RADA: “En todo lo que hago tiene mucho peso el deseo”

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En redes, plataformas de streaming, teatro, televisión o donde fuera, Agustín Aristarán, más conocido como Rada, se las arregla para seguir jugando. Magia, música, actuación y paternidad son parte de su universo.

Fotos: Patricio Pérez

Su casa es un buen resumen de sí mismo: arte pop por todas partes, muñecos, juguetes, discos, instrumentos, herramientas, libros, elementos circenses, artículos de magia, guiones. Todo lo que conforma la carrera artística y la vida de Agustín Aristarán está representado en las paredes y los muebles que lo rodean.

“Un hombre es menos él mismo cuando habla en forma personal. Denle una máscara y dirá la verdad”, dijo Oscar Wilde, y Agustín parece refrendarlo con su multiplicidad de personajes, incluyendo al que se llama exactamente como él: salta, grita, canta, hace trucos, molesta a su hija, filosofa junto a su perro, hilvana historias personales con un toque de ficción y entrevista gente en su propia casa. Sobre todo, juega, y así permite el despliegue de un niño interior que nunca paró de crecer. “En todo lo que hago tiene mucho peso el deseo, lo que tengo ganas de hacer”, confiesa.

  • ¿Cómo se mantiene el equilibrio entre hacer algo que te gusta desde siempre y el hecho de que es un trabajo?

Le busco la vuelta para que sea placentero y orgánico. Y que tenga que ver conmigo. Si mañana viene una marca y me dice que tengo que hacer algo que no siento o no lo vibro, por más plata que me paguen no lo hago. Es bien utópico lo que estoy contando, pero pasa eso. Yo no puedo hacer una publicidad de la camiseta nueva que saca algún equipo de la marca que me auspicia, ponele, porque no me gusta el fútbol y es algo manifiesto. Las cosas que hacemos son porque nos gustan y porque tienen que ver con nosotros. Hablo en plural porque, aunque mi opinión prevalece, trabajo en equipo. Igual hay días que me rompe las pelotas tener que ir a hacer un show corporativo para una empresa, obvio. Pero cuando estoy ahí, pienso “Mirá qué bueno a lo que me dedico”. Me divierto y la gente se divierte.

  • No es tan fácil llegar a saber qué tiene que ver con uno. Hay todo un trabajo ahí…

Sí, es laburo y recorrido. Tengo 38 años, laburo desde los 12 de esto, entonces hay un montón de cosas que yo ya sé que no van. Me pegué un montón de roscazos en este tiempo, y me los voy a seguir pegando para darme cuenta de qué es lo que me gusta y qué no, o qué es lo que me conviene hacer y qué no. Tengo una premisa, que es que las carreras artísticas se forman y se basan mucho más en los no que en los sí. Cuando decís más veces que no, estás marcando tu camino.

  • ¿Cómo era cuando tenías 20?

Era todo “Sí, sí, sí”. Porque tenía muchas ganas de actuar y porque si no actuaba, no tenía plata. Cuando vivía con mis viejos, no tenía para comprarme zapatillas o para seguir perfeccionándome; después lo hacía para morfar o darle de comer a mi hija.

  • Fuiste papá a los 22 años, ¿cómo recordás aquel momento?

Tuve mucho miedo. Me alegré y me preocupé al mismo tiempo. Lo primero que pensé fue “¿Cómo voy a ser papá?”, pero al toque asumimos que esto pasó por algo. No estoy hablando de la metáfora de que la vida nos mandó algo, sino que pasó porque no nos cuidamos. Los miedos son mucho más grandes y las alegrías también son mucho más grandes. Es una locura, y es lo mejor que hice.

  • ¿Te costó asumirte en ese lugar?

No, para nada. Aunque para el hombre es bien diferente que para la mujer: creo que la mujer siente el ser madre desde el primer minuto que tiene al bebé en la panza. Para el padre, creo que primero pensás en que tenés un hijo y después te convertís en papá. 

  • ¿Cuándo te convertiste vos?

En el quirófano. Ahí me dije “No tengo una hija, soy papá”. Fue cuando la vi. Hasta ese momento era reloco y emocionante ver crecer la panza, sentir que se movía cuando estábamos durmiendo, pero cuando la vi fue otra cosa. Me convertí en Batman, y todo lo demás pasó a importarme menos que Bianca. Sentí un supermegapoder. Zarpado.

  • A veces, el hecho de que todo lo demás deje de importar también puede arrastrarte a vos, podés postergarte, ¿te pasó?

No, hago todo por Bianca, pero también hago todo por mí. Necesito contarle que para poder brindarle todo, tengo que estar bien yo. Si no, no le puedo brindar una mierda. Estar enfocado en mí y ocuparme de las cosas que yo quiero no significa descuidarla a ella. Tendemos mucho a pensar eso. Si estoy bien conmigo, puedo estar bien con mi hija, con mi pareja, con mis viejos, con mis amigos, con el mundo. No me postergué yo y Bianca estuvo desde el minuto uno al lado mío. Y yo al lado de ella. Y así será hasta que ella un día me diga “Viejo, hasta acá”.

  • ¿Nunca amagaste con dejar nada?

No, dejar no, pero en un momento casi agarro un contrato para una cadena de hamburguesas muy grande, para ser el payaso. Bianca tenía cuatro meses. Era payaso en relación de dependencia: iba a tener un sueldo muy importante, ser empleado, me pagaban el alquiler para que estuviera más cerca del trabajo. No estaba en la situación económica que tengo hoy, pero la miré a la mamá de mi hija y le dije “Si me meto acá, me muero”. No porque fuera malo el trabajo, que estaba buenísimo, pero a mí me gusta la independencia laboral, la autogestión.

En Bahía Blanca, Agustín creció todo lo que le fue posible: de la calle pasó a eventos y luego a las salas de teatro, tuvo un programa en el canal de televisión local, y necesitó expandirse. El salto a Buenos Aires fue natural y, de algún modo, inevitable (cuando era chico, pasó con su papá por delante del Gran Rex y él vaticinó lo que vendría: “Yo voy a actuar aquí”). Como le pasó antes, a un ritmo sostenido fue ganando espacios, incluso más de los que era capaz de ocupar. Dos veces se encontró en esa situación y necesitó de un golpe que lo acomodara.

A los 26, Agustín viajaba seguido al exterior, hacía festivales de magia y comedia, y shows para empresas en México, Perú, Colombia, España, entre otros destinos. Cuando estaba en Argentina, era capaz de hacer hasta ocho shows por noche. En un punto, el ritmo se hizo insostenible: “Como nunca me drogué con cosas heavy, el cerebro mismo me dijo ‘Ok, dale, te voy a frenar yo’”, recuerda. Comenzó con ataques de pánico que solo logró controlar con tratamiento psiquiátrico y medicación.

Hace unos años, entró en otra espiral de efervescencia con su crecimiento en redes, el salto a la tele de aire, los contratos con diversas marcas y el primer especial para Netflix. Lo que estalló fue su pareja con la comediante Fernanda Metilli, con quien luego de un impasse retomó la relación. “En medio de la vorágine me dijo ‘No te aguanto más’, y estuvo muy bien. Fueron cinco meses de separación. Como toda crisis, me mostró un montón de cosas. En un momento, mi tristeza ya no era por la separación, sino porque me sentía en cualquiera con respecto a mi vida”, cuenta.

  • ¿No te dabas cuenta de que estabas entrando en ese ritmo dañino?

Un poco te das cuenta. Después reconocés que te dabas cuenta y te hacías el gil…

  • Es un poco el riesgo de hacer lo que te gusta: hacer más y más porque lo disfrutás…

Sí, y también está esa idea de que en cualquier momento se va a acabar. Eso de que los artistas un día comen sushi y otro día comen mierda. Son cuestiones culturales que están muy presentes y son nocivas. Odio esa frase que dice que el tren pasa una sola vez en la vida. Esas frases son muy pesadas.

  • ¿Se fueron esos miedos?

Sí, bastante. Siguen algunos, como pensar en qué voy a hacer si no vienen más a verme al teatro. Que se abra el telón y que no haya nadie. La verdad es que nada indica que eso vaya a suceder ahora, pero ese miedo lo tengo un poco.

  • ¿Cómo lo manejás?

Lo saco de mi cabeza. Ahora tengo herramientas para hacerlo. Porque son fantasmas, solamente. Está todo en orden y el cerebro te dice “Sí, pero mirá que puede pasar esto…”.

Desde marzo y, por lo menos, hasta fin de año, está de gira por todo el país con su nuevo espectáculo, Revuelto, en el que la magia retoma algo del protagonismo que cedió en los últimos años y donde la música también es parte importante del show. Junto a su banda, Los Colibriquis, sacó tres discos y está preparando el siguiente, del cual ya salieron algunos singles.

“Si estoy bien conmigo, puedo estar bien con mi hija, con mi pareja, con mis viejos, con mis amigos, con el mundo”.

De todas sus facetas, la menos explorada es la de actor en series y películas. Tuvo participaciones en los films Re loca y Los adoptantes, y en la serie Atrapa a un ladrón. Este año se propuso explorar más esta rama de su profesión, y va a ser uno de los protagonistas de la serie Canelones, donde interpretará a Chiri Basilis, el mejor amigo de Hernán Casciari, productor general del proyecto. También va a tener un papel destacado en la segunda temporada de El reino, la serie de Netflix. “Me sigue costando verme actuar, pero al mismo tiempo me siento muy bien. En El reino interpreto a un personaje bien raro, muy diferente a lo que hago habitualmente. Es un personaje bastante oscuro que está muy presente en toda la serie. Y me encanta hacerlo. Estoy con Joaquín Furriel en casi todas las escenas, porque los personajes están juntos todo el tiempo. El equipo de producción y todo el elenco que hay es extremamente zarpado y prestigioso. Entré con un montón de miedo, pero me hicieron sentir superbién. Pude estar relajado a la hora de sacar las herramientas que tengo como actor”, afirma.

  • ¿Cómo se produjo el link con la serie?

No sé, habrán visto algo de mí que les copaba para eso. Dicen que los comediantes pueden actuar bien. Y me pasó algo flashero, como lo del Gran Rex: vi en la revista de un avión que se iba a empezar a rodar El reino, leí la sinopsis y dije “Yo voy a actuar en esta serie”. No había nada de nada, ninguna cosa. Es medio mágico, y eso que yo soy bastante duro con la cuestión espiritual. Pero no sé, es como que lo determiné: “Va a pasar y se acabó”. No es que lo decreto con velas en el patio y lo lanzo al universo, me abrazo al deseo o ese tipo de cosas. Solo digo “Va a pasar”, y sigo con mi vida.

  • Hiciste un montón de cosas: música, magia, eventos, teatro, Netflix, series, película, ¿hay algo que hayas tenido ganas y todavía no apareció la oportunidad?

No. Pero no porque sienta que no me falten cosas, porque siento que me queda todo por hacer. Este año tenía realmente muchas ganas de actuar y en una cuestión medio mágica llegaron propuestas. Las cosas que van sucediendo las buscamos y se hacen. Por supuesto que tengo un montón de sueños y cosas gigantes, que no me entran siquiera en la cabeza, pero estoy recontento con todo lo que me pasa. Me vienen pasando cosas recopadas. Y mucho más grandes de las que yo me hubiese imaginado. Entonces, es puro disfrute.

  • Así como lo del Gran Rex y lo de El reino, ¿tenés otra predicción de dónde vas a estar?

Tengo un par, pero no las voy a decir ni en pedo. No por cabulero, sino porque son muy grandes. Medio estúpidas de tan grandes. Están ahí y en algún momento se van a dar. Vamos a hacer que se den. 

Producción: Brenda Teti

BIANCA

Su hija, de 16, es desde chica un personaje más en el universo que Agustín creó, como Rada, en sus redes sociales. En un momento, ella pidió no salir más y salió de escena. Hace un tiempo volvió, pero de un modo distinto: ya decidió que quiere dedicarse a la actuación y estudia comedia musical.

  • ¿Te gustó que elija algo relacionado con el arte?

Sí, pero si hubiese elegido otra cosa también me hubiese gustado. Hoy estudia teatro musical y está por empezar un pódcast ella sola, autogestiva. Yo estoy muy ansioso por escucharlo. Pero si hubiese dicho “Me copa mucho la abogacía”, hubiese estado igual de feliz. Me encuentro feliz porque mi hija tiene inquietudes, las que sean. Siempre me quejé de los padres o de las madres que incentivaban a sus hijos a seguir lo mismo que ellos. Me quejaba cuando eran abogados, contadores o administradores de empresas. Pero un actor o comediante que incita a su hija a ser actriz o comediante es lo mismo. Entonces, que sea lo que quiera ser.

  • ¿Cómo es tenerla de compañera de trabajo?

Una masa. Es la persona que más me critica de todas en el planeta. Fernanda, mi novia, y ella. Tengo a los enemigos acá adentro… Son muy críticas, Bianca sobre todo. Ella me dice “Estoy en la edad de criticar a mi papá, así que no me jodas. Te voy a criticar, viejo”. Está buenísimo, tenemos una relación muy genial. Ella está mitad y mitad entre mi casa y la de la mamá. Siempre fue igual. Compartimos realmente mucho tiempo, muchas charlas, y conversamos de igual a igual.