Esta es una respuesta que todos sabemos. Pero a la hora de elegir una sal, surgen dudas y opiniones diversas. Te contamos la verdad sobre uno de los condimentos más antiguos.
La sal nos da el sabor salado, uno de los cinco básicos junto con lo dulce, lo ácido, lo amargo y lo umami. Este condimento que estimula el apetito también funciona como conservante de carnes, pescados y verduras. Y también se utiliza en la elaboración de encurtidos como aceitunas, alcaparras y pickles.
En la historia de la humanidad, la sal siempre ocupó un lugar de importancia, sin embargo, en los últimos años se empezó a contraindicar su uso exagerado ya que es uno de los principales causantes de hipertensión arterial y también se impulsa esta tendencia en la elaboración de alimentos procesados.
En la Argentina, al igual que en otros países, se la comercializa como “alimento funcional” por su agregado de sustancias como el yodo y el flúor, para prevenir el bocio y las caries respectivamente.
SAL GOURMET
Con la explosión del “universo gourmet” hoy contamos con nuevos ingredientes y sabores. Además de las variedades clásicas, hoy podemos encontrar coquetos molinillos con cristales rosados o envases de papel reciclado que contienen sal marina, de mina o negra. También hay variedades ahumadas o mezcladas con wasabi, limón en polvo o hierbas aromáticas.
¿Hay realmente diferencia entre un tipo de sal y otro? ¿Es diferente su composición? En un estudio inglés realizado por la entidad Consenso en la Acción sobre la Sal y la Salud (CASH, por sus siglas en inglés), se analizaron varios tipos de sal y su contenido de sodio resultó idéntico. Por eso está claro que el uso de la sal de aquí o allá es una moda que solo lleva a gastar más por algo que no presenta diferencias con los productos estándar.
Sin embargo, hay un tipo de sal que puede tener hasta un 70 por ciento menos de sodio. Se la llama “Sal baja en sodio”, “sal reducida en sodio”, “sal light”, “sal de mesa hiposódica”, “sal modificada baja en sodio”, “sal dietética hiposódica”. Cada marca usa una denominación diferente, pero todas significan lo mismo; es más alta en potasio y por eso se la considera más sana, aunque algunas personas le encuentran sabor metálico. Por otra parte, los enfermos renales y los diabéticos la deben consumir con moderación. En cuanto a las sales saborizadas de apio o de ajo, no es más que sal común con el agregado de vegetales disecados. También tienen sodio y hay que usarlas con moderación.
¿CUÁNTO SE DEBE CONSUMIR?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los adultos no se excedan de los dos gramos de sodio diarios, que equivalen a una cucharadita de cinco gramos de sal de mesa. Esto ayuda a evitar fallas cardíacas, hipertensión y riesgo de accidentes cerebrovasculares. Pero en los hipertensos, las personas mayores y los niños, la cantidad ideal no debe superar los 1,5 gramos diarios.
Rosa, negra o blanca, podemos elegir la sal que más nos guste. Pero siempre, para cuidarnos, debe ser en poca cantidad.
TIPOS DE SAL
Sal común: se obtiene de depósitos o vertientes naturales como las de las Salinas Grandes de Salta. En la planta se purifica, iodiza, seca y muele.
Sal marina: se obtiene de la evaporación del agua de mar y por lo general se comercializa sin otro proceso.
Flor de sal: es una fina capa blanca que se forma en la superficie del agua de mar y se recoge a mano. Se comercializa mezclada con pimienta, especias o finas hierbas.
Sal negra: es de origen volcánico con la textura de polvo y tiene menos poder de salar.
Sal de mina, de gema o de roca: se extrae de un mineral llamado «halita», y es la única roca comestible para el ser humano. Tiene un 15 por ciento de impurezas.
Sal rosa del Himalaya: proviene de una mina ubicada en una zona montañosa de Asia, pero también se la consigue en minas peruanas. Tiene una concentración de minerales que le dan su característico color y se comercializa en gránulos.
Sal vegetal: se obtiene tras hervir una planta gramínea originaria del desierto de Kalahari, al sur de África.
