Sebastián Groll:
Juguetes que se mueven con el sol

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Es alemán y vino por primera vez a la Argentina a los 21 años. Fanático de las energías renovables, fundó con esfuerzo su propia pyme y, desde 2016, confecciona juguetes solares que encantan a chicos (y no tan chicos).

Por Agustín Gallardo Foto: Gentileza Groll

Dentro del campo de la tecnología, uno sabe que está aportando algo positivo”, dice Sebastián Groll con un español claramente marcado por el acento alemán. Sebastián es un fanático de las energías renovables, sobre todo, de la solar. Motivado por el trabajo voluntario, llegó a la Argentina por primera vez hace 15 años, haciendo base en Santiago del Estero. Allí llevó adelante un proyecto social en una escuela técnica, donde asistían chicos a los que se les enseñaban oficios técnicos. Empezó a dedicarse a la instalación de paneles solares, algo que luego siguió haciendo en Salta, la provincia donde conoció a Paula, una salteña de Cayafate que ahora es su esposa y la madre de sus tres hijos. “En ese entones, tenía 21 años y un montón de inquietudes con respecto a estos paneles que captaban la energía del sol. Decidí volver a Alemania para estudiar Ingeniería de Energías Renovables. Había un boom, y yo quería capacitarme”, recuerda Sebastián. En 2005 entonces hizo las valijas y regresó a su país de origen, donde estudió cuatro años y se quedó trabajando hasta el año 2012.
Finalmente, en 2014 se instaló nuevamente en Cafayate, donde dos años después y junto a Christoph y David, sus dos socios, fundó Ser Verde, su propia pyme. Se trata de una empresa dedicada al diseño y la implementación de sistemas de energías renovables y arquitectura sustentable que está formada por un equipo interdisciplinario de profesionales de vasta trayectoria en el rubro. “Nuestro objetivo es promover un cambio tecnológico e ideológico hacia el uso de las energías renovables. Es en este marco donde lanzamos al mercado nuestra línea de juguetes solares”, explica entusiasmado Sebastián. Los juguetes que confeccionan están hechos de piezas de madera y cuentan con pequeñas celdas solares que, al tener contacto con el sol, generan la energía necesaria para realizar movimientos. “Evitamos y disminuimos el uso de plásticos, pilas y materiales sintéticos. Al mismo tiempo, así se garantiza una experiencia más segura para los niños, más tradicional para los padres y, lo más importante, amigable con el medioambiente”, agrega.
¿Cómo nace la idea de estos juguetes? “Surge por el desconocimiento que sentimos que hay en el tema de energías renovables en la sociedad. A fines del año pasado empezamos a hacer los primeros prototipos, una pequeña producción. Ahora queremos llevar a cabo unas mil unidades”, explica Sebastián, quien tiene varios modelos en su oficina. “Es que quedan muy bien arriba de un escritorio. ¡A los grandes también les fascinan! A mí me encanta tenerlos sobre la mesa de trabajo y que, de repente, por ejemplo el helicóptero, cuando recibe un poco la luz, comience a mover su hélice”, suelta entre risas. Pero para Sebastián la función lúdica sigue siendo primordial. “Es un juguete muy lindo, ideal para que el abuelo le regale a su nieto. De varios se pueden comprar las maquetas y luego ir armando las piezas de madera juntos, o colocar el motor. Es muy divertido. Es como un rompecabezas sencillo de armar. Y luego los chicos andan afuera con ellos, porque apenas les pega el sol empiezan a moverse”, relata.
Sin dudas, entre los autos y helicópteros, aparece una opción formativa que Sebastián destaca, lo que él llama “los juguetes que enseñan”. Se trata de unos minipaneles solares para hacer pruebas con la energía del sol. “Es un set de experimentación muy bonito que tiene un panel con un motor y un disco que gira. Con esos paneles es posible hacer un tester electrónico que puede emitir voltaje y realizar una conexión en serie. Viene con un manual que explica la función de cada celda y cómo funciona la energía solar. Jugando aprendés del funcionamiento de los paneles solares”, explica sobre este banco de prueba en miniatura. Y agrega: “Los sets de experimentación son muy útiles para el colegio. Queremos sacar una producción más grande, la idea es llegar a todas las provincias y a las instituciones que quieran tenerlo”. Según ha podido testear, los chicos están fascinados con este abanico de posibilidades. “Los llevamos a varias exposiciones, y niños de 7 a 20 años estaban muy entusiasmados. A los pequeños les gusta jugar, y a los adultos tenerlos como adorno. Es algo muy sencillo, va en dirección del juguete clásico, sin control remoto”, grafica este alemán que apuesta a la madre tierra y a la naturaleza. “Podría ganar más dinero en una empresa multinacional, pero esto es lo que me gusta. Es un aporte que me anima a meterme cada vez más en el campo empresarial con impacto positivo para el medioambiente y la sociedad”, finaliza.