Luisana Lopilato: “Ahora me planto de otra manera”

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Lleva toda una vida delante de las cámaras. Tanto que cree que si no la reconocieran, sentiría que ya no la quieren. Fue madre por cuarta vez, protagoniza en cine y llega al teatro con una de las comedias más esperadas del país.

Fotos: Sebastián Arpesella / Netflix

Un carisma que desde muy chica le abrió puertas, una espontaneidad que supo conservar a lo largo del tiempo, un talento que cultivó y trabajó arduamente, y una pasión por la que perseveró hasta convertirla en su cotidianeidad. Luisana Lopilato se valió, sobre todo, de esas herramientas para construir una carrera actoral en la que interpretó a personajes recordados de la televisión nacional; y en ellos basó una popularidad y un cariño que alimenta y agradece permanentemente.

Desde hace unos años, volcó su trabajo principalmente al cine, un espacio que, entre otras cosas, le permite períodos de trabajo intensos, pero de corta duración, para poder volver a su casa en Vancouver, Canadá. “Hay algo del lenguaje del cine que me apasiona. Me encantan sus tiempos, es un viaje diferente, todo se disfruta más. Desde la preproducción hasta cuando te preparás para una escena. Hay una adrenalina que se siente adentro antes de que digan ‘Acción’ que es irreemplazable. Es muy intensa, al punto de que en ese momento me pregunto ‘¿Por qué estoy haciendo esto?’. La respuesta la obtengo cuando hago una escena que me gustó mucho o en la que creo que me fue bien, en la que logré lo que quería lograr. Es muy gratificante. Es un sentimiento increíble. Con los años, además, me puse más perfeccionista en la lectura del libro, más puntillosa. También siento que ahora soy más escuchada a la hora de proponer cosas. Antes, no sé si porque era chica y un poco inmadura, tenía miedo de decir lo que sentía de los proyectos. Ahora creo que tengo los años y la experiencia para poder plantearlo”, afirma.

  • ¿Eso lo adjudicás a tu experiencia?

Sí, creo que había algo más de inseguridad mía. Los años me dieron seguridad. Ahora sé que esta soy yo, esto es lo que me gusta, esto es lo que no. Aprendí a no tener miedo de decirlo. Antes pensaba “¿Cómo le voy a decir al director que no me gusta esto?”. Ya tengo 35 años y muchas experiencias en mi vida, con muchos años en el medio, y me planto de otra manera.

  • ¿Y sentiste que aportó algo el cambio de época, que se escuche de otra forma a las mujeres? En principio, un personaje como Pipa, una investigadora protagonista y fuerte, no solía verse mucho antes…

Por supuesto que el movimiento ayudó muchísimo a la mujer. Creo que ahora la gente está más atenta a escucharnos, y me parece genial. Se abrieron muchas puertas, se ve a la mujer desde otro punto de vista, como tendría que haber sido siempre. Para todo hay tiempo, crecimiento y madurez.

  • Esa satisfacción de alcanzar lo deseado en una escena, ¿la sentís en el momento? ¿O cuando ves el resultado?

Depende. Ya en la lectura, a veces, te das cuenta cuando una escena es difícil y pensás cómo la vas a llevar, qué vas a hacer. No es solamente darle el tono a la escena, sino qué hacés con el cuerpo, cómo te movés. Hace bastante que estoy trabajando con un coach, Sebastián Romero, y comencé a darles bola a cosas a las que no les prestaba atención. Yo pensaba que no necesitaba ayuda porque ya sabía lo que quería hacer. Pero el trabajo con él me cambió, me dio la seguridad que antes me faltaba en el set. Aprendí a preparar mejor las escenas, a convertir el texto en algo muy mío, para saber qué movimiento voy a hacer en cada frase que digo. Eso es muy importante a la hora de hacer cine. Ahora va por Netflix y otras aplicaciones, pero antes era en pantalla grande, entonces tenés que ser muy precavido en los movimientos y en los gestos que hacés.

  • Y el cine tiene una vuelta más: el personaje no va creciendo junto a la historia; puede que la última escena la filmes el tercer día, y las primeras sean promediando el rodaje, ¿cómo te afecta eso?

Ay, sí, eso es lo que más me mata. Cuando arranco un proyecto nuevo, siempre pido que no empecemos por la última, por favor. Porque a medida que vas transitando el personaje, vas viendo por dónde lo llevás. Después del primer y segundo día de set, ya más o menos sabés dónde vas a ir. Al principio estás descubriendo, preguntándote si va o no va por donde pensabas. En eso el director es una pieza muy importante, porque es el que te va guiando y te va diciendo que pruebes una cosa u otra. A mí me gustan los directores que se ponen a charlar, que te van guiando en ese sentido. En Matrimillas me pasó con Seba De Caro. Es un gran director, le gusta sentarse, hablar, trabajar las escenas. Pregunta “¿Qué querés hacer vos? ¿Te gusta esto? Probá”, y después viene y te agrega otras cosas. Los directores que charlan, que quieren practicar y hablar del personaje me encantan. Por eso me apasiona el cine, porque me encanta todo ese tiempo.

Matrimillas es la comedia romántica que estrenará en Netflix el mes que viene [ver recuadro]. Es su vuelta a la comedia después de la trilogía (también de Netflix) basada en las novelas de Florencia Etcheves: Perdida, La corazonada y Pipa. Tener material disponible en plataformas internacionales le facilitó a Luisana compartir su trabajo con sus amigos canadienses. Antes, ella misma se encargaba de contratar a alguien para subtitular sus trabajos y distribuirlos de forma interna.

“Hay algo del lenguaje del cine que me apasiona”

Con solo 35 años, Luisana lleva tres décadas frente a las cámaras, desde que su papá, Eduardo, la llevaba a escondidas a castings para sus primeras publicidades. De entrada, el universo de los comerciales y las ficciones la deslumbró. Y fue mutuo, aunque no sencillo: antes de ingresar a Chiquititas, rebotó en un par de audiciones, hasta que le permitieron ingresar a la academia de Cris Morena. Aquella insistencia fue un factor clave en cuanto se liberó una vacante en el elenco: la productora premió su tenacidad y abrió una puerta que jamás volvió a cerrarse. “Me encantaba faltar al colegio para salir a trabajar, saber que ganaba plata y me podía comprar lo que quería. Desde chiquita tuve ese entrenamiento para saber que uno, para tener las cosas en la vida, debe trabajar. Y se los digo a mis hijos: ‘No es que porque mamá y papá pueden, pedimos lo que sea. Hay que esforzarse’. Creo que me identifica la perseverancia. Podés no ser bueno en algo, pero siempre hay que seguir intentándolo, no quedarse a mitad de camino. Tenés que intentar tres, cuatro veces, las que hagan falta”, afirma.

  • ¿Alguna vez te pesó la exposición?

No, para nada. Empecé tan chica que para mí ya es normal. Es parte de mi vida. Y creo que si no me reconocieran o no me miraran, sentiría que no me quieren más. Me acostumbré a vivir con el cariño de la gente. También siempre tuve buena onda con el público, y eso es algo de lo que voy a estar siempre muy agradecida.

  • ¿Cómo sobrellevabas las inseguridades propias del crecimiento, mientras en pantalla te mostrabas avasallante en Rebelde Way, por ejemplo?

Siempre fui muy respetada e hice lo que quise y pude. Se lo debo mucho a mi mamá y a mi papá, que nunca me dejaron sola y me acompañaron en todo. Hasta el día de hoy me acompañan: tengo una sesión de fotos, agarro el teléfono y le pido a mi papá que me lleve y me acompañe, o a mi mamá. Nunca estoy sola. Hasta los 18 años me llevaron a la puerta del colegio todos los días, y es lo que hago yo ahora con mis hijos: la escuela de Noah, el mayor, está frente a casa, y él me dice que lógicamente puede cruzar la calle y entrar solo, pero lo voy a acompañar igual.

Cuando llena un formulario, en el casillero correspondiente a la ocupación, Luisana elige poner “ama de casa”. En su bío de redes sociales, luego de enumerar sus profesiones, destaca “Por sobre todo, mamá”. Buena parte de aquel crecimiento que hace que pueda abordar sus trabajos desde un lugar diferente se debe al desarrollo personal que experimentó formando una familia junto al cantante canadiense Michael Bublé.

Entre todas las enseñanzas y los desafíos que representa la crianza, hace alrededor de un año pudieron darle un cierre a una etapa que los sacudió como ninguna otra: en 2016, Noah afrontó un cáncer, fue operado y ya tiene el alta definitiva. “Pasamos los cinco años y el miedo, como padres, es algo que no se va nunca. Aunque algo así te fortalece como familia. Yo tengo mucha fe, y la verdad es que estoy muy agradecida a Dios por darnos esta oportunidad. No es algo que hubiera elegido, por supuesto, pero me dejó una enseñanza de vida: ya no me preocupo por cosas mínimas. Me cambió, me hizo más fuerte. Desde ese momento todo el tiempo estoy muy positiva, pienso que no hay que preocuparse. La vida hay que disfrutarla”.

Hoy con nueve años, Noah deslumbra con su talento musical, del que la familia comparte fragmentos en redes sociales. Elias (6); Vida (4), nombrada así precisamente por el momento que atravesaba la familia en aquella época; y Cielo, de dos meses y medio, completan el núcleo familiar. “No puedo creer que tengo un hijo de nueve años, se me pasó el tiempo. Es muy loco. Tampoco puedo creer que ya tengo cuatro. Después del nacimiento de Cielo, empecé el gimnasio y en mi primer día una chica me comentó ‘Qué lindo, tuviste un bebé recién’. Cuando le dije que era mi cuarto, se sorprendió muchísimo. Me di cuenta de que era lógico, porque yo también me sorprendo. Son lo más lindo que tengo en mi vida”, confiesa.

La familia se moviliza entera entre las giras de Michael (alrededor de Canadá e internacionales) y los rodajes de Luisana (generalmente en la Argentina, aunque también hubo alguno en los Estados Unidos). Este grupo itinerante se traslada, principalmente, allí donde la matriarca se encuentre. “Los chicos no solo aprenden en el colegio, sino que lo hacen con todas las experiencias que viven en los viajes. Visitamos museos, hacemos recorridos para que aprendan algo de cada lugar, vamos escribiendo, así cuando vuelven a Canadá al colegio traen material terminado. Por supuesto que tienen que aprender a leer, escribir y matemáticas, y por eso hacen home school y viajamos con maestra. Al principio me costó entender el sistema, pero al ser una familia nómade por nuestro trabajo, mis hijos son felices donde estamos todos juntos. La felicidad completa de ellos es cuando están mamá, papá y los hermanos todos juntos, sea donde sea. Y yo no podría dejarlos. Eso está afuera del plan. Me muero. Desde que nació Noah, nunca me fui a otro país y los dejé. Viajan conmigo a todos lados, así que es una idea que la veo muy lejos, no estoy preparada psicológicamente”, cuenta.

La próxima estadía sostenida fuera de Canadá será durante la temporada teatral de Casados con hijos, que luego de la postergación a causa de la pandemia finalmente llegará al Gran Rex en enero. Con lecturas de guion en solitario o a través de videollamadas junto al resto del elenco, Luisana se reencontró con Paola Argento, la hija de una familia completamente disfuncional que se convirtió en un clásico de la cultura popular nacional. “Es un papel que lo tengo muy presente, es imposible de olvidar. Tengo muy vivo el recuerdo de la época en la que lo hice y lo mucho que lo disfruté. Fue un personaje que me dio mucho amor y mucho cariño del público. Fue un reencuentro muy feliz, con muchas ganas de volver a trabajar con Guille, con Flor [N. de la R.: Francella y Peña]. Estoy muy contenta con este proyecto. Pensé que iba a ser imposible hacer teatro otra vez en mi vida, porque mi vida cambió y tomé la responsabilidad de formar una familia, tener hijos. Pensé que solamente me iba a dedicar al cine, y ver qué proyecto seguía todos los años, pero me vino esta propuesta, con un personaje y un público a los que amé mucho, y reencontrarme con todo eso es un mimo a mi corazón”, finaliza. 

MATRIMILLAS

Con dirección de Sebastián De Caro, Luisana comparte elenco con Juan Minujín, Andrea Rincón, Paloma Contreras, Julián Lucero y Santiago Gobernori, entre otros. En el film, una comedia romántica clásica, una pareja con hijos se decide por una estrategia peculiar para remontar una relación estancada. “Hace mucho que tenía ganas de trabajar con Juan, y se dio en este proyecto. Habíamos trabajado ya en Los que aman, odian, pero era muy cortito. Hace mucho que no me reía tanto trabajando en set. Venía de hacer la trilogía de Pipa y ahí no había humor, el clima era distinto”.

«La comedia nunca es un registro que me queda cómodo, porque es difícil hacer comedia», asegura Luisana. «Hay que trabajar, encontrar los tonos. Se trata de eso: probar. Si funciona, funciona y lo sentís instantáneamente; si no, siempre hay otras opciones, y hay que seguir buscándolas».