Caá Yarí y los tareferos

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El mate no es solo una infusión: es un símbolo de encuentro, de tiempo compartido y de compañía en la soledad.

Fotos Ricardo Ceppi
Texto María Inés Balbín

Cuenta una leyenda guaraní que Yasí, la luna, y Araí, la nube rosada, bajaron un día a la tierra para ver con sus propios ojos la maravillosa selva que apenas vislumbraban desde las alturas. Encarnadas en dos jóvenes, pasearon hasta cansarse entre los hermosos árboles, oyendo el canto del viento entre las hojas, sin advertir la presencia del yaguareté que las acechaba, listo para devorarlas. Un viejo cazador que había visto la escena evitó la inminente tragedia con una flecha certera y acogió a las muchachas en su humilde choza para que pasaran la noche. Allí les presentó a su mujer y a su bella y virtuosa hija Yarí, y mientras compartían su escasa comida, les contó que habían decidido vivir en soledad, en medio de la selva, para resguardar las virtudes de su amada Yarí. Conmovida por semejante sacrificio–una verdadera prueba de amor filial– y agradecida por la hospitalidad brindada, la diosa Luna decidió recompensarlos. Les dijo que, al día siguiente, cuando despertaran, encontrarían una nueva planta cuyo nombre sería Caá que no permitiría que se sintieran solos nunca más. Para ello debían secar y moler sus hojas, y preparar una infusión para compartir, pues tendría la propiedad de acercar los corazones de los hombres. Así la Luna proclamó a la hija del cazador, diosa protectora de la yerba mate y la llamó Caá Yarí.
Existen distintas leyendas sobre el origen de la yerba mate, cuyo nombre lleva implícita la esencia misma del pueblo guaraní: la palabra “caá”, en su lengua, significa “yerba” o “planta”, por lo que para este, tomar sus hojas simboliza beber la mismísima selva.
 
Ponchadas de arpillera con yerba mate esperan para ser transportadas a los camiones.
Un camión acarrea las “ponchadas” (sacos de hojas y pequeñas ramas que se cortan de las plantas), con destino a las industrias procesadoras.
Tarefero selecciona manualmente las hojas de la planta de yerba mate.
Una tijera para el corte de yerba mate durante la cosecha asoma del pantalón de un tarefero.

Sin embargo, recoger este obsequio divino no es tarea sencilla, como bien lo saben los tareferos que cosechan con tijera y de manera artesanal, la yerba mate. Es un trabajo arduo y sacrificado que tan poéticamente refleja esta maravillosa serie de fotografías de Ricardo Ceppi y que la canción El mensú –de R. Ayala– ha sabido poner en palabras: “Yerba verde, yerba en tu inmensidad, / quisiera perderme para descansar / y en tus hojas frescas encontrar la miel / que mitigue el surco del látigo cruel”. Porque los tareferos, en su agotadora labor diaria, también confían su alma a Caá Yarí, la hermosa muchacha que protege desde siempre los yerbales.

RICARDO CEPPI
Fotoperiodista desde 1980, formado en redacciones de agencias de noticias, diarios y revistas nacionales y del exterior. Editor, investigador fotográfico y docente. Algunos de sus trabajos se exhiben en www.ricardoceppi.com