Diego Schwartzman: “Soy tan profesional que a veces me cuesta disfrutar”

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Flamante campeón del Argentina Open, su cuarto título profesional, está entre los mejores diez tenistas del mundo. Cuánto le costó llegar adonde está y qué piensa para su futuro.

El tenis siempre estuvo. Si bien no llegó a la altura de la pasión que siente por el fútbol, condujo su vida desde chico. Un talento a prueba de todo guio su vida y lo paseó por el mundo. Antes, cuando las oportunidades y el dinero no sobraban, se las ingeniaba para viajar a los torneos gracias al esfuerzo de sus padres (capaces de vender su auto para comprar pasajes en micro hacia una competencia). Como espectador, el entonces ATP de Buenos Aires –hoy Argentina Open– fue siempre un campeonato especial: lograba colarse y ver algunos partidos, soñando con alguna vez ser protagonista y, quizá, levantar ese trofeo.

Ya como jugador, Diego Schwartzman intentó ser campeón en su ciudad, Buenos Aires, con la presencia de sus amigos y familiares, pero el torneo le fue esquivo. En 2019 perdió la final, el año pasado debió retirarse por una lesión y, finalmente, en 2021 concretó el objetivo. Metáfora de estos tiempos, consiguió disfrutar en casa lo que antes únicamente solía obtener afuera. En octubre del año pasado, luego de un Roland Garros sensacional, logró meterse en el selecto grupo de los diez mejores jugadores del ranking profesional. El ansiado top ten, además de brindarle facilidades en todo el circuito, también implica para él una responsabilidad: “Soy bastante político en ese sentido, tengo mis opiniones y trato de sumar. Como funciona todo, lamentablemente escuchan un poco más al que está más arriba, y por ese lado, trato de hablar un montón con los jugadores para ver cómo estamos, qué opinamos, para dónde vamos, para dónde tiramos o para dónde intentamos que las cosas cambien. Puedo comunicar después todos estos temas a la gente que toma decisiones en la ATP. Me gusta poder trasladar lo que piensan los jugadores y lo que pienso yo, y poder cambiar las cosas que me parece que están mal”.

  • ¿Te gustaría involucrarte en política?

En política deportiva. Política nacional, no. Me divierte ir generando ideas o cambios. Poder ayudar y usar la palabra me encanta.

  • Hablaste algunas veces de la desigualdad que sufren los tenistas sudamericanos, por los viajes y los gastos que deben costear para tener una carrera. En tu caso, viviste eso de cerca, con tu familia vendiendo cosas para que puedas asistir a los torneos. ¿Qué recuerdos tenés de esas épocas?

Mi familia prácticamente no me hacía sentir toda esa falta ni los líos económicos que había tanto para mí como para mis hermanos a la hora de viajar, jugar o ir a entrenar. Casi que no me daba cuenta de eso, y es algo muy bueno, porque quizás hubiera colgado la raqueta si veía que mi viejo vendía un auto o lo que sea para poder viajar a un torneo. Quizás les hubiera dicho que frenen, que no sigan con eso. Pero también me formó en un montón de valores y cosas que tengo. Eso hizo que me guste poder ayudar y colaborar para que, con el tiempo, esa desigualdad para los sudamericanos no sea tan grande.

  • ¿Cuándo te diste cuenta de todo ese mundo que no veías?

Cuando fui un poco más grande. Hubo un montón de cosas que no me enteré hasta cerca de los 20 años, y ya en el tenis jugaba mejor y no necesitaba ayuda. Desde los 16, 17 años, hubo gente que me ayudó mucho económicamente para que pueda arrancar en mi etapa profesional, sponsors. De más grande, como me iba bien en los torneos, pude ir solventando un poco más los gastos y generando mejores condiciones para mi carrera. Y ahí me fui enterando de un montón de anécdotas y cosas que mis viejos, mis hermanos y mucha gente hacía en su momento para que yo pudiera jugar.

Le dicen “Peque”, aunque la suya es una altura promedio. Sucede que entre los 20 mejores jugadores de tenis del mundo, excluyendo a Diego, el promedio es de 189 centímetros, 20 más que los suyos. Durante años, él y su familia buscaron tratamientos que pudieran ayudarlo en su crecimiento, ya que no solo constituía una desventaja dentro de la cancha, sino que muchas veces su estatura atraía burlas y comentarios afuera. “Finalmente no hice ningún tratamiento, porque eran muy invasivos y prácticamente no iban a modificar nada. Fue una decisión que me frustraba mucho en su momento. Después, ya me dio igual. A medida que crecí, vi y entendí un poco más el alrededor, y fui consciente de lo que pasaba, dejó de frustrarme tanto como cuando tenía once, doce años”, cuenta.

  • ¿Fue un tema para vos? ¿Te molestaba?

Me frustraba más que nada. Me daba cuenta de todo el esfuerzo que hacíamos para que yo jugara al tenis y veía que físicamente no iba a poder ser competitivo por ese lado, en cuanto a la altura y el físico, con otros jugadores, y que el tenis cada vez tenía una media más alta. También me frustraba porque no entendía, recién me estaba formando en los valores y las cosas que realmente importan. Dos centímetros más, dos centímetros menos realmente mucho no cambian.

  • Hace poco, el venezolano Soteldo, futbolista del Santos de Brasil, que es de baja estatura, dijo que cuando vio jugar a Messi se sintió más confiado en que él iba a poder llegar. A vos, ¿se te acercan chicos que no tienen la estatura promedio del tenis para decirte cosas similares?

Sí, y muchos papás de chicos que están jugando. Me dicen que me tienen como referente. Me divierte y trato de aconsejarlos. Me preguntan cómo entrené o cómo me formé cuando era chico para llegar donde hoy estoy. Y trato de contarles que no hice nada raro: simplemente entrenar, como entrenan todos, ser muy profesional, porque, al tener menos herramientas físicas, obviamente debés suplantarlas con otras cosas. Yo sé que no me van a salvar un saque o la fuerza de mis golpes desde el lado físico. Hay que ser muy consciente y suplantar todo eso.

“CADA AÑO TERMINÉ MÁS ARRIBA EN EL RANKING, Y ESA ES UNA SATISFACCIÓN PERSONAL DE LA GENTE QUE ESTÁ  AL LADO MÍO”.

Hace ya un tiempo que cada año que pasa es el mejor de su carrera. El suyo es un recorrido ascendente, en nivel, en posiciones en el ranking, en reconocimiento y también en dificultad. Los lugares para escalar son menos que los ya escalados, los ojos puestos en sus espaldas se multiplican, los requisitos para mantener posiciones son cada vez mayores. “Todos los años cuesta más subir, y este año seguirá costando. Cada año terminé más arriba en el ranking, y ese es un logro personal, una satisfacción personal y de la gente que está al lado mío, tanto profesional como familia y amigos, que es espectacular. Es siempre festejar por algo a fin de año. Esperemos que no se corte la racha, porque no estoy muy acostumbrado a irme para atrás. Tengo mucha presión con eso”, confiesa.

  • ¿De dónde viene esa presión?

De mí. Nunca la sentí del lado de afuera. Sí me ponía un poco más nervioso, y todavía me pongo un poco más tenso, cuando represento a la Argentina, porque estoy representando a mucha más gente. Cuando juego en el circuito, al final estoy jugando para mí y quizá para los que más me quieren. Sé que un montón de gente me toma como referente o me quiere sin conocerme, por verme jugar. A veces, siento que quiero demostrarles a esas personas, pero al final, a la hora de competir, no me pongo a pensar lo que puedan decir. Estoy jugando para mí y yo quiero ganar más que nadie, quiero que me vaya bien más que nadie. Esa es la presión que me pongo.

  • ¿Hay espacio para el disfrute en el tenis profesional?

Creo que a medida que van pasando los años encontré muchas más razones para disfrutar. Obviamente que, por la parte económica y por ver bien a tu familia, poder disfrutar con tus amigos, con tu novia, conocer lugares y darte gustos que no te imaginabas, el tenis te hace ir disfrutando cada vez más. Hoy tengo 28 y disfruto de un montón de cosas.

  • ¿El tenis es tu deporte favorito?

Me encanta el tenis, pero está claro que no. Mi deporte favorito es el fútbol, siempre lo fue. Pasa también que soy tan profesional y competitivo que a veces me cuesta disfrutar de lo que hago y disfruto más de lo que veo por tele que hacen otros. Ninguna actividad que hubiera hecho como profesional habría sido mi favorita, nunca. A todo el mundo le pasa que quiere un poco lo que no tiene…

  • Hace un tiempo, en una nota en el sitio Enganche, dijiste que a veces te da un poco de miedo no poder recuperar las cosas que te perdiste por tu profesión…

Lo sigo pensando. Tengo muchos amigos, varios hermanos, ahora también sobrinos, y el jugador sudamericano, como hablábamos antes, se la pasa viajando… Todos los años me paso mucho, mucho tiempo lejos de mi casa, de toda esa gente que quiero y de todo lo que realmente disfruto. Y cuesta. Van transcurriendo los años y gané mucho más de lo que perdí, obviamente, pero hay cosas que ya no voy a poder hacer cuando sea más grande.

  • Te habías planteado en un momento retirarte a los 32 años, ¿mantenés esa idea?

Treinta y dos, treinta y tres… Si estoy top ten, la verdad no creo retirarme, pero sí, siempre digo que para mí es mucho mejor retirarse uno y no que te retire el deporte. Esa es mi frase de cabecera con el profesionalismo. Prefiero tomar la decisión yo a que me deje el tenis. Quiero tomar la decisión y hacerlo mientras lo disfrute y la pase bien, que es lo que hago hoy. No me imagino, la verdad, a los 35 años viajando siete, ocho meses, como hoy viajo.

Anticipándose a lo que viene, Schwartzman ya puso en marcha algunos proyectos que hoy ocupan su tiempo libre, lo ayudan a sacar la cabeza por fuera del exigente circuito del tenis y lo entusiasman a futuro. Colabora junto a su hermana y su cuñado en la marca de gorras e indumentaria Guinche 21, sin gran responsabilidad en el día a día del emprendimiento, pero con voz y voto sobre modelos y otras cuestiones. También fundó un club de eSports, Stone Movistar, cuya sede de entrenamientos y concentraciones está en el Club Náutico Hacoaj, el mismo que lo vio usar la raqueta de tenis por primera vez. Retroceder sobre sus pasos para agradecer y llevar adelante proyectos en conjunto es otra característica suya: hace poco se sumó a Summa, la agencia comercial que lanzó el exjugador Juan “Pico” Mónaco. “Es como un hermano para mí. Desde muy chico me apadrinó un poco, llevándome a muchas pretemporadas, a muchos entrenamientos, cuando yo tenía 15, 16 años. Sentía que, si podía, tenía que ayudarlo en su nuevo proyecto. Va a ser bueno para los dos”, explica Schwartzman.

Aquellas dificultades de sus comienzos, los centímetros que sentía que necesitaba, los pesos y dólares que no alcanzaban, forjaron la personalidad de este torbellino que, a puro empuje, a fuerza de triunfos que se apilan unos sobre otros, torció el destino y se erige hoy como referente de los tenistas del futuro. Él, que se colaba en los torneos y miraba con admiración a los integrantes de “la legión” (el grupo de tenistas argentinos que, simultáneamente, escalaba en el ranking y ganaba torneos por el mundo), es hoy el portador de la posta. Una posta que, asegura, entregará entero, cuando le queden pilas para disfrutar de lo que más le importa, lo que no entra en una cancha de tenis. 

2021

Lo que más entusiasma a Diego Schwartzman este año no es ningún Grand Slam ni tampoco volver al selectísimo ATP World Tour Finals, donde ya compitió el año pasado. Lo que este año lo ilusiona particularmente es la posibilidad de vivir los Juegos Olímpicos de Tokio, para los que ya se encuentra clasificado. Sin embargo, viendo un poco más allá, su deseo máximo es extradeportivo: “Ojalá se hagan los Juegos, no sé lo que pueda pasar en cuanto a las decisiones de la pandemia… Quiero que el mundo mejore para volver a competir, pero sanamente, con gente en las tribunas y en torneos normales. Es duro lo que pasa hoy. Lo bueno que tiene viajar es que ves realmente cómo está el mundo, y es un mundo un poco triste: no hay nadie en ningún lado y toda la gente está con mucho miedo. Es feo, así que lo más importante sería que vuelva un poco todo a la normalidad para disfrutar de nuevo de esos viajes y los torneos como siempre”.