Una huella cada vez más profunda

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El impacto de la actividad humana sobre la naturaleza afecta al ambiente y se acerca a un punto de no retorno. Algunos conceptos, como el de la huella de carbono, sirven para implementar acciones que reduzcan o compensen el daño causado.

Fotos: IStock

La computadora en la que se escribió esta nota. La computadora, la tablet, el celular o el papel en el que se lee en este preciso momento. Todos son elementos en cuyos procesos de producción y distribución se emitieron gases de efecto invernadero que impactan de forma negativa en el medioambiente. Y no dejarán de hacerlo a lo largo de su recorrido vital ni, con seguridad, tampoco cuando deban ser descartados.

Un sinfín de acciones cotidianas de cada ciudadano en una sociedad como la nuestra, desde encender un electrodoméstico hasta viajar en tren o auto al trabajo, pasando por ducharse con agua caliente o comer un asado, produce un impacto ambiental que, desde hace un tiempo, es cuantificable.

El concepto de huella de carbono, que no es otra cosa que la suma de las emisiones de gases de efecto invernadero que se provocan de forma directa o indirecta para producir un bien, fue ganando espacio y relevancia en la agenda de organizaciones de todo tipo y, de a poco, también en la de muchos individuos alrededor del mundo.

En 2009, en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial, sede Córdoba, se abrió una vacante para un área incipiente de trabajo: análisis de ciclo de vida y huella de carbono [N. de la R.: dicho análisis es una metodología que sirve para medir el impacto de un producto, proceso o sistema desde su origen hasta el tratamiento de sus residuos]. Entre todos los postulantes, a la que finalmente se quedó con el cargo le confesaron que era la única que realmente conocía sobre el tema. La ingeniera ambiental Leticia Tuninetti es desde entonces referente nacional en la materia. Poco antes de su ingreso al INTI, analizó para la compañía petrolera en la que trabajaba el ciclo de vida de un aceite lubricante.

“Cuando comencé, éramos dos personas en Córdoba. Ahora hay equipos trabajando en una red integrada que incluye a Entre Ríos, Mendoza, Neuquén, Buenos Aires, La Pampa, Santa Fe y Misiones. Nosotros siempre confiamos en que iba a ser un tema determinante y muy demandado, y creo que va a seguir siéndolo aún más en los próximos años. El tema es cada vez más conocido por la sociedad en general, por las empresas, las industrias, las organizaciones, las asociaciones, los clusters, y todos quieren calcular su huella”, cuenta Tuninetti.

La organización, que suele trabajar en alianza con instituciones como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, el Conicet y varias universidades, desarrolló proyectos destacados y reconocidos en la materia, aplicados a sectores productivos como la industria cárnica y la de agroalimentos.

Reciclar contribuye a disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero.

IMPACTO EN VARIOS FRENTES

El modo en el que el ser humano se sirve de recursos del planeta para subsistir y desarrollar sus actividades creció a lo largo del tiempo a un punto en el que modificó gravemente las condiciones del medioambiente. Ese impacto se mide de diversas maneras y enfoques.

En 1996, el canadiense William Rees y el suizo Mathis Wackernagel desarrollaron el concepto de “huella ecológica” y lo divulgaron al publicar su reconocido trabajo Nuestra huella ecológica: Reduciendo el impacto humano sobre la Tierra. El informe señala que desde 1970 la especie humana inició un camino de insolvencia ecológica. El concepto es una herramienta para medir el peso o la demanda de recursos naturales que implica el consumo humano. La noción del Día de Sobregiro de la Tierra (ver recuadro) y el establecimiento de otras huellas cuantificables son algunos de los legados de aquella investigación.

El investigador neerlandés Arjen Hoekstra desarrolló, por su parte, el concepto de “huella hídrica” en 2002. Se trata del gasto de agua que se esconde detrás de los productos que consumimos. Como sucede con casi cada recurso natural, la escasez de agua, debido al incremento paulatino de esta huella, es cada vez mayor.

En esa línea de herramientas de medición del impacto humano se inscribe la noción de “huella de carbono”, que comenzó a circular con mayor intensidad en la sociedad a partir de una campaña publicitaria llevada a cabo por British Petroleum en 2003. La compañía salió a las calles a realizar un cuestionario a las personas para determinar su huella de carbono de acuerdo con su estilo de vida, e implementó en su sitio una calculadora con el mismo fin.

Metano, dióxido de carbono y óxido nitroso son los principales gases responsables del incremento de la temperatura del planeta. En la Argentina, de acuerdo con un documento de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable, la huella promedio de un ciudadano argentino es de 5,71 toneladas de CO2 equivalente al año.

Es preferible el uso del transporte colectivo o aquellos de emisión cero, como la bicicleta.

PARA QUÉ SIRVE MEDIRLA

La medición de la huella es una de las primeras acciones que un individuo o una organización puede realizar para poner en marcha un plan de acción ambiental. Con los datos obtenidos, es posible encarar modificaciones en conductas y consumos para reducir el impacto que se genera sobre el ambiente.

En algunos casos, como medida provisoria o ante la imposibilidad o negativa a dejar de lado actividades de alto impacto, la opción que se elige es la de la compensación. Se trata de la asociación con organizaciones o proyectos de absorción de carbono y la “compra” de espacios equivalentes a los dañados por la actividad propia.

Existe un mercado obligatorio de carbono, que nació y está más extendido y aceitado en los países desarrollados, donde las compañías que no implementan acciones de reducción o compensación reciben multas en algunos casos o la imposibilidad de acceder a créditos o a ciertos mercados en otros. Esas exigencias fueron derramándose hacia compañías de otros países por la necesidad de intercambiar en esos centros, aunque a nivel local muchas veces no existe legislación en la materia que presione en ese sentido.

En torno a la necesidad creciente de reducir o compensar la huella de carbono institucional, se creó un ecosistema nuevo en el que algunas compañías se establecieron como nexo entre las organizaciones que desean implementar acciones y los proyectos ambientales con los que pueden conectarse para concretarlas.

The Carbon Sink (“sumidero de carbono” en inglés) surgió en 2021 como el primer marketplace de neutralización de carbono en el continente. En la plataforma, los usuarios acceden a un calculador de huella de carbono (puede ser a nivel individual, empresarial o para analizar un evento específico); luego, pueden asociarse a un proyecto donde compensar ese impacto.

“Nos encontramos con un par de sorpresas respecto a lo que esperábamos del proyecto: la falta de conocimiento y educación ambiental aún es alta, entonces tuvimos que brindar una especie de consultoría para asesorar a los usuarios, y no solamente ofrecer la plataforma. En esa línea, organizamos varios workshops. No todos están muy enterados del tema, y una vez que lo hacen, empiezan a buscar opciones. Se dan cuenta de que es algo fácil, entendible, accesible, además de que contribuyen a un bien común”, explica Federico Falcón, director de la compañía.

Jaime Del Sel y Martina Costa Paz son una pareja que decidió compensar la huella de su fiesta de casamiento, asesorados por The Carbon Sink. Él venía de trabajar junto a empresas de triple impacto y ella comparte desde su trabajo como artista un mensaje de cuidado del planeta, por lo que ya estaban iniciados en el tema. “En el salón donde hicimos la fiesta no contaban con proveedores sustentables, que fue nuestra primera opción ambiental, así que decidimos compensar la huella que generamos. Enviamos un cuestionario junto a la invitación para saber detalles sobre el modo de viaje de cada invitado, para poder hacer una medición más exacta. Nos llenaron de preguntas, pero nos felicitaron por la iniciativa”, relata Del Sel.

La huella de carbono individual representa un porcentaje ínfimo respecto a la de las grandes industrias. Ese hecho, que habla de que urgen acciones a gran escala de parte de gobiernos y organizaciones, no exime, sin embargo, a cada ciudadano de ser responsable ni niega la importancia de la presión social, que es, en definitiva, la suma de esas individualidades orientadas hacia un objetivo común.

“El consumidor empieza a exigir. Las nuevas generaciones tienen mucho que ver con eso, traccionan y reclaman. Hubo un boom en los últimos años que nos lleva por un camino correcto, aunque eso no signifique que se vaya a cumplir con las metas ambientales planteadas a nivel global para 2030 o 2050. No todas las organizaciones van a ser carbono neutrales, porque en algunos casos la emisión es inevitable: en la industria bovina, el metano va a estar presente por un proceso biológico de los animales, que no va a cambiar aunque pueda reducirse con determinada dieta. Creo que lo que realmente ayudaría sería un cambio en la matriz energética, que hoy aporta el 51 por ciento de las emisiones por los combustibles fósiles”, analiza Tuninetti.

Detrás de todo y chocando contra las buenas intenciones, en definitiva, se encuentra un modo de vida apoyado en el consumo. Mientras encontramos una nueva manera de afrontar el día a día, las compensaciones sirven como paliativo. 

OVERSHOOT DAY

Desde 1987, Global Footprint Network (Red Global de Huella Ecológica) calcula el día del año en el que la actividad humana consume los recursos naturales que el planeta es capaz de regenerar en 12 meses. Los especialistas reunidos en la organización implementan esta medida como una forma de visibilizar el excesivo impacto ejercido sobre el medioambiente.

Desde 1970 que los seres humanos consumimos más de lo que el planeta puede proveer en el período de un año. En aquella oportunidad, el Día de Sobregiro de la Tierra fue el 29 de diciembre. Lejos de mejorar, la situación año tras año fue acentuándose: en 2022, el día en el que se consumieron todos los recursos del año fue el 28 de julio. El peor registro hasta el momento fue en 2021: el Día de Sobregiro fue el 25 de julio. Eso significa que necesitamos casi dos planetas (1,75, para ser exactos) para producir los recursos naturales que utilizamos durante un año.