Victoria Lescano: Apuntes de vestuarios

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La periodista especializada en moda indaga en su última publicación acerca de la evolución de los modos de vestir en la filmografía argentina, desde Tita Merello y Zully Moreno hasta las películas de Lucrecia Martel.

Foto Alejandra López

El vestido suele ser –o lo pretende– la verdadera piel del personaje”, decía el crítico Rolando Fustiñana, exdirector del Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken, en el catálogo del museo Artistas y modelos, en 1979. Estas nuevas pieles, que recubrieron y empoderaron a actrices como Mirtha Legrand, Niní Marshall o Isabel Sarli, las transformaron en las míticas Paulina Vidal, Catita o La Flavia, y fueron la obsesión de Victoria Lescano durante sus últimos siete años, donde opuso rubias y morochas, arrabaleras versus divas de teléfonos blancos y femmes fatales en la pantalla gigante.

Especializada en moda de manera autogestiva, Victoria urdió los lazos entre la indumentaria y el acervo nacional cinematográfico desde el comienzo de su carrera en publicaciones de cine como La Maga y la revista Film. Cuando todavía los estudios en moda no formaban parte de una carrera y se los llamaba “usos y costumbres”, la periodista, asidua al Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken, reflexionaba sobre los estilos de Horace Lannes o los trajes de Niní Marshall, para luego opinar desde las columnas de la revista dominical de La Nación y “Las 12”, suplemento de Página 12

Del otro lado de la pantalla, Lescano asoma con su corte de pelo à la garçonne, como Louise Brooks. Se le prenden los ojos al hablar de su expertise y comenta su fascinación por la moda, “por poder dar cuenta del origen de muchos objetos, pero también por sus arbitrariedades y extravagancias”.

Luego de las publicaciones Prêt-à-rocker: moda y rock en la Argentina (2010) y Letras hilvanadas: cómo se visten los personajes de la literatura argentina (2014) –que exploran los puntos de contacto entre la indumentaria, la música y la literatura–, Lescano prende el proyector e investiga los vestuarios del cine argentino en Prueba de vestuario. Diseñadores y vestuaristas en el cine argentino (Ed. Ampersand, 2021), desde el apogeo de los estudios cinematográficos hasta las películas independientes de las décadas recientes, con un apartado a color de reproducciones de afiches de cine, posters, figurines y bocetos de figuras nacionales.

  • ¿Cómo comenzó la investigación de este nuevo libro? 

La relación entre moda y cine en la Argentina, por un lado, no fue revisada o profundizada, y lo quise hacer porque sentía que no estaba documentado. Por el otro, me empezó a crispar que en todos lados se hablara solamente de las alfombras rojas y las celebridades o los diseñadores de vestidos de una manera bastante banal, entonces me propuse profundizar en el cine, que siempre fue mi influencia y lugar de aprendizaje. Cuando escribí Letras hilvanadas ya sabía que tenía que hacer este otro, pero a mi salida de Página 12, hace siete años, me hice el tiempo para dedicarme al libro a tiempo completo. Estoy contenta con el resultado, creo haber logrado matizar cada historia, entre el rigor histórico y el humor que necesitaba. 

  • ¿Qué descubriste durante la investigación de Prueba de vestuario

Me llamaron mucho la atención las películas y la historia de los estudios. No había visto el cine de Tita Merello y me gustó escribir sobre las representaciones de las morochas y la rubia mireya. Aluciné con las películas de Paulina Singerman. Un film me fue llevando a otro, y de ahí a la hemeroteca a ver colecciones y archivos en papel, como también el del Museo del Cine. Volví a revisar el material y entrevistas hechas a Horace Lannes y Paco Jaumandreu, y pude valorarlos a la distancia. Otro gran hallazgo fue entrevistar a Graciela Borges; no conocía toda su filmografía y además es una gran conversadora que puso siempre su placard personal al servicio de las películas. De la generación de vestuaristas que me son contemporáneos, tuve grandes charlas con Roberta Pesci, Julio Suárez, Beatriz Di Benedetto y Julia Bertotto, y de ellos me sorprendió el método, la seriedad con la que se embarcan en cada proyecto sin importar si eran films de culto o títulos comerciales. También, la posibilidad de tomar licencias creativas una vez que el conocimiento es exhaustivo. Me gustó respetar la cadencia de cada época del cine y tratar de trasladar eso a cada capítulo. 

  • ¿Qué cambios detectaste en el universo del vestuario argentino desde el siglo pasado hasta hoy? 

Se perdió la industria de los estudios cinematográficos, que en un momento supo ser tan grande como la de Hollywood y sus departamentos de vestuario. Su importancia era tal que algunos directores tenían exclusividad con algunos vestuaristas para sus proyectos. Horace Lannes, cuyo retrato hecho por Anne Marie Heinrich colgaba en las marquesinas, me contó que mucho vestuario terminó como trapos viejos y no se le dio importancia a la conservación. Por suerte eso está cambiando, y el Museo del Cine reserva mucho material. También se acotaron los presupuestos, y en consecuencia el vestuario evolucionó de plenas realizaciones a scoutings en locales vintage, que anticiparon el reciclaje y el upcycling

  • ¿Sentís que esta publicación cierra la trilogía de objetos de estudio? 

Me gusta ver de qué manera interactúan la moda y la indumentaria con la música, la literatura y el cine, hacerlos dialogar y desentrañar los personajes de cada campo que a mí me interesan. Entre la crónica y el ensayo, mis libros son una coartada para ahondar en el aprendizaje y el descubrimiento de la cultura nacional. 

MIRTHA LEGRAND, EN TAPA

En julio de 2019, y a modo de tributo póstumo al diseñador Eduardo Lerchundi, que había fallecido el año anterior a los 92 años, el Museo del Cine de Buenos Aires ideó la muestra «Retazos». Allí se exhibieron posters, bocetos, fotografías y algunos indumentos donados por el vestuarista, como la monoprenda compuesta de jersey, algodón gris y fibra sintética verde, adornada con trencilla dorada y cinturón con tres tiras con hebillas, réplica del vestuario que usó Mirtha Legrand para el film La señora de Pérez se divorcia (1945), del director Carlos Hugo Christensen y realizada por el estudio Luminton por la modista Ana Camacho. Del estudio de Lerchundi al museo, para terminar como portada del libro que pone en valor el vestuarismo nacional y los oficios vinculados a la industria del cine, y recupera la cinematografía argentina.