Luz de otoño en Nueva York

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Cuando en nuestro país la naturaleza comienza a renacer, en el hemisferio norte las hojas de los árboles se empiezan a caer. Una mirada otoñal de la ciudad que nunca duerme.

Texto y fotos: Gustavo Ng

 

Capítulo uno: Él adoraba la ciudad de Nueva York. La idolatraba fuera de toda proporción. No, digamos que la romantizaba fuera de toda proporción. Mejor. Para él, sin importar qué estación era, esta aún era una ciudad que existía en blanco y negro, y que latía al son de las melodías de George Gershwin”.

Eso es de Manhattan, de Woody Allen. Nosotros no la veremos en blanco y negro, porque nos fascinan los colores que crea la luz del otoño, más espléndido y magnífico en Nueva York que en cualquier otro lugar. Esta ciudad, que va mudando su aspecto a lo largo del año, encuentra su forma más exquisita en esta estación.

Es una de las ciudades con mayor energía de Occidente, y esa energía se materializa en la estética. Nada existe en ella –obra de la naturaleza o de la mano del hombre– que no se encuentre cuidado y finamente diseñado. Cada detalle está elaborado con dedicación, de modo que su condición es una belleza elegante, por momentos mágica. Edificios, rascacielos, puentes, túneles, monumentos son obras consumadas del arte arquitectónico. Los parques son característicos, equilibrados, sobrios, hermosos. Los espacios públicos son concebidos acabadamente, como Times Square, el espacio memorial dedicado al atentado a las Torres Gemelas, la High Line y todo el Meatpacking District, o los muelles y los callejones a lo largo de los ríos East y Hudson. Las calles, todo lo que se ve en los escenarios que crea en ellas la luz –las vidrieras, la ropa que viste la gente, los carteles, el vapor que sale de las alcantarillas, los autos, los árboles, los ríos en el fondo, las nubes–, forman un cuadro que da placer observar y que nos resulta gozosamente familiar. Aunque jamás hayamos ido, Nueva York está en nuestra intimidad. Es la ciudad donde se desarrolla una de cada tres películas y series que vimos en nuestra vida. Y cada vez que la vimos en otoño, asistimos al espectáculo multicolor de la época en que la oscuridad va ganando las cosas y en que la materia de los rascacielos –cemento, vidrio, acero– y de la naturaleza originaria –árboles, piedra, tierra– es madurada por la luz espesa del sol, como las frutas del final de estación. La realidad es más densa y reconcentrada, y gana la hermosura que tienen las cosas asentadas.

GUSTAVO NG

 

Periodista y escritor de viajes. En diferentes medios de Argentina y Japón ha publicado reportajes fotográficos sobre diferentes lugares de China, Chile, Estambul, Londres, La Habana, la Costa Norte de Perú y Los Canales del Archipiélago Fueguino. Ha retratado Nueva York, ciudad en la que pasó su adolescencia, varias veces.