Robots: Revolución industrial y alerta por el empleo

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Para un futuro cada vez más cercano se teme que el auge de la robótica pueda desencadenar una desocupación sin precedentes, debido a la automatización del trabajo. Sin embargo, en la Argentina se busca fomentar su uso en la industria.

Por: Yamila Garab

Ilustraciones: Martín Morón

 

Nos demos cuenta o no, la utilización de robots está modificando la idea de lo que es trabajar. “Uno de los grandes interrogantes que se plantean respecto al futuro del trabajo es el impacto de la automatización y la robotización, ya que la sustitución de la mano de obra humana por máquinas se potencia en tanto y en cuanto el costo de la robotización sea menor al de la mano de obra humana”, plantea el economista Alejandro Melamed, experto en recursos humanos y autor del libro El futuro del trabajo y el trabajo del futuro, publicado en 2017.

Para muchos esto ya es una certeza: “La robotización seguirá evolucionando y se generarán sistemas cada día más perfectos con una fuerza y una velocidad de trabajo, e incluso con una capacidad de razonamiento superiores a las humanas. Es indudable que a muy corto plazo los robots van a reemplazar a los hombres en prácticamente todas las actividades laborales”, asegura el ingeniero y profesor Carlos Candiani, director del Centro de Desarrollo en Automación y Robótica de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) de Córdoba.

A este fenómeno global ya se lo denomina “I4.0” o “Cuarta Revolución Industrial”. Candiani explica que se trata de un “avance de todas las tecnologías a través de sistemas interconectados capaces de aumentar la producción con un mínimo de intervención humana”, y pone como ejemplo a un conocido local de comidas rápidas en Córdoba, en el que desaparecieron los empleados que atendían al público y en su lugar instalaron terminales de autoservicio.

Sin embargo, al menos hasta ahora, el reemplazo de tareas se aplica solo a las que son consideradas “monótonas, repetitivas y frustrantes para el ser humano, además de que a su vez resulten penosas y conlleven riesgo para su integridad física”, aclara Candiani. Es decir, para llevar a cabo los trabajos menos creativos, como el armado de componentes en la industria electrónica, o los más peligrosos y nocivos, como introducir materiales dentro de hornos en fundiciones y forjas. Por eso, el profesor opina que el uso de la automatización y la robótica obedece muchas veces “no solo a razones de productividad, sino también a consideraciones humanitarias y hasta gremiales”.

A modo de ejemplo, la metalúrgica Tenaris accedió a un reclamo de la Unidad Obrera Metalúrgica (UOM) de San Luis y decidió automatizar el trabajo de paletizado de varillas para bombeo de petróleo en una de sus plantas de Villa Mercedes. Se trata de piezas macizas de acero de siete a nueve metros de largo y hasta dos pulgadas de diámetro que hoy son transportadas a ritmo constante en una cinta, y hasta hace poco debían ser cargadas a mano sobre pallets. “Son tareas sumamente pesadas que nadie quiere hacer, con justa razón”, reflexiona el ingeniero Víctor Liste, excodirector de la empresa IRB Solutions, que diseñó el sistema automatizado para hacer ese trabajo.

“Será responsabilidad de políticos, sociólogos y estadistas hacer que el futuro automatizado y robotizado nos conduzca a un real y verdadero ‘mundo feliz’“. Carlos Candiani

Liste explica que la modalidad habitual de incorporar la robótica a una industria consiste en contratar a una empresa local de ingeniería especializada en brindar soluciones robóticas llave en mano: “De acuerdo con la tarea que haya que resolver, se decide qué tipo de robot hará el trabajo, con qué herramienta y fuerza, y con qué maquinaria tendrá que interactuar”, explica. Cabe destacar que se trata de puro trabajo intelectual con valor agregado, porque la producción nacional de robótica es casi inexistente.

COMPETITIVIDAD

En el Departamento de Robótica de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires (FI-UBA), ubicado en el subsuelo del viejo edificio con frente griego en la avenida Paseo Colón, el ingeniero electrónico y docente Pablo González explica que hay una diferencia crucial entre automatización y robótica: “La automatización consiste en solucionar un solo trabajo específico, mientras que un robot es una máquina multipropósito que puede hacer cualquier tipo de tareas si se le proveen las herramientas adecuadas”. Y lo ejemplifica: “Es posible automatizar una acción como apilar chapas, pero un robot, además de eso, también puede soldar o ensamblar piezas”.

El resultado obvio del uso de estas soluciones es un incremento de la capacidad productiva. Es lo que viene ocurriendo desde hace años en la industria automotriz, que utiliza a nivel global casi el 40 por ciento de la fuerza de trabajo robotizada, según coinciden todas las estadísticas. “Hay tareas que no pueden hacerse de otra manera para alcanzar los estándares de calidad y productividad que se necesitan. Un operario con una pinza de soldadura en la mano no puede marcar el mismo punto con la misma precisión ni la misma cantidad de veces, y encima el robot lo hace en forma constante y sin pausa”, explica González.

Por eso, el docente de la FI-UBA razona que, si la intención es producir con la ayuda de un robot el mismo volumen que antes se conseguía con el trabajo humano, efectivamente se van a emplear menos trabajadores; entonces, opina que la robotización debería ser aprovechada para fabricar más cantidad o más variedad de productos. “En realidad, el verdadero riesgo no es generar desempleo por incorporar robots, sino perder competitividad por no hacerlo. En definitiva, lo que va a generar más desempleo en la Argentina es la robotización en China, que nos va a seguir invadiendo con sus mercaderías, mientras que si desarrollamos nuestra propia robótica le vamos a poder ofrecer una resistencia de trabajo nacional a la importación”, concluye.

Por su parte, el ingeniero Alejandro Dovico, profesor de la Carrera de Automatización y Robótica del Instituto Superior del Profesorado Técnico de la UTN en Buenos Aires, agrega que las industrias nacionales que decidan pegar este salto tecnológico saldrán beneficiadas, porque “en la actualidad es la única forma de acceder a nuevos mercados”. Lo ejemplifica con el rubro gastronómico, donde una industria establecida en el Parque Industrial Pilar automatizó los procesos de mezcla de ingredientes para elaborar mayonesas. Es una tarea que se llevaba a cabo con paletas grandes, pero antes las manejaban humanos, con un gran desgaste físico, y en la actualidad se hace con un sistema automatizado.

Dovico cuenta que para poner en marcha esta nueva operatoria llegaron 20 trabajadores nuevos que sabían manejar el sistema, y que desde entonces la fábrica empezó a abastecer a países como Chile, Perú y Colombia –cosa que antes no hacía–. “En cambio, los procesos que no se automatizan no consiguen la calidad necesaria, y esto hace que se pierdan competitividad y nuevos mercados”, señala Dovico. A la pregunta por el futuro de los trabajadores que queden privados de la tarea manual que hacían antes, el docente contesta que la robotización “no tendría que venir a destruir puestos de trabajo, sino a transformarlos y reconvertirlos”, y agrega que el desafío es “generar tareas nuevas que requieran una mayor capacitación para todos”.

EL GPS DEL CAMPO

El campo también está aprendiendo de a poco a incorporar la robótica y la automatización para adaptarse al mercado agropecuario global. “Desde hace años tratamos de incorporar maquinarias que se autorregulen en función de un parámetro programado para conseguir mayor productividad y más eficiencia en el uso de herramientas e insumos como semillas o fertilizantes”, explica el ingeniero agrónomo Juan Pablo Vélez, funcionario del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de la localidad de Manfredi, provincia de Córdoba, donde coordina el Módulo de Herramientas de Agricultura de Precisión del Proyecto Nacional Agroindustria y Agregado de Valor en Origen.

Lo ejemplifica con los novedosos “banderilleros satelitales”, un sistema basado en el GPS que sirve para guiar a los tractores y sembradoras que van y vuelven por un área determinada, siguiendo un recorrido en forma de serpentina. Así, se tiende a reemplazar al banderillero humano que les hace señas a los choferes agitando banderas y contando a ojo los pasos de distancia entre una pasada y otra. “Es probable que quienes todavía desempeñen esta tarea manual a la larga se queden sin trabajo, o al menos sin ese trabajo específico, pero tampoco es saludable estar allí corriendo a la intemperie con cualquier clima e inhalando sustancias tóxicas como los pesticidas”, razona. Pero eso no es todo: también los choferes de los tractores comenzaron a ser desplazados por robots que pueden hacer el mismo trabajo, incluso tanto de día como de noche.

Vélez opina que la incorporación de estos avances tecnológicos debería más bien ayudar a detener el éxodo que viene sufriendo el campo desde hace años: “Existe una migración constante de jóvenes hacia las ciudades, porque nadie quiere hacer trabajos pesados e insalubres”, admite; pero confía en que la tecnificación pueda ofrecerles una perspectiva laboral más atractiva: “Se necesita mucha mano de obra especializada que genere un nuevo arraigo en el campo, y es una buena oportunidad para que las nuevas generaciones de productores rurales no sientan que se quedan afuera del progreso. Queremos que el campo deje de ser un mundo ajeno a la modernidad”, explica. Y agrega: “Además, es la única forma de mejorar la competitividad y ganar nuevos mercados”.

Desde el sector industrial, Candiani opina que será responsabilidad “de políticos, sociólogos y estadistas hacer que el futuro automatizado y robotizado nos conduzca a un real y verdadero ‘mundo feliz’, o, por el contrario, vayamos hacia un caos de guerras y conflictos con solo algunos beneficiados y muchos más perjudicados”. Es decir, una sociedad que conviva con la tecnología o la fantasía apocalíptica más temida.

LA ROBOTIZACIÓN EN NÚMEROSN

Un informe presentado en 2016 por el Foro Económico Mundial, titulado “El futuro del trabajo”, asegura que los cambios tecnológicos destruirán 7,1 millones de puestos de trabajo entre 2015 y 2020, en general correspondientes a tareas poco calificadas. Como, por otra parte, para entonces se habrán creado 2,1 millones de nuevos empleos en áreas de alta calificación como la informática, las matemáticas o la ingeniería, el saldo arrojará la cantidad de 5 millones de empleos perdidos en un lustro.

Sin embargo, esta evolución no es pareja. La Federación Internacional de Robótica (IFR), en su último informe anual dado a conocer en 2017, calculó que las ventas de robots el año anterior, 2016, sumaron casi 300.000 unidades más que en 2015, equivalente a un aumento del 16 por ciento. Pero el 74 por ciento de ese total se registró en cinco países: China, Corea del Sur, Japón, Estados Unidos y Alemania, en ese orden. En América, vienen lejos atrás Canadá, México y Brasil, mientras que la Argentina aparece indiferenciada en el grupo “resto de América del Sur”.

¿TAMBIÉN PARA SERVICIO DOMÉSTICO?

La robotización ya empezó a invadir el ámbito hogareño, y en especial las tareas del hogar. Desde hace más de una década existen casos como los robots aspiradores, que se venden a granel incluso en la Argentina. Su secreto consiste en una serie de sensores táctiles, ópticos y acústicos que permiten detectar la suciedad para absorber en el suelo y los obstáculos o desniveles que debe esquivar.

Ahora, Amazon anunció el lanzamiento de una suerte de mayordomo o ayudante para todo servicio bautizado “Vesta”, que en rigor consiste en una evolución del pequeño asistente personal Alexa, un producto ya consolidado y con varios imitadores en el mercado. Por lo pronto, si Alexa permite realizar múltiples acciones mediante comandos de voz, como llevar la agenda del día o monitorear la domótica o Internet de las Cosas en el hogar, Vesta será como un “Alexa ambulante”, capaz de seguir a su dueño por toda la casa para escuchar y obedecer –o hacer obedecer– sus órdenes como un mayordomo.