Ese es el lugar que adopta Ana María Bovo como escritora. “Físicamente desaparezco. La escritura plasma la presencia de otras vidas sin que yo esté intermediando ahí”, explica la autora de La mujer del tiempo. Además, considera que quien tiene la pluma al escribir debe estar alejada de sí, pero no de las necesidades expresivas de los personajes: “No hay que caer en la tentación de que sobre imaginación y querer demostrar de más”. Por eso, ella toma recursos de la narración oral, campo del que proviene profesionalmente: “La verdad de las escenas la obtengo de contarlas en voz alta, luego la escritura me pide una condensación que elijo como estilo. Primero me expando y luego condenso, trabajo esos dos extremos. Preservar la sencillez y la mayor delicadeza posible para expresar”. Además, confiesa que se nutre de las historias de otros. “Quien narra espontáneamente es un modelo estético superinteresante, de allí tomo mucha inspiración para aplicar luego. Me encanta hacer preguntas y alimentarme de relatos ajenos, de aquellas personas que cuentan olvidadas de sí”.
Su reciente novela “ayuda a la lucha por la igualdad de derechos, que esté puesta en otra época sirve para reconocer cuánto hemos conquistado y cuánto nos falta. Es un espejo de cómo han vivido tu madre, tu abuela. Hay diferentes niveles de identificación”, comenta.
¿Un libro que estés leyendo?
Cartas a un joven narrador, de Bruno de La Salle.
¿Uno que recomiendes?
La bendición de la tierra, de Knut Hamsun.
La mujer del tiempo
Elena y Valerio se casan. Pero algo no sale como debería. Ella desea a su hombre, pero no puede entregarse a él por un antiguo dolor. Por su parte, él intenta como puede armarse de paciencia frente a esa mujer a la que ama aunque no comprende.
352 págs.
Emecé
