Cómo gastar menos y respetar el ambiente

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Muchas veces lo que es conveniente para el planeta también beneficia al bolsillo del comprador. Acá, algunos consejos para ahorrar ecológicamente.

Por: Denise Destéfano

 

Uno de los grandes males que afecta al planeta es el hábito de consumir en exceso. Más productos impulsados por más campañas publicitarias, más puntos de venta y más consumidores dispuestos a dejar sus sueldos en shoppings y supermercados puede ser indicio de una economía robusta, pero no es signo de salud para la ecología.

En países como el nuestro, en el que la principal preocupación no suele ser dejar de gastar de más, sino llegar a fin de mes, la sustentabilidad –económica y ecológica– es no solo un objetivo, sino también una bandera enarbolada por cada vez más gente, por convicción o necesidad.

El consumo consciente es una idea que comprende el cuidado del medioambiente, la ética, la austeridad y la responsabilidad social, garantizando que el producto que uno compra no involucra trabajo esclavo ni en negro.

“Ser un consumidor responsable es ejercer ciudadanía, es asumir un rol protagónico y político para transformar la manera en que consumimos individual y colectivamente”, explica a Convivimos Juan Cruz Zorzoli, director ejecutivo de la asociación civil Amartya.

“El consumo responsable, en general, ha sido abordado más desde la dimensión del ahorro de recursos (por ejemplo: energías, agua) que desde su dimensión cultural en relación con el modelo de desarrollo”, ahonda Zorzoli y menciona que el modelo no se cuestiona, ya que actúa como uno de los pilares del crecimiento económico.

Desde 2005 Amartya se dedica a promover una cultura de sustentabilidad a través de la educación, articulando con el sector público, social y privado. Uno de sus programas se llama Consuma Dignidad y está destinado a jóvenes de entre 15 y 18 años con quienes se trabaja la importancia de su rol como consumidores en la sociedad y de las implicancias de consumir. Ya se desarrolló en unas 300 escuelas públicas y privadas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de la provincia de Buenos Aires.

“Ser un consumidor responsable es ejercer ciudadanía, es asumir un rol protagónico y político para transformar la manera en que consumimos”. Juan Cruz Zorzoli

“Cuando los jóvenes, a través de diversas dinámicas y contenidos, se aproximan al tema, pueden problematizarlo y cuestionar el rol que la sociedad les asigna como ciudadanos-consumidores. Y, al mismo tiempo, pueden expresar en una dirección diferente la frustración misma que existe detrás de la propuesta del consumismo: es una carrera permanente, basada en la insatisfacción y la promesa eterna para cubrir con otro consumo esa necesidad, se transforma en un fin y no en un medio”, subraya.

Los caminos posibles

En la Argentina existe una conciencia creciente sobre la necesidad de un consumo responsable, especialmente de la mano de los jóvenes, lo que está potenciando la aparición de cada vez más propuestas que impactan positivamente de manera ecológica, social y económica: ferias sustentables, plataformas de consumo colaborativo, empresas B, comercio justo y economía social y solidaria son algunos de los caminos posibles para probar. En líneas generales, siempre que se haga un consumo consciente, se estará cuidando el bolsillo a corto o a largo plazo. A continuación, algunos consejos.

  1. Contener el impulso de la compra porque sí. Cada vez que se vaya a adquirir algo, cuestionarse si es realmente necesario o si se trata de una moda pasajera. Preguntarse si existe la posibilidad de comprar ese producto usado o de cambiarlo por algo que ya no se usa.
  2. Comprar bombitas de luz y electrodomésticos de bajo consumo energético. Leer las etiquetas y priorizar la adquisición de artefactos eficientes que generan el mismo frío o calor empleando menos electricidad. Aun si pueden significar una inversión inicial un poco más importante, permitirán ahorrar en su uso.
  3. Otra manera de preservar la energía es no utilizar la calefacción ni el aire acondicionado en exceso. Aprovechar la luz solar para calentar y una correcta ventilación para refrescar, abriendo las ventanas por la mañana temprano y por la noche. También se puede aprovechar el calor residual del horno o las hornallas apagándolas un rato antes de que se termine la cocción.
  4. Cuidar el agua. Tomar duchas cortas, no emplear el inodoro como tacho de basura, cerrar la canilla al lavarse los dientes y no regar la vereda de la casa. El agua potable es un recurso limitado.
  5. No a los descartables. Utilizar servilletas de tela antes que las de papel. Llevar una botella de agua propia y reutilizable al trabajo o cuando se hace deporte. Los platos y vasos de plástico desechables son un alto costo para el ambiente y para su economía. Al ir a hacer las compras, llevar una bolsa propia.
  6. En relación con la ropa, rescatar esas prendas que están arrumbadas en el fondo del placar y probar modernizarlas con algún aplique o estampa, acortándolas, alargándolas o dándoles otro uso, como transformando una camisa en cartera. Hay tutoriales de casi todo en Internet.
  7. Tener una huerta en casa. Si se quiere comer frutas y verduras de calidad, armar una huerta en el hogar. De vivir en un departamento, se puede organizar una vertical en su balcón. Así, se podrá ahorrar dinero y el viaje diario a la verdulería, sin preocuparse por los pesticidas.
  8. Olvidarse de los papeles. En la era de lo digital, la persona que imprime sus informes o notas en el trabajo o en casa está pasada de moda. Subirse a esta movida es una forma de proteger los bosques, a la vez que se evita la compra de resmas y repuestos de impresora.
  9. Se pueden instalar en la casa sistemas que permiten ahorrar en el futuro: paneles solares para generar electricidad o calefacción, o colectores de agua de lluvia que se puede emplear para riego y otros usos.
  10. No temer incursionar en consumos alternativos, como la feria ecológica del barrio –donde cada producto llega de las manos de quien lo elabora evitando el costo de los intermediarios–, las ya muy conocidas reuniones de trueque e inclusive las “gratiferias” (ver recuadro), donde cada uno lleva lo que tiene y se va con lo que necesita sin intercambio de dinero.

Gratis y para todos

El anticonsumo en su máxima expresión se llama “gratiferia”. Es un punto de encuentro donde uno “libera” lo que ya no usa y puede llevarse lo que más le gustó. Hay reglas: todo lo que se ofrece debe estar limpio y en buenas condiciones, y, además, debe ser un producto recuperado, es decir no comprado para la ocasión. Su creador, Ariel Rodríguez Bosio, considera a estos encuentros “un movimiento cultural sociopolítico para la paz mundial y la bienaventuranza de todos los seres”. Un concepto revolucionario.