El momento de escuchar

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En un mundo inundado por imágenes, el contenido en audio no para de crecer. Podcasts y audiolibros ofrecen experiencias íntimas y de calidad.

Fotos: IStock

En la Universidad de Harvard hay una cámara anecoica: un espacio aislado del ruido exterior y diseñado para absorber en su totalidad las reflexiones producidas por las ondas acústicas o electromagnéticas. En 1951, el músico John Cage ingresó en ella con la intención de descubrir el silencio absoluto. Sin embargo, percibió dos sonidos: uno más alto y otro más bajo. El ingeniero de sonido le explicó que el primero era su sistema nervioso; y el segundo, la sangre circulando por sus venas. “El silencio no existe”, concluyó Cage.

Quienes escuchamos no podemos dejar de hacerlo, por lo que solo nos queda, en el mejor de los casos, elegir qué ingresa a nuestros oídos. En esta época, las imágenes dominan el espacio y parecen estar por todas partes. Un sinfín de plataformas se disputan nuestro tiempo libre (y también nuestro tiempo laboral) con contenido audiovisual de todo tipo: series y películas, streams, microvideos, transmisiones de eventos, entre muchísimas otras opciones, reclaman nuestra atención. Las visualizaciones se multiplican por cientos de miles de millones y los números solo parecen crecer. 

En ese contexto, a una escala menor pero sostenida y atendible, el audio hace lo suyo. Ante la sobreoferta audiovisual, se erige como una opción que otorga contenido de una manera menos invasiva y más fácil de compatibilizar con otras actividades.

“A diferencia del libro digital y el analógico, el audiolibro no requiere el monopolio de la atención. Vos no podés lavar los platos y leer un libro digital, o al menos es bastante más difícil. No podés salir a caminar o manejar, y leer un libro analógico. En cambio, podés estar haciendo todo eso, o lavando la ropa, limpiando el piso, lo que sea, y escuchando al mismo tiempo un libro. No creo que el audiolibro reemplace los momentos de lectura, sino que puede ocupar espacios que le estaban vedados al libro”, dice Víctor Malumian, editor en Ediciones Godot. La editorial encaró en plena pandemia la producción de audiolibros con algunos de los títulos de su catálogo, compuesto principalmente por ensayos, con la convicción de que su tarea reside en acercar el contenido escrito por sus autores al mayor público posible, sin importar el formato.

“La experiencia del audiolibro es superíntima, muy primitiva, porque tiene que ver con la voz, con escuchar a una persona que nos está leyendo en voz alta. También es una oportunidad para acercarnos todavía más a los libros”, aporta Denise Menache, productora ejecutiva de audiolibros en Penguin Random House. 

El audiolibro, ya consolidado en otros mercados y todavía en estado emergente en la Argentina, terminará de ganar su lugar entre el público, aseguran las editoriales, una vez que la oferta alcance la masa crítica que permita a cada lector encontrarse con el contenido que busca. A medida que se robustece el catálogo en plataformas como Audible, Kobo, Google, Audioteka, Audiobooks, libroFM, Bookmate y las webs de las editoriales, el número de escuchas aumenta.

La apuesta de los grandes grupos editoriales va en ese sentido: Penguin Random House tiene un catálogo de alrededor de 3000 libros, y piensa alcanzar los 6500 en 2023. Tiene estudios en Madrid, México, Los Ángeles y Argentina produciendo audiolibros. Grupo Planeta planea promediar una producción de 700 audiolibros este año, y hacer crecer ese número paulatinamente.

La tendencia es clara: de acuerdo con un informe de Bookwire, con datos de más de 800 sellos editoriales de España y América Latina, en 2020 los ingresos derivados de la venta de e-books y audiolibros crecieron un 113 por ciento respecto al año anterior. Si bien es cierto que buena parte de ese crecimiento se dio en el país europeo y México, principalmente, y que la cantidad de ventas de audiolibros no representa aún un porcentaje significativo de la venta total de las editoriales, es un canal más que se abre y que probablemente gane terreno en los próximos años.

PODCASTS

Durante los meses más restrictivos en cuanto a posibilidades de circulación a causa de la pandemia hubo un salto en la oferta de contenido de audio. La llegada de los podcasts a la Argentina fue previa, pero en esta etapa se consolidó su audiencia. Esto produjo un acostumbramiento a informarse o entretenerse solo con audio on demand. Además, la posibilidad de presentar un contenido técnicamente aceptable con una inversión relativamente baja envalentonó a creadores de contenido, que se volcaron en masa al formato. Tanto que solo en Spotify hay alrededor de cuatro millones de podcasts.

“Los podcasts crecieron tanto porque los grandes players lo han decidido así. Por la inversión”, analizó Juan Ignacio Solera, creador de Ivoox, una de las plataformas de audio más populares en España, con 60 millones de escuchas al mes. Precisamente Spotify, Apple y Amazon son algunos de los grandes jugadores que apostaron por el formato e invirtieron en la producción de contenido propio. 

“Si querés escuchar algo que no sea música y te interese, un podcast  es el mejor compañero».
Agustín Gennoni.

La importancia del podcast en una plataforma como Spotify quedó a la vista en una reciente polémica: Joe Rogan, podcaster por el que la compañía invirtió 100 millones de dólares, suele ir al límite en los contenidos que aborda, incluyendo mensajes antivacunas y conspiracionistas respecto de la pandemia. Esto provocó el enojo de algunos músicos, como Neil Young y Joni Mitchell. El primero le dio un ultimátum a Spotify: si Rogan continuaba en la plataforma, retiraría toda su música. Spotify eligió y el catálogo de Young ya no se encuentra disponible allí.

Aquella ilusión de sencillez que proyectaba la realización de podcasts chocó luego con el tiempo y el trabajo que requiere un producto para alcanzar un nivel profesional y sostenerse en el tiempo. Eso se ve reflejado en el hecho de que el 90 por ciento de los podcasts no pasan del tercer episodio y solo el 1 por ciento llega al episodio 21.

Aunque la radio desde hace cien años tiene un lugar ganado entre los consumos culturales o informativos de la gente, actualmente los podcasts se quedaron con una porción del tiempo que antes le pertenecía. Así lo ve Agustín Gennoni, productor de podcasts para Futurock y Sony Music Argentina: “Si querés escuchar algo que no sea música y que te interese, un podcast es el mejor compañero. Ese hábito de consumo en algún momento lo ocupó la radio, pero en esta era las personas están más acostumbradas a lo on demand, a decir ‘Quiero escuchar particularmente hablar de esto’. Claramente hay una persona que hizo un podcast sobre el tema que quieras”.

Los motivos por los que se produce un podcast también son muy variados: “Todavía no es un gran negocio en la Argentina, como sí lo es en los Estados Unidos y en algunas partes de Europa. En algunos casos se gana dinero, muy pocos, y en otros el podcast funciona como una gran vidriera. Puede servir para que una persona se posicione en su nicho y eso le permita ganar más en lo que sea que haga. También puede ser solo un juego, y eso está perfecto. Pero si la idea es posicionarse, requiere una inversión, de dinero y también de tiempo”, analiza Andrea Cukier, productora y editora de podcasts y audiolibros.

El audiolibro suele apostar por el concepto de “persona que le lee a otra”. Con narradores profesionales (locutores, actores o, incluso, los propios autores de los libros) y una producción cuidada, traslada lo escrito al audio sin mayor edición.

Los podcasts más populares (en cuanto a oferta y también a cantidad de escuchas) son los conversacionales y de entrevistas. Son los más asociados en estética y producción a la radio tradicional, y se apoyan en una estructura tanto amigable para el oyente como sencilla de producir, en líneas generales. Al no ser, en su mayoría, en vivo, ese tiempo transcurrido entre la grabación y la reproducción permite la exploración de géneros y recursos de edición: ficciones, documentales y otras propuestas con mayor vuelo artístico y sonoro.

El contenido en audio, una voz en el oído que cuenta historias e información, está más vivo que nunca. 

A principios de 2020, Clubhouse llegó como una promesa de revolución: una red social exclusiva a la que se accedía solo por invitación, para ser parte de salas de conversación solo en audio y en vivo. Hasta el empresario Elon Musk se subió a la ola brevemente. El entusiasmo creció tan rápido como decayó, y la plataforma no consiguió retener al público.

¿TAMBIÉN EN REDES? 

En paralelo, Twitter con la funcionalidad Spaces y Facebook con Live Audio Rooms ofrecieron opciones similares.

Actualmente en período embrionario, hay plataformas como Racket, que sería una especie de Twitter, con mensajes cortos a los que se puede responder con otros mensajes de la misma extensión, solo que en audio. El tiempo dirá si quedan en anécdota o logran instalarse.