César González:
“Hago arte para contradecir a la sociedad”

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También se lo conoce como “Camilo Blajaquis”, seudónimo con el que firmó sus primeros poemas tras salir de la cárcel. Hoy es poeta y cineasta, y relata la realidad de vivir en una villa en la Argentina.

Por: Dai García Cueto
Foto Gentileza: César González

César González filmó cinco películas, la misma cantidad de disparos que recibió en su vida. Su pasado de pibe chorro y sus días en la cárcel lo encontraron de cara con el arte. “Es una historia que ya conté muchas veces”, dice sobre cómo Patricio Montesanno, un profesor en el Instituto Belgrano del barrio porteño de Once, le acercó en el año 2006 libros de filosofía, política y poética. “Me abrió un nuevo mundo, a nivel intelectual y a nivel humano”, afirma. Fue el único que lo motivó a escribir; el resto de los docentes y psicólogos con los que se cruzó durante sus estadías en prisión hicieron todo lo contrario.
Primero llegó la poesía a ofrecerle la rima para escupir en el papel las injusticias del mundo, luego fue el cine el lenguaje que eligió para seguir contando en imágenes la vida en la villa y cómo es ser joven y pobre en la Argentina.
Nació en el barrio Carlos Gardel del partido de Morón, en la provincia de Buenos Aires, hace 30 años: “Crecí en la precariedad absoluta, con la suerte de estar en una villa de una zona urbana, lo que te permite salir a cirujear y en la basura encontrar cosas de calidad”, le cuenta a Convivimos.

“Si un villero quiere hacer cumbia, no hay tanto problema como si pretende hacer cine”.

La escena artística nacional lo conoció como “Camilo Blajaquis”, seudónimo con el que firmaba los poemas que publicó en tres libros: La venganza del cordero atado, Crónica de una libertad condicional y Retórica al suspiro de queja. Hoy, reconciliado con su nombre de nacimiento, aparece como tal en los créditos de Atenas, su cuarto largometraje de ficción. También en Diagnóstico esperanza, ¿Qué puede un cuerpo?, Exomologesis, Lluvia de jaulas, y en el documental Corte rancho. Además, realizó los cortometrajes Guachines y Truco.
“No reniego de mi pasado, pero no me gusta la diferencia que se hace en mi caso. Todo gira en torno a la historia o a cuestiones relacionadas con eso, considero injusto que a los poetas de clase media no los sometan a los mismos interrogatorios. Sé que es fundamental, porque soy quien soy por la pertenencia y la conciencia de clase. No lo niego, porque si no, no existiría esta charla”. A pesar de ser reconocido por sus creaciones, sigue viviendo en el mismo barrio y en similares condiciones materiales. “No tengo un trabajo estable, vivo de lo que pueda generar vendiendo libros o dando charlas”, explica.

  • ¿Por qué hacés arte?
Siempre hay una razón inexplicable y misteriosa de por qué uno hace esto. Adoro hacerlo y, a la vez, al comienzo también sentí la necesidad de demostrar ciertos desacuerdos y distancias con el ámbito artístico y con la representación que ese mundo hacía de mi universo originario. Quería dedicarme a esto y contradecir un poco a la sociedad, que está convencida de que alguien de clase baja no está capacitado intelectualmente para hacer ciertas cosas. Aunque no se diga, te lo hacen sentir.

  • ¿Por qué esa negatividad de la sociedad?

Esa negatividad, esa subestimación y esa burla de la sociedad las tomé como motivación. No es que el arte está prohibido, pero sí un tipo de arte que implica cierta resonancia, profundidad. Si un villero quiere hacer cumbia, no hay tanto problema como si pretende hacer cine. El tema está en qué tipo de poesía o qué tipo de cine hacés, eso es lo que no me perdonaban. Sufrí torturas en la cárcel por no callarme las injusticias tremendas. Eso genera rechazo.

  • Desde tu primera película hasta Atenas, ¿en qué ha cambiado tu ojo?

Si uno está predispuesto, puede tomar el tiempo no solo en el aspecto cuantitativo de qué pasa, sino como algo que trae dinámica para ir profundizando en ciertas cosas. No estoy de acuerdo con el concepto de evolución, porque en mi primera película tenía claro qué quería decir. Uno se puede ir perfeccionando, pero debe estar el deseo. Desde el primer film hasta Atenas, lo que he hecho es trabajar intensamente, tratando de pensar para hacer algo nuevo. Levantarme cada día a trabajar y, al terminar la jornada, sentir que valió la pena.

  • ¿Qué son la cámara y la pluma para vos?

Son herramientas, y como tal se las puede usar para una cosa o para otra. Hay herramientas que construyen y otras que destruyen. A veces la destrucción no es eliminar, puede ser para construir algo mejor. En este caso, son puentes que salen de lo más profundo, perturbador y místico del alma humana, a veces construyen orillas o alargan el puente para que sea interminable. Lo místico no emparentado a la religión, sino con acceder a ciertos momentos de la existencia en que nos chocamos con verdades inevitables que nos queman.

CAFÉ COMPROMETIDO

“Soy fanático, un extremista. Lo tomo negro y sin azúcar, bien radical, pero no del partido político”, confiesa entre risas. Es papá de Aimara, de siete años, y el mayor de ocho hermanos. Su mamá, Nazarena Moreno, actúa en sus películas. Atenas está disponible en la plataforma Cine.ar: “Quiero que la gente la vea y saque sus propias conclusiones. No es una peli indiferente a lo que pasa en nuestra sociedad, al menos pretende no serlo”.