Baños secos: los sanitarios del futuro

0
160

Esta tecnología plantea una opción práctica y económica que cierra un círculo sustentable aprovechando lo que significa un gran costo para el planeta.

Por: Denise Destéfano

As raro que uno evalúe el impacto ambiental o social de lo que está haciendo en ciertas circunstancias, por ejemplo, al usar el baño. Según el Plan Nacional de Agua Potable y Saneamiento del Gobierno, siete millones de personas no cuentan con servicio de agua potable en nuestro país y casi veinte millones no tienen cloacas. Un inodoro convencional puede llegar a consumir doce litros cada vez que se utiliza, y el 80 por ciento de los residuos cloacales que generamos se vuelca directamente a los ríos y arroyos, sin tratamiento, filtrándose en napas subterráneas que luego deben ser tratadas para poder aprovecharse. Por eso, ya fuera por razones de ecología o por falta de acceso a los servicios, los baños secos empiezan a ser una opción cada vez más conveniente en nuestro país.

“Los baños secos existen desde hace mucho tiempo. Lo que es nuevo en el país es que haya este tipo de sanitarios producidos industrialmente”, explica a Convivimos Pablo Kameniecki, quien junto con Martín Monti creó Biosánita. La idea que dio vida a la empresa surgió cuando Monti realizó la instalación para su propia casa en la zona periurbana de Tandil, donde las napas son muy profundas y, por lo tanto, más caras. La idea luego se convirtió en una línea de producción artesanal y creció cuando la cantidad de pedidos exigió empezar a fabricar los sanitarios separadores en serie. Ahora están presentes en 19 provincias y 11 países adonde exportan insumos para la fabricación de estos inodoros.

Los sistemas de saneamiento seco con diferenciación de orina, conocidos como “baños secos”, se componen de dos depósitos ventilados adonde cae la orina, por un lado, y los residuos sólidos, por otro (las heces y el papel higiénico, que se cubren con aserrín, hojas secas, cal o algún otro material secante). Los sólidos se retiran y se dejan un tiempo –que puede ir del año a los 18 meses– en confinamiento para que se desequen y luego se puedan compostar al aire libre. Así, reducen su volumen y se transforman en un material con un aspecto parecido al de la tierra. Los depósitos pueden estar debajo del piso del baño o, en algunos modelos portátiles, dentro del inodoro. Algunos baños secos optan por incluir lombrices en la cámara de deshidratación para la reducción del volumen por tratar y conformar humus de lombriz. Una vez que se retira, al compost se le pueden agregar otros desechos orgánicos de la cocina o el jardín.

“Para mucha gente que no está habituada y solamente conoce los baños de la ciudad, la primera duda siempre es el olor. La verdad es que no produce olor porque está separado del agua y cubierto de un material seco dentro de una cámara que tiene su ventilación”, detalla Kameniecki.

“Lo usan personas que viven en zonas rurales y semirrurales y la gente que elige viviendas sustentables”. Pablo Kameniecki

Al ser una descomposición aeróbica, las bacterias que generan los gases que producen el mal olor se mueren y hay otras que proliferan que son las mismas que están en la tierra y componen la materia orgánica. Por otra parte, la orina separada tiene un riesgo biológico mucho menor. La orina de una persona sana es prácticamente estéril y se puede infiltrar sin riesgo significativo de que contamine las napas. De hecho, en muchos países se está analizando la viabilidad de darle otros usos, como fertilizante, por ejemplo, aprovechando su contenido de fósforo, nitrógeno y potasio, elementos que hoy se emplean en la agricultura con procesos que demandan mucha energía y recursos.

“Los baños secos ya se usan en la Argentina. Los utilizan personas que viven en zonas rurales y semirrurales donde no hay buena disponibilidad de agua, y la gente que elige viviendas sustentables. Hay muchos sobre todo en la Patagonia, en Córdoba y Río Negro”, asegura Kameniecki.

PASADO Y PORVENIR

Los baños secos vienen en su versión portátil o con la instalación completa. En otras regiones, como Escandinavia, se usan desde siempre. En Finlandia, con menos de 6 millones de habitantes, funcionan más de medio millón de baños secos. En Suecia, aún más. También se emplean en México, China, Alemania, Guatemala, España, Dinamarca, Chile, Venezuela y, sin ir más lejos, en la ecovilla Gaia en Navarro, provincia de Buenos Aires. En el mundo hay distintos fabricantes y están apareciendo nuevas normativas al respecto.

Hoy, con la contaminación como una preocupación central en el mundo, el uso de esta tecnología está atado al concepto de sustentabilidad y economía, ayudando a lugares donde no es económicamente viable llevar una extensión de la red de agua corriente.

El Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) reconoce en su manual de sistemas de saneamiento seco que el diseño “surge de la concepción de prevención de enfermedades y la protección del ambiente. Constituyen una barrera física primaria en la transmisión de las parasitosis, ya que en las cámaras de aislamiento que poseen tiene lugar el proceso de desactivación y mortalidad de patógenos”, y agrega que “es una tecnología apropiada, viable, pertinente y accesible económicamente”.

La Organización Mundial de la Salud promueve esta tecnología desde 2006, y en 2018 el Ministerio de Salud de la Nación emitió la Resolución 378-E que la habilita y promueve. El INTI, por su parte, fomenta la articulación de los fabricantes y los organismos públicos para impulsar la normativa y el desarrollo tecnológico de distintas alternativas, considerando que se puede adaptar a cualquier tipo de instalación: hogareña, industrial, pública o comunitaria, inclusive se pueden instalar en casas rodantes y barcos. También se alquilan para eventos en lugar de los baños químicos en módulos con techos colectores de agua de lluvia y lavamanos eficientes que se accionan mediante bombas de pie.

Además de prevenir la contaminación generada por los baños tradicionales, esta tecnología es higiénica, genera un gran ahorro de agua y completa un círculo sustentable aprovechando las heces y la orina como fertilizantes al devolverlos a la tierra.

 

DONDE MÁS SE NECESITA

Biosánita instaló casillas de baño prefabricadas en refugios de la Fundación Banco de Bosques en los parques nacionales Los Glaciares y Perito Moreno, en Santa Cruz. También los colocaron en San Carlos y Animaná, provincia de Salta, de la mano de las asociaciones civiles Río Colorado y Uniendo Sonrisas, y el proyecto Nutri 100, que brinda ayuda a familias en situación de riesgo social. La empresa ahora está en conversaciones con el Municipio de Tandil para seguir difundiendo esta tecnología.