Luciano Pereyra: «Me gusta ir de gira porque tengo a dónde volver»

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Festeja 20 años con la música con una gira que arrancó en los Estados Unidos, recorrió todo el país y tendrá su punto máximo el 8 de diciembre en el estadio de Vélez. Conversación con quien confiesa que se ha ido haciendo “fanático” de sus fans.

Por: Gustavo Ng

Fotos: Nicolás Pérez

 

Cuando era un chico, con una sonrisa de pícaro y tanto placer por cantar como ganas de escaparse a jugar a la pelota, algunos sintieron que tenía la fibra que hacía falta para llegar lejos. Hoy, Luciano Pereyra mira para atrás y ve 20 años de trabajo. Nada lo apartó de la música, de la gente que se fue haciendo su público, de los escenarios.

Este año lo celebra con un tour fenomenal en el que pasea su último disco, La vida al viento. En esta charla comienza recordando cómo lo hizo. “Cuando empecé a armar el listado de temas con el productor, pusimos todos los discos sobre la mesa y me cayó la ficha. En estos 20 años pasó de todo, discos, vida. Crecí como persona, me formé, viví”.

El tour de La vida al viento incluye muchísimas ciudades de la Argentina, recitales en Chile, México, Uruguay… Parece una locura. Hace falta una cantidad de trabajo descomunal para cumplir con ese programa. ¿Te gusta demasiado trabajar?

Me gusta. Y me gusta porque trabajo de lo que me gusta. Aparte, no conozco otra manera. Yo vi a mis papás trabajar toda la vida, aprendí de ellos. Son personas del interior que vinieron a Buenos Aires, se quedaron en Luján; mi padre trabajaba en una fábrica, y juntos levantaron su casa. Yo viví ese proceso, por eso no creo en la suerte, y si hay una cuota de suerte, hay que ayudarla con trabajo, con sacrificio. Mis padres me enseñaron ese régimen de vida, que es muy lindo y que me dio las herramientas necesarias para que pueda estudiar y realizarme en lo que me gusta. Mi papá, si bien es pintor, canta muy bien y me transmitió la pasión por cantar, y mi madre me dio la razón. Me decían que si me gustaba la música y era lo que quería hacer, me tenía que sentar y estudiar. Hoy disfruto del cansancio que genera el trabajo y de la bendición que significa vivir de lo que me gusta. No me la paso trabajando todo el día, pero cuando tengo que hacerlo me aboco cien por ciento.

“Mi papá, si bien es pintor, canta muy bien y me transmitió la pasión por cantar, y mi madre me dio la razón”.

¿Cómo te sentís con la gira?

Feliz, porque en menos de un año hacer tres Orfeos, 16 Gran Rex, dos Metropolitanos en Rosario… a lo que se suma que son 20 años de estar haciendo música… es hermoso. La gira arrancó en los Estados Unidos, y eso fue muy especial porque siempre fui a grabar discos o a componer, así que poder tocar allí fue increíble. Esta gira me tiene muy movilizado. Cuando empecé a armar el listado de temas con el productor, pusimos todos los discos sobre la mesa y me cayó la ficha de que estoy celebrando 20 años con la música. En estos años pasó de todo, discos, vida. Crecí como persona, me formé, viví. Miro para atrás, veo todo lo que pasó y entonces llego a cualquier escenario y estoy al borde de la lágrima. Cada escenario en este tour es muy fuerte, porque toco canciones que hacía mucho no cantaba, y eso moviliza. Cuando arranqué la gira en el Orfeo [Orfeo Superdomo Córdoba], llegué a la prueba y justo estaban pasando las imágenes para el concierto. Me quebré, me abracé con el director musical, y me dijo “¡Eh!, ¿qué pasa?, mirá todo esto”. Y te cuento otra: en Nueva York, después de la prueba de sonido, el DJ puso música argentina. Yo estaba en el camarín de BB King, con fotos de él, James Brown, Aretha Franklin, y escuché que sonaba Horacio Guarany. Salí a tocar, vi a mis papás en el público. Cuando terminó el concierto, le dije a mi viejo: “¿Escuchaste que sonaba Horacio?”. Y mi viejo, llorando, me respondió: “Mirá, me traje la chalina que me regaló él”. Fue algo mágico. Mágico. Por eso disfruto tanto de mi trabajo.

Hablás de Nueva York, viajás mucho por Latinoamérica, ¿cómo vivís en esa carrera tu lazo con la Argentina?

Mi carrera es un árbol, y si no le regás la raíz, no crece. Necesita sol, viento, agua y así va creciendo, pero la raíz está siempre en el mismo lugar, lo que se desarrolla es lo demás. Que mis hojas musicales sigan creciendo y lleguen a distintos lugares. Es como la amistad, uno tiene amigos de toda la vida, te vas de viaje, pero regás la amistad. Y es lo mismo con el amor o con la familia, hay que estar pendiente siempre de regar eso.

¿Cómo aparece eso en tu música?

A La vida al viento lo grabé en parte en los Estados Unidos y en México, y es un disco muy moderno, muy urbano, que tiene cumbia, que es lo que escucho y escuché toda mi vida. Además, para mí es uno de los álbumes más románticos y de fusión más folklórico que tengo. En este disco está todo, es un árbol mío, que vuele, pero la raíz folklórica la sigo regando con los instrumentos de mi tierra, que es lo que me acompañó estos 20 años y lo que me hizo llegar hasta acá. Eso es parte de mi identidad musical cuando voy a tocar a cualquier otro país.

No te encasillás con la música…

Yo no me voy a encasillar. Creo que se ha roto ese mito, y lo han roto grandes maestros que he tenido, como Horacio Guarany, Mercedes Sosa, gente que ha cantado en otros idiomas. ¿Por qué me voy a encasillar? Si yo me crié escuchando todo tipo de música gracias a mi padre. Eso hizo que nunca me encasillara. Si nunca la música me discriminó, ¿por qué la voy a discriminar yo? Cambió hasta la forma en que la adquirimos: podés ir a un concierto de folklore, pero en tu play-list del celular tenés música en diferentes idiomas, ¿por qué yo no voy a hacer lo mismo?

Has dicho que sentís como folklore lo que por ahí otros dicen que no es.

Yo fui a hacer una grabación de baterías en Nueva York, y cuando terminamos la jornada, tomando algo en un lugar, sonaba un hip hop recontrapesado que me llamó mucho la atención. Estaba buenísimo, y pensé que si le ponía instrumentos de folklore, podía ser folklore. Grabé ese hip hop, cantándole arriba cosas de folklore para buscarle la vuelta, y terminamos haciendo una canción que se llama “Llegaste”, que está en este disco. Es tan lindo esto de la música. Compuse con Andrés Castro, de Colombia, con gente de México, de Cuba, de Venezuela. Yo desde la Argentina y cada uno con acento distinto, con formas distintas de decir la poesía. Me fusioné con todos ellos, y el resultado es La vida al viento. Por eso digo que la música no solo me formó como músico y como artista, sino también como persona. Escuchás cómo habla un colombiano o alguien de cualquier lado, y empezás a conocer un poco más. Por eso les agradezco tanto a la música, a los viajes, a las culturas. Esa es mi materia prima para componer. En los primeros discos, yo tenía una o dos canciones, ¡claro! ¿De qué iba a hablar a los 15 años si estaba empezando a vivir? Hoy, con 37, ya tengo un recorrido.

Parece mucha magia, pero también está el trabajo que decíamos al principio, ¿no?

Cuando estás de gira, hablás de trabajo todo el tiempo, porque es una pasión. Pero por otra parte, es una carrera solitaria de mucho viaje, de mucho hotel. Para mí, es importante mantener el espíritu calmo, porque si no, se te puede ir para cualquier lado. Tu vida pasa a ser la música. A mí me gusta mucho irme de gira, porque puedo volver. Tengo la suerte de tener mis padres vivos, entonces vuelvo y puedo comer con ellos en una mesa larga. Puedo volver con mis perros. La familia me mantiene en la tierra.

“Les agradezco a la música, a los viajes, a las culturas. Esa es mi materia prima para componer”.

Te gusta prestarle atención al público.

Sí, porque aprendés, y más hoy, con las redes sociales. Antes me seguía un montón de gente, pero yo no conocía a nadie. Ahora chusmeo y reconozco a la gente que me sigue. Hace un par de años, con el disco anterior, Humano, se generó algo muy lindo. Organizamos una vaquita con todos los regalos que me hacían y eso lo llevaron al merendero de una escuela, lo filmaron, me lo mandaron y lo subí a las redes sociales. ¿Qué mejor regalo que en tu nombre vayan a dar algo a alguien que realmente lo necesita? Si practicáramos más esa solidaridad, habría un gran cambio en la sociedad. Si tenés ganas de aportar, andá a un comedor y ayudá. Prendele la hornalla a la señora que cocina en un comedor y ya está, eso te cambia. Los clubes de fans, siempre considerados como “personas locas que gritan”, en realidad son grupos hermosos que se juntan a ayudar y encima lo hacen en tu nombre. ¿Cómo no les vas a querer dar un gran concierto? Como artista, me he ido haciendo fanático de mis fanáticos.

Para algunos, el escenario es un lugar de terapia. ¿Sentís respeto por el escenario?

¡Claro! Es mi lugar de trabajo y hay que mantenerlo limpio. En tu casa, si vos fumás, no vas a tirar la colilla al piso; en el escenario, tampoco. Para mí es una gran terapia, aunque también disfruto mucho otras cosas, como ir a pescar o jugar al fútbol.

¿Jugás al fútbol regularmente?

Siempre estoy desesperado por jugar. Me defiendo bien, jugué en las inferiores de Boca, pero ¡Dios es sabio! Me cambió la pelota por la guitarra.

GIRA

El último tramo de su gira tiene las siguientes fechas:

3/11: Teatro de Verano – Montevideo.

9/11: Club Regatas – Corrientes.

10/11: Estación Belgrano – Santa Fe.

2/12: Teatro Oriente – Santiago de Chile.

8/12: Estadio Vélez – Buenos Aires.

15/12: Arena Maipú – Mendoza.