchos se quejan de que no reciben apoyo, de que nadie quiere ayudar ni abrirte las puertas. Si vos querés, lo conseguís. Tenés que desearlo y trabajar para eso. El esfuerzo es el doble, pero la satisfacción es el triple.

  • ¿Qué es lo mejor que tiene correr?

Para mí correr es todo. Yo conocí lugares a los que nunca habría viajado si no fuera por el atletismo. Tuve la posibilidad de viajar dos veces a Europa. Si fuera una persona con un trabajo común, tal vez nunca habría salido del continente. Gracias al deporte conozco lugares, personas. Muchas veces la gente me manda mensajes, escribe, dice que soy una inspiración o me pide consejos. Que la gente se espeje en uno o te tenga como inspiración positiva es la mejor devolución. 

OBJETIVO EN LA MIRA

Algunos deportistas eligen vivir el día a día y no pensar demasiado en el objetivo final. Es su manera de descomprimir y de aprovechar el proceso. Marcela, en cambio, tiene a Tokio entre ceja y ceja: “Todo lo que hago está enfocado en los Juegos. Cada entrenamiento, ir a entrenar en altura a Paipa, Colombia, apunta a la línea de largada del maratón olímpico. Los récords están para ser quebrados, no duran toda la vida; los títulos hoy los ganás vos y mañana otra persona; pero ir a un Juego Olímpico no te lo saca nadie”.