Miriam Testorelli: Legado con brillo propio

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La vicepresidenta de la firma centenaria habla del valor intrínseco de la joyería y en especial de su marca y empresa familiar, Testorelli 1887. 

Foto Pato Pérez

Miriam Testorelli se crio entre los olores de fundición, la música de los carrillones y el cantar de los relojes cucú, alineados en fila en el taller de su abuelo en San Isidro. Allí además tienen la casa matriz de Testorelli 1887, año fundacional en el que don José Testorelli arribó al Gran Buenos Aires desde Suiza para instalar su taller de precisión. En ese lugar arreglaba armas, anteojos, joyas, relojes de pared e incluso máquinas de coser. 

De generación en generación, los Testorelli construyeron una marca familiar centenaria basada en la confianza, el gusto por la joyería fina y la tradición, hoy comandada por la cuarta línea generacional. Miriam es la vicepresidenta de la empresa, a cargo de los locales y de la relación con el personal, y su hermano Fabián, su presidente, se encuentra a cargo del comercio exterior y las oportunidades de negocio. Periodista de formación profesional, Miriam atiende la videollamada desde su casa familiar, luminosa y de paredes naranjas, para hablar de su historia, la pasión transmitida, el valor persistente de los metales y las piedras preciosas, y el legado, que continúa con cuatro de sus cinco hijos. 

  • ¿Cómo comenzó tu bisabuelo con la empresa?

Hace casi 134 años, mi bisabuelo llegó de Suiza y se instaló en San Isidro con un taller con local al frente donde arreglaba todo lo que fuera de precisión. Enseguida se ganó la confianza de todo el barrio y de muchas familias de alcurnia como los Anchorena, quienes cuando llegaban las fechas especiales como Navidad, necesitaban joyas para regalar, entonces él les llevaba un cofre lleno y elegían todo lo que querían, sin remito ni factura. El trato se cerraba de palabra. 

  • ¿Cómo se fueron incorporando las siguientes generaciones?

Mi bisabuelo le dio lugar a mi abuelo, y entre ambos en 1913 hicieron el reloj floral de la Plaza Mitre, en San Isidro, que ahora va a ser restaurado. Mi padre quedó huérfano muy joven, a los 16 años, y tuvo que hacerse cargo del comercio familiar. Desde el colegio, lo ayudaron para que pudiera terminar los estudios y atender el negocio. Él había aprendido todo lo que tuviera que ver con el oficio mirando, esa era la forma en la que se transmitía el conocimiento de una generación a la otra. Así fue como Fabián y yo aprendimos también, acompañando y ayudando a nuestros padres cuando lo necesitaron. Después se sumó mi madre y después nosotros, que fuimos comprando más equipamientos, incorporando más personal y locales. Ahora somos alrededor de 80 personas trabajando, incluyendo a mis hijos, que trabajan entre la distribución, el comercio exterior y el marketing.

  • ¿Cómo describirías la identidad de la marca? 

La identidad de Testorelli 1887 se ha refrescado y aggiornado con el paso del tiempo y las generaciones, pero se mantiene ese espíritu de tradición y confianza, ya que crecimos a la par de nuestros clientes. Hoy atendemos a los nietos de los que fueron clientes de nuestros abuelos, y eso da un diferencial que no muchas empresas nacionales tienen. Además, viajamos constantemente a las ferias de joyería y gemología para mantenernos actualizados con cursos y en cuanto a las tendencias, y les damos libertad de acción a las generaciones nuevas para que también ellas puedan aportar su visión.

  • ¿Cuál fue la primera pieza que te regalaron?

La primera la recibí cuando era bebé, mis padres me regalaron unos aros abridores de platino y diamantes, pero la pieza más importante que recuerdo fue el anillo de bodas que me hizo mi padre cuando me casé. Me dio el regalo cuando íbamos en el auto camino a la ceremonia, y era un medio sin fin de diamantes que todavía conservo. Lo que me gusta de la joyería es que son pequeñas piezas que nos permiten volcar sentimientos y emociones. Por ejemplo, cuando enviudé de mi marido, yo no quería usar las alianzas juntas como suelen usar las viudas, así que fundí ambos anillos y diseñé una llave que tiene un corazón con las letras de nuestros nombres, rodeado de diamantes que simbolizan los años que estuvimos juntos, más cinco diamantes más grandes, por nuestros hijos. Esa llave encierra el espacio temporal que nos pertenece a nosotros. 

  • ¿Cómo es el gusto de las argentinas por las joyas?

Al igual que en el resto de Latinoamérica, la argentina es muy tradicional, muy conservadora a la hora de elegir joyas. Entonces se vuelca siempre por los anillos, que son una de las joyas que una puede verse todo el tiempo puestas, tener varios y además combinarlos. Como gema predilecta, el zafiro es el más elegido, y sobre todo los oscuros por su proximidad al negro. Las amatistas también gustan mucho, los rubíes y luego las esmeraldas. Además de bellas, las joyas son bienes de refugio superrecomendables. Yo siempre aconsejo a las mujeres que si tienen que elegir entre un auto o una joya, elijan las joyas, porque los autos son bienes matrimoniales, pero las joyas no. 

  • ¿Qué es lo importante para tener en cuenta al invertir en joyería? 

Primero, elegir una casa de confianza que certifique su calidad y valor. Luego, saber que toda inversión hecha en joyas es una buena idea, porque solo se tributa al momento de comprarla, a diferencia de una propiedad o un auto. Además del aprecio sentimental de las joyas, tenés un gran valor resguardado que tus herederos recibirán fácilmente sin que intervenga ningún letrado. 

NUEVOS AIRES, NUEVOS TESOROS

Para sumar nuevas generaciones de clientas millennials y centennials, en Testorelli 1887 incorporaron una línea más accesible en plata y con costos distintos, con diseños muy juveniles. “Esta línea se llama ‘Cinque Terre’ e incluye aros, anillos, pulseras cancheras y colgantes que producimos por volumen; no son piezas costosas”, comenta Miriam Testorelli del otro lado de la videollamada, quien además cuenta que, para el aniversario de los 130 años, lanzaron un diseño de anillo llamado “Alice”, en honor a su abuela, y rediseñaron toda la imagen de sus cinco locales –bajo una estética art déco–, ubicados entre Gran Buenos Aires (San Isidro, Unicenter y Dot Baires Shopping) y CABA (Alto Palermo y Galerías Pacífico).