Mora Godoy: “Si vuelvo a nacer, elegiría otra vez ser bailarina”

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Desde muy chica supo que bailar sería su futuro, y dejó todo para que así fuera. Con esa potencia y con convicción, y con el tango como aliado, recorrió escenarios del mundo entero.

Fotos Nico Pérez

La autogestión es parte de su vida. Desde pequeña entendió que lo que no pusiera ella misma en movimiento se quedaría quieto por siempre. Tenía cinco cuando supo que sería bailarina: no era un deseo, ni siquiera una intuición, sino convicción plena. Obligó a sus padres a que la llevaran a estudiar danza, y aunque al comienzo subestimaron su pasión y no acompañaron sus primeros pasos, siguió adelante. Años más tarde, egresó del Colón como bailarina, y en ese mismo momento, también surgió como productora y mánager de sí misma.

Mora Godoy se maquilla rodeada de material audiovisual en diversos formatos (VHS, DVD, mini-DV). Durante los últimos dos años revisó buena parte de ese material (shows, ensayos, entrevistas) y comenzó a organizarlo con la idea de producir un documental sobre su recorrido: una carrera que la llevó a escenarios de todo el país y el mundo, a bailar con presidentes, actores de Hollywood, estrellas de rock a nivel mundial y a marcar un récord Guinness, además de ser recientemente declarada embajadora de la Marca País Argentina, una distinción que se otorga a personalidades representativas de la cultura y el deporte, para ayudar a difundir la imagen nacional. “Hace tiempo que vengo pensando en hacer el documental, pero recién ahora pude sentarme a ver lo que tenía grabado. Creo que mi carrera es un tanto atípica, conquisté mi país y el mundo sin un mánager, sin una promoción, sin nada. Estaría bueno contarlo para que muchos que vienen atrás y que no tienen esperanzas o no encuentran posibilidades de proyección vean que sí es posible llegar. Hay que pelearla mucho y tener una personalidad muy fuerte”, afirma.

  • ¿La autogestión fue una decisión? ¿O se dio así?

Se dio. Si no autogestionaba, no pasaba. No hubiese ni siquiera bailado en un escenario. Fueron las reglas del juego, y las aceptás o te dedicás a otra cosa. Le encontré el gusto a toda esa parte extra: siempre estoy ocupada, dirigiendo o creando una coreografía o un vestuario, o alineando luces, arreglando fechas. Paso de un área a la otra, sin escalas.

  • ¿No te desgasta lo administrativo?

No, lo que me desgasta es que de repente hay puertas que se cierran, tanto en lo privado como en lo estatal. Eso te frustra y es volver a empezar. Es lo que hice desde que empecé en esta carrera. La injusticia me frustra y nosotros estamos acostumbrados a mucha injusticia. A veces me siento cansada, hace muchos años que peleo, pero sigo y siempre estoy haciendo.

  • Tenés un cuadro que dice “Ningún mar en calma hizo experto a un marinero”…

Sí, me lo regaló una amiga en una situación difícil. Siempre hay momentos complicados y momentos lindos. Los tomo todos como parte de la vida, de la profesión. Mi papá suele decir que el éxito está hecho de mil fracasos, y en mi caso es así. Hay fracasos permanentes. No solamente en el pasado: en el presente y, seguramente, en el futuro. Nacha Guevara me dijo algo parecido: “Si no hubiese podido soportar tanto fracaso, si no nadase en los fracasos, no sería quien soy”. Es justamente eso. Muchas veces, el que llega es el que puede soportar tanto fracaso, el que no tiene miedo a seguir adelante a pesar de eso. Es muy contradictorio.

  • ¿Qué sentiste al repasar toda tu carrera?

Me emocionó bastante observar el recorrido. Vi videos de mis veinte años, cuando recién empecé a bailar tango, otros de jazz, del Colón… Una bailarina que a pesar de todo llegó y sigue llegándole a la gente. Y vi también el tremendo abuso de los productores, desmedido, muchas veces por no haber tenido abogados ni mánager que revisen contratos. Muchos se favorecieron a través de mis obras más que yo. Sentí que eso se repitió muchas veces, en distintos años.

  • Si bien sigue siendo difícil, ¿con los años y con ciertos avances se volvió menos complicado emprender para una mujer?

Persiste el machirulaje, la violencia hacia una mujer, que no es solo física: es verbal, es por bronca y envidia. Y, a veces, no se trata solo de algo contra una mujer, sino contra alguien que llega a pelear con un escarbadientes cuando los otros tienen armas nucleares. Al crecer hay cosas que se vuelven más fáciles. Hoy puedo decir todo esto, porque antes no me animaba, tenía miedo de quedarme sin trabajo. Ahora sé que me elige la gente y, mientras sea así, estás, permanecés. Ya estoy hecha, ya hice mi carrera, y puedo plantarme en un lugar distinto, hablar todo esto sin miedo.

EL TANGO 

Su mamá, como periodista de espectáculos, solía cubrir asuntos relacionados con el tango eventualmente, aunque el folklore era su principal área de acción. Su papá cantaba tangos en casa, como aficionado. Y su abuela era fiel seguidora de Grandes valores del tango. Sin embargo, ninguna de esas vías la condujo al género que, según dicta un dicho popular, en algún momento te llega.

Ese momento fue mientras estudiaba en el Colón: en 1983, a los once años, escuchó a la orquesta de Astor Piazzolla ensayando y se escapó de clases por primera y única vez. Escondida en un palco, disfrutó del ensayo completo y se enamoró del tango para siempre. Unos años más tarde, comenzó a estudiarlo y lo abrazó como punto de partida para expresarse.

  • ¿Sentís que esa conquista del mundo de la que hablabas tuvo que ver con haberte dedicado al tango?

Sí, porque el tango es nuestra insignia, nuestra marca de identidad, nuestro patrimonio. Fue declarado por la UNESCO Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad en 2009. Es nuestra cultura. ¿Quién no llora cuando escucha Adiós Nonino, al Polaco Goyeneche o a Gardel? Un insensible solamente. El tango me abrió una gran puerta, y cuando la abrió, salí a matar, con las ganas y el hambre de quien viene de abajo.

MADRE

Mora Godoy bailó profesionalmente por primera vez en el Teatro Colón haciendo Aída, a los doce años. Su hija Bianca hoy es mayor de lo que ella era en ese momento.

  • ¿Te genera algo eso? ¿La ves más chiquita de lo que vos eras?

No, la siento enorme. Yo era chiquita, muy frágil, pero tenía muy claro dónde iba. La veo completamente distinta, y eso me encanta. Escribe muy bien, pinta muy bien, es muy sensible. Llora. Yo no lloraba. Claro que hago un paralelismo, porque mi carrera fue muy sacrificada y mi vida a la edad de ella era una vida que yo elegía, pero que no sé si era tan feliz, porque no sabía dónde iba ni si iba a llegar. Tenés eso de felicidad porque vas y de angustia porque no sabés si llegás.

  • ¿Cómo viene ese ecualizador entre angustia y felicidad?

Igual. Sigue así, porque tengo la felicidad de bailar y la angustia de no saber dónde, de seguir peleando por producir mis propios shows. Lo ecualizo bien de todas formas.

  • Hace poco contaste que la pandemia te permitió acercarte de otra forma a tu hija…

Sí, tuvimos muchas más charlas, pude entenderla y conocerla un poco más, acompañarla. La llevo y la traigo del cole, estoy, vamos juntas al gimnasio. En 2019 hice 419 shows. Para mí esa vida era feliz, pero la verdad es que no llegás a conectar con los seres queridos, y sobre todo con una hija, que es lo más lindo del mundo.

  • ¿No lo notabas en ese momento?

Es que no entendía qué estaba haciendo. Porque yo ya tenía una carrera, entonces no era ni es necesario hacer 419 shows… Puedo hacer menos y disfrutar mi carrera muchísimo, pero seleccionar más. Lo entendí ahora. Igual, esto es algo que también compartimos con Bianca. Ella viene y trabaja en la compañía. Es muy piola, sabe hacer muchas cosas, se organiza muy bien. Es muy buena productora.

“En el escenario puedo hacer todo porque es mi casa”.

  • Cuando vuelva todo, ¿qué ritmo imaginás que vas a mantener? 

Ya volvimos, estamos con shows, estoy haciendo temporada de verano. Tengo muchas ganas de seguir, pero sí le temo un poco a que vuelva la locura. Creo que aprendí, que vengo aleccionada como para poder manejarlo.

BAILAR

A los cinco años avisó en su casa cuál era su destino. A los ocho, comenzó a ir al estudio de Olga Ferri, donde el primer año su maestra jamás la vio llegar ni irse acompañada. “¿Tenés papás? Entonces deciles que tengo que hablar con ellos”, indagó Ferri en el segundo año, y les planteó que pensaba presentarla en el Colón. Tan fuerte es su vocación que no solo supo siempre que conduciría su vida, sino que la imagina en la siguiente: “Si vuelvo a nacer, elegiría otra vez ser bailarina”, confirma.

  • ¿Cómo te llevaste de chica con la disciplina que implica esta actividad?

Yo era muy sumisa, así que me llevé bárbaro. Creo que la disciplina que me dio la escuela del Colón es la que tengo todos los días para llegar primera al teatro, para estar temprano en todos lados, para estar ensayada, para preocuparme de que estén la música y el maquillaje, o calentar muy bien las piernas antes de cada show para no lesionarme. La disciplina la tengo incorporada en toda mi rutina de vida.

  • ¿Te cuesta cuando alguien no va a tu ritmo?

Sí. Me cuesta mucho entender que no comprendan la pasión, que no lleguen temprano, que se lo tomen con liviandad. No es casual que yo haya llegado tan lejos. Soy distinta en muchas cosas. Tengo la misma pasión que hace muchos años, y eso es difícil de mantener, realmente hay que haber nacido para esto.

  • ¿Creés que podrías no hacer lo que hacés?

No. Podría desde el punto de vista económico, porque por suerte he subsistido a la pandemia gracias a que he sido bastante conservadora en la administración personal de todo lo que he ganado. Pero internamente yo me vuelvo loca. En la pandemia caminaba por las paredes.

  • ¿Qué te faltaba?

Todo. Si te ponés a pensar, no era solamente bailar. Uno, cuando baila, descarga y además se expresa. Expresás emociones distintas. Yo me subo a un escenario y tal vez bailo mucho mejor el día que estoy triste que el día que estoy contenta. Por ahí expreso mucho más ese día, lo necesito. Necesito el público, el aplauso. Antes pensaba que el aplauso no era para tanto, pero sí, es importante. Lo necesitás porque es tu forma de vida. Yo no encuentro otra. El día que deje de bailar, cada vez estoy más segura de que no voy a parar de enseñar y de formar.

“El tango me abrió una gran puerta, y cuando la abrió, salí a matar“.

  • ¿Pensás en que va a llegar ese día?

Sí, lo pensé en la pandemia. Te hace reflexionar en la finitud, en que no somos inmortales. Uno se cree inmortal, y ese es un error tremendo. Lo que me pasó es pensar que quiero bailar, pero que tal vez se puede terminar.

  • ¿Te ves bailando muchos años más?

No sé, lo que hago yo tiene mucha destreza, y la destreza se va perdiendo. Ya se me fue yendo con los años, pero todavía mantengo bastante. Aunque creo que voy a seguir bailando hasta que el cuerpo me dé y, tal vez, hasta el día en que me muera, porque no tengo por qué hacer trucos y cosas más riesgosas. El tango es para toda edad.

  • ¿Qué se produce en vos cuando bailás?

Tengo la cabeza en varios lados. Me puedo concentrar en lo mío y expresar, pero también puedo ver todo: si abrieron una puerta, si aparece una luz, si voy más adelante o más atrás en una coreografía grupal, quién se equivocó… Los sentidos están muy permeables. Además, el teatro entero es mi casa: el escenario, las butacas, los palcos, el paraíso, las patas del escenario. Es un lugar donde me siento cómoda y donde puedo expresar todo. No es que voy a la casa de otro y entonces estoy en una pose. En el escenario puedo hacer todo porque es mi casa. La gente ve la naturalidad con la que me manejo ahí arriba. Y no cualquiera puede manejarse con esa desfachatez. 

LEGADO

Cuando piensa en el futuro, Mora se imagina enseñando lo que aprendió en todo este tiempo, formando a los artistas que recorrerán los escenarios por los que ella pasó y otros nuevos: “Creo que tengo que volcarles a los chicos, a los jóvenes, la pasión por el tango. Que el tango no muera”, asegura.

Se imagina armando una academia e, incluso, un museo, junto a su hermano Horacio, coleccionista, maestro de tango (“El mejor del mundo en este momento”, asegura Mora) y responsable del club de tango La Viruta: “Los Godoy tenemos esto de poder transmitir lo que sabemos, para que circule y las futuras generaciones lo sigan poniendo en práctica y en movimiento. Que pique este bichito del tango”.